Opinión

Orestes Martínez Gayol: la bondad y la química en estado puro

La vertiente científica de una personalidad con rasgos excepcionales

Hay personas que pasan por nuestras vidas haciendo el bien de manera tan perfecta y continuada que nos acostumbramos a ello y se nos pasa por alto la excepcionalidad de esos seres. Uno de ellos es el protagonista de este artículo, cuyo autor no quiere dejar pasar estas fechas en que Orestes Martínez Gayol acaba de dejarnos sin rendirle homenaje y expresar con un poco más de fundamento las frases improvisadas con las que respondió a las preguntas del periodista Oriol López en el vestíbulo de la iglesia de los Padres Carmelitas de Oviedo el pasado 10 de abril; declaraciones que entraron en franco contraste con la serena y balanceada presentación que hizo su hija Nurya en el funeral celebrado justo a continuación.

Orla de la promoción de 1950 de la Facultad de Ciencias. La fotografía de Orestes Martínez Gayol se sitúa en la esquina superior derecha de la zona de alumnos .| Juan Manuel Diez Tascón

Orla de la promoción de 1950 de la Facultad de Ciencias. La fotografía de Orestes Martínez Gayol se sitúa en la esquina superior derecha de la zona de alumnos .| Juan Manuel Diez Tascón / Juan Manuel Diez Tascón

El autor prefiere centrarse en aquello sobre lo que se siente más seguro de escribir, que es la labor de Orestes como químico investigador. Por si su actividad en Amnistía Internacional no fuese bien conocida, nos ayuda a entenderla mejor la glosa hecha por Gonzalo Olmos en estas páginas sobre el compromiso cívico de Orestes, así como su culto y fomento de la amistad. También fue miembro muy activo del Foto Cine Club Ágora y el Club de Montañeros Vetusta, asociaciones cuyas puertas abrió a personas legas en la materia (recuerdo la vergüenza que me hizo pasar cada vez que me empujaba a presentar en Ágora fotografías hechas con mi cámara automática, que era la que lo hacía todo, y cuyo único valor era el documental de mostrar lugares poco conocidos como Siberia cuando aún era parte de la URSS). Más cerca de su profesión está su actividad en los antecedentes de los actuales Colegio Oficial de Químicos de Asturias y León y Asociación de Químicos del Principado de Asturias, donde le recuerdo ejerciendo como Delegado de la Mutualidad durante largos períodos de tiempo.

Orestes y la Cromatografía

Orestes Martínez Gayol, nacido en la hermosa villa de Castropol en 1927, estudió en Valladolid el Bachiller y los primeros cursos de la licenciatura en Química, terminando ésta en la Universidad de Oviedo en 1950. En 1953 comenzó a trabajar en el que desde 2020 conocemos como Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (Incar-CSIC). Orestes estaba destinado en un laboratorio donde realizaba trabajos normalizados de análisis y determinación de la potencia calorífica de carbones minerales. Pero su inquietud investigadora le llevó a aproximarse a los doctores Jenaro Bermejo y Rafael Usón para, fuera de la jornada oficial de trabajo, dedicarse bajo su guía a la preparación de una tesis doctoral.

La fotografía que acompaña a este artículo muestra a Orestes junto a varios compañeros en uno de los laboratorios del Incar. Es difícil encontrar a Orestes retratado ya que, como muestra de generosidad, hacía de fotógrafo en todo tipo de actos, por lo que nos ha dejado un amplio material gráfico del que está ausente precisamente él. Cuando Orestes se jubiló en 1992, Jenaro Bermejo le dedicó un sentido homenaje en el Boletín del Grupo Español de Cromatografía y Técnicas Afines (vol. 14, nº 1, p. 28, 1993), en el que evocaba los desvelos que le llevaron a completar su tesis, que implicaba como reto separar el mayor número posible de los miles de componentes que constituyen los alquitranes derivados de las hullas y sus fracciones comerciales. La imposibilidad de disponer de un cromatógrafo de gases y de columnas adecuados para cromatografía líquida obligó a Orestes a alargar la columna de separación hasta la respetable longitud de cinco metros. Tuvo que practicar un agujero en el techo del laboratorio para pasar dicha columna al piso superior, lo que posteriormente le obligaría a hacer infinitas caminatas arriba y abajo por las escaleras del edificio. Tal como lo afirma Bermejo, con la ayuda de un colector automático y de mucho ingenio Orestes consiguió un fraccionamiento del alquitrán de una gran calidad, arrojando una brillante luz sobre las posibilidades de la técnica cromatográfica, en la que el equipo investigador del Incar llegaría a constituirse en un referente. Esta no es una afirmación gratuita, sino que viene corroborada por las numerosas y novedosas publicaciones científicas de Bermejo, Gayol y colaboradores en diferentes medios.

