Canella: otro ovetense predilecto

Una figura esencial en la historia ovetense que carece de reconocimiento oficial

Carlos Fernández Llaneza

Carlos Fernández Llaneza

El libro común de la historia de Oviedo se compone de miles de páginas; las más, escritas por aquellos que no verán nunca sus nombres reflejados en ellas; otras, sin embargo, por quienes con sus vidas y obras, "han destacado de forma extraordinaria por cualidades o méritos personales o por servicios prestados en beneficio u honor de Oviedo y que hayan alcanzado consideración indiscutible en el concepto público". Cualidades necesarias que recoge el reglamento de Honores y Distinciones para reconocer a sus Hijos Predilectos que, junto con el Título de Hijo Adoptivo, constituye la mayor distinción del Ayuntamiento de Oviedo.

Hemos de felicitarnos porque, ¡por fin!, en fechas recientes, se acordó nombrar a Leopoldo Alas "Clarín" Hijo Adoptivo, reconocimiento del que, inexplicablemente, carecía. Qué duda cabe que Clarín supera con creces los méritos que debe atesorar quien reciba este significativo honor. 

Pero hay otros nombres que aún están a la espera. Tal es el caso de Juan Miguel de la Guardia y Ceinos, arquitecto municipal desde 1882 hasta 1911; uno de los arquitectos más relevantes de la ciudad y del que este año, el 12 de julio, se cumplirá el 175.º aniversario de su nacimiento; qué mejor ocasión para nombrarlo Hijo Adoptivo.

Hoy quiero ceñirme a otro de esos ovetenses realmente esenciales y que también, incomprensiblemente, no ha sido reconocido como Hijo Predilecto: Fermín Canella Secades. Canella nació en Oviedo el 7 de julio de 1849, hijo de Benito Canella Meana, secretario de la Universidad de Oviedo y de la ovetense Carlota Secades Fernández. En la Universidad de Oviedo obtuvo el bachiller en Artes en 1865, y en 1871 se doctoró en Derecho Civil y Canónico. En 1876 logró la cátedra de Derecho Civil, en la que permaneció cuarenta y siete años hasta su jubilación. Su compañero de cátedra, Adolfo Álvarez Buylla, decía de él: "Nació, vivió y murió en su Universidad". Compartió claustro con Leopoldo Alas Clarín, Rafael Altamira, Melquíades Álvarez, Aniceto Sela y Adolfo Posada. Ostentó el vicerrectorado de la Universidad y fue rector entre 1906 y 1914. Senador en siete ocasiones por la Universidad ovetense. Asimismo, fue académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Real Academia de la Historia, así como de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la Real Academia Española, de las de Buenas Letras de Barcelona y Sevilla, de Bellas Artes de Zaragoza y de Arqueología de Tarragona. Fue cronista oficial de Oviedo desde 1900 y, tras el fallecimiento de Ciriaco Miguel Vigil en 1903, fue nombrado cronista oficial de Asturias. En 1881 fundó, junto con Julio Somoza, Braulio Vigón y Máximo Fuertes Acevedo, una sociedad dedicada a los estudios asturianos, precedente del Centro de Estudios Asturianos que presidía en el momento de su fallecimiento. Fue colaborador asiduo de numerosas publicaciones como "El Carbayón" o la "Revista de Asturias". Canella fue reconocido y apreciado por sus paisanos por su esfuerzo en promocionar su ciudad y su región y defender su patrimonio. Hace tiempo tuve ocasión de acceder a todo el expediente que se conserva en nuestro magnífico Archivo Municipal sobre el acueducto de los Pilares. En él pude leer la multitud de escritos que Canella remitió a las autoridades en defensa de la arcada de Los Pilares convirtiéndose en la voz más crítica en contra del derribo. A través de decenas de cartas se manifestaba reiteradamente en contra del "ciego espíritu de devastación de las autoridades municipales" y de su "mal entendido celo". La relación de libros y publicaciones llenaría varias páginas; sirva de muestra algunos botones: "Historia de la Universidad de Oviedo y noticias de los establecimientos de enseñanza de su distrito" (1873); Ara inscripcional de Santa María de Naranco (1884). Con Octavio Bellmunt los tres volúmenes "Asturias: su historia y monumentos" (1894-1900) y, por supuesto "El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo" (1887), obra ovetense imprescindible.

En la biblioteca Pérez de Ayala, dentro del fondo Tolivar Alas, junto con el archivo de Clarín, el de Leopoldo Alas Argüelles y el de su sobrino, José Ramón Tolivar Faes, se encuentra su archivo personal. Su inmenso trabajo queda reflejado en esta colección de 2.011 volúmenes. Comprende 29 cajas con documentos diversos que forman un conjunto de gran valor por la variedad de su contenido que bien podría formar una singular exposición con motivo del centenario de su muerte junto con algún ciclo de conferencias en torno a su obra y legado.

En la fachada del número 9 de la calle Fruela podemos ver una lápida, obra de Víctor Hevia, de 1926, que recuerda el lugar en el que vivió y murió. Queda pendiente que la ciudad le recuerde y homenajee como merece este ovetense, sin lugar a dudas, predilecto. Buena ocasión el próximo centenario de su fallecimiento, el 22 de marzo, sumándonos, así, a los actos que, sin duda, llevarán a cabo la Universidad de Oviedo o el RIDEA, institución heredera de aquella sociedad de estudios asturianos. De bien nacidos es ser agradecidos y aún nos quedan importantes deudas por saldar con la memoria de los que tanto aportaron a nuestra historia.

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