En 1971, Orestes llevó a cabo la identificación de un gran número de compuestos presentes en el alquitrán comparando datos proporcionados por diversas fuentes (O. Martínez Gayol, Compuestos encontrados en el alquitrán, Gráficas Summa, Oviedo, 1971). El listado resultante, de nada menos que 475 productos ordenados de acuerdo con sus puntos de ebullición, constituyó en el INCAR obligada referencia sobre compuestos orgánicos involucrados en procesos de tipo carboquímico. Fruto de este y otros trabajos sobre mezclas complejas de hidrocarburos aromáticos, Orestes completó bajo la dirección del catedrático Rafael Usón Lacal su tesis doctoral, que defendió en 1971 en la Universidad de Zaragoza alcanzando el grado de Doctor, preceptivo para el acceso a la escala de Investigadores Científicos del CSIC, que conseguiría poco después tras ganar la correspondiente oposición a nivel nacional.

La orla de Orestes

Durante muchos años, Orestes tuvo colgada la orla de su promoción en su despacho del Incar. Algún tiempo después de su jubilación, observé que la orla había sido retirada de ese despacho y depositada en un almacén, por lo que, si cualquier día se rompía por accidente el cristal del cuadro, el material gráfico se echaría a perder. Advertí de ello a Orestes, quien me dijo que no procedía colocarla en su casa debido al espacio que ocuparía en su admirable atalaya de la calle Toreno. De modo que le pedí permiso para tener la orla en préstamo colgada en mi despacho del Incar. Allí me acompaña por tanto desde 1993 un pedazo de historia de la Facultad de Ciencias de Oviedo y del propio Incar, ya que en esa orla figura como alumno, además de Orestes, su hermano Román, que tras trabajar unos años en el Incar (habiendo conseguido desarrollar con éxito un equipo para la determinación del índice de hinchamiento al crisol de las hullas) se trasladó a la Empresa Nacional Calvo Sotelo, cambiando el mundo del carbón por el del petróleo. También aparecen en la orla como recién licenciados otros dos futuros científicos del Incar, Antonio Acebal y José Escudero. Entre los profesores aparecen figuras tan representativas de aquella facultad como Rosario Álvarez-Buylla, Siro Arribas, Carlos del Fresno, Lucas Rodríguez Pire o el Rector Sabino Álvarez Gendín, cuyos desvelos consiguieron que en 1939 se mantuviese en Oviedo una universidad (maltrecha por los efectos de la guerra) que otras ciudades del país se ofrecían a albergar.

El autor de este escrito quiere avisar a Purita, viuda de Orestes, a sus hijos Nurya, Aleth y Ciro, a sus nietos Antonio y Andrea (hijos del prematuramente fallecido Saulo) y Ángela y Carla (hijas de Aleth), a los descendientes de su hermano Román y si hace falta a su primo Manolo Montes (también compañero en el Incar) que tienen de plazo para recuperar en estado razonable la orla hasta el día de San Mateo de este año, fecha en la que el autor de este escrito dejará tras cerca de 40 años de recibir la puntual felicitación de cumpleaños de Orestes y se jubilará precisamente ese día, con lo que el cuadro podrá estar de nuevo en peligro de destrucción. La fotografía de la orla muestra que, tal como corresponde a lo que se hacía en 1950, fue elaborada artesanalmente, pegando fotografías en espacios dibujados al efecto y con ilustraciones de un personaje que podría simbolizar a Minerva y un historiado escudo de la Universidad de Oviedo; la química viene representada por un búho y una retorta, lo que parece acercarla a la brujería. Una orla, en fin, que a este autor le ha servido como inspiración para hacer indagaciones históricas sobre otro fotografiado en la misma, Ramón de Izaguirre, coautor de una teoría que ha tenido una significativa repercusión en el mundo de la Química de Superficies. Pero esta es ya otra historia, sobre la que Orestes y otros recordados científicos del Incar (José Manuel Cardín, José Antonio Corrales, Celso García) me han aportado interesantes datos de hechos que ellos vivieron en persona y que les agradezco de corazón.

¡Descansa en paz, querido Orestes!

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