Antonio Rugarcía es empresario hostelero. Regenta el hotel restaurante Covadonga, en el centro de Panes. Antonio Rugarcía Cosío, de 71, años, es uno de los personajes de referencia de la vida local, por su negocio han pasado todos los habitantes de un pueblo que, dice, “está lleno de buena gente”.

Desde el puente de Panes, Antonio Rugarcía Cosío, acaso el hostelero más encastado de Peñamellera Baja, otea con los brazos cruzados sobre el pecho, el presente, pasado y el futuro de su municipio natal:

“Yo nací el 14 de octubre de 1950. Empecé en la escuela en el pueblo de Para, donde nací, a cinco kilómetros de Panes. Con once años me fui al instituto de Llanes. Sería por el año 1962. En 1963 ya me quedé a trabajar aquí en el negocio familiar, una cafetería confitería que habían abierto en el 1959 mi hermana y mi cuñado. Después, en 1966, pusimos restaurante. Había al lado un comercio de ropa que cerró y le cogimos y pusimos el restaurante. En el 70 hicimos el Hostal Covadonga, en frente, cruzando la calle. Trece habitaciones con baño. Nos vinieron muy bien por el motivo de la pesca, que estaba en pleno apogeo. Y allí estuvimos unos años, con restaurante-cafetería y el hostal. Después, en el 2000, hicimos el hotel Covadonga, que son 22 habitaciones más, hotel de tres estrellas, en la plaza del pueblo. Y aquí estamos. Trabajamos cuatro de casa y seis empleados todo el año, diez en total”.

La gente de nivel y el whisky. “Esto del turismo no se inventó ahora. Aquí siempre vino la gente a pescar. Era menos gente la que venía, pero era muy seleccionada. Gente de Madrid y Barcelona, con un nivel bueno. Sobre el año 70 en Panes se vendía más whisky que en ningún sitio. Me lo decía el viajante, que estaba asustao de la cantidad que se vendía de whisky y Campari, el aperitivo este italiano. Digo que era pues por la gente que veía de fuera y unos que venían de México y tal. Era un consumo que se salía de lo normal”.

Una vista de Panes. Julián Rus

El Tilo. “Coño, pues la historia de la pesca del salmón en Panes es como en Cangas de Onís o como en Arriondas. Esto estaba al nivel de Cornellana. Aquí había mucha pesca. Pero ahora, desde los ochenta pacá, como todo fue a menos, es otra clientela, ahora viene mucha gente joven a la trucha y el reo. Aquí tenemos el coto de El Tilo, que está aquí, en el centro del pueblo, debajo del puente y es el mejor coto del mundo sin duda ninguna, de toda España, de todas partes. Eso lo ve todo el mundo. Tú pregúntale a cualquier pescador que veas por ahí por Oviedo, pregúntale cuál es el mejor coto que hay en España para pescar truchas y salmón, verás. El Tilo, en Panes. La pesca se para donde le gusta el sitio, donde están a gustu, y aquí tuvimos la suerte de que fueron a parar ahí, debajo del puente. Lo de los salmones, veo que no tiene solución es un problema mundial. No es de este río, ni de Asturias, ni de España. Pero ahora está creciendo la pesca sin muerte. Que yo nunca creía que iba a llegar a tanto, pero hay demanda. Ya solicita gente cotos sin muerte y los paga como si se pescara”.

Un nuevo río. “Ahora hay menos salmones. Pero también se baja el Deva en canoa, de aquí a la ría de Unquera. Son 11 kilómetros. Muy guapo. Hay tres empresas aquí entre Panes y Unquera que se dedican a esto. Está bien, ¿no? Aquí no tenemos el problema de saturación del Sella. Lo del Sella es muy gorda, ¿verdad? La cantidad de gente que baja, dios mío. Bajar el Deva es muy divertido, es una cosa que gusta mucho. Bajas y te apetece bajar otro día y otro día. Bajas allá abajo, en el río, que no ves más que pal cielo y que no hay ruidos y que no hay nada, y se está muy bien. Hombre, no oyes más que el agua. Preferentemente lo hace la gente joven, pero cuando acaban los colegios ya viene gente mayor. Sí hombre sí, para que vayan doscientas o trescientas personas todos los días no pasa nada. Eso en la temporada alta. Todo lo que sea venir gente es bueno”.

En el centro. “Somos un cruce de carrera nacional, pero un cruce importante. Panes está estratégicamente situado a ochenta kilómetros de Santander. Fíjate que de aquí al aeropuerto de Santander no tienes ni un semáforo. Se va tranquilamente en 20 minutos sin cometer ninguna infracción de velocidad. Después del cruce de Panes a Potes hay 28 kilómetros y, después, al teleférico de Fuente Dé otros 28 kilómetros. A Covadonga hay 54 kilómetros. He leído que Potes, entre el teleférico y el monasterio de Santo Toribio, recibe un millón de personas anuales. Y otro millón acude a Covadonga. Y la mayoría pasa por aquí”.

El Picu Peñamellera Julián Rus

Una corbata que aprieta. “Este es un punto geográfico que está muy bien para ir a todas partes. Y se queda mucha gente. Sí, hombre sí, claro que lo aprovechamos, pero también nosotros tenemos la mala suerte de que estamos al lado de Unquera. Es un pueblo que está a 12 kilómetros. ¿Y tú sabes que Unquera tiene lo de las corbatas, no? Pues entonces si paras a coger corbatas en otro sitio ¿qué vas a comprar aquí? ¡Bah! Quiero decir que Unquera nos ganó un poco ahí. Pero bueno, esto no es de antes de ayer. Esto es ya de toda la vida. Mucha gente que dice que si aquí no hacemos nada. ¿Coño, qué vas a hacer aquí para pararlos si acaban de parar en Unquera? Ya de siempre nos ganaron. Cuando yo nací ya funcionaba esto así. La corbata está muy agradable, la mojas en café para tomarla y sabe riquísima, la verdad. Coño, cuántas fábricas hay. Mucha gente viene de fuera y cree que son corbatas de vestir. Jajaja. A ver si inventamos algo, pero lo veo muy difícil. Es difícil inventar nada que triunfe porque está todo muy explotao”.

Menos gente. “En Peñamellera Baja somos trece pueblos y en Panes estará el 50 por ciento de la población. Los pueblos son muy pequeños, cada vez más. En el pueblo donde yo nací, en Para, siempre fuimos diez casas habitadas y ahora quedan dos casas habitadas. Las otras se utilizan como turismo rural o son de familias que están fuera y vienen de vacaciones. Esa proporción es casi general en todos los pueblos. El único que se mantiene es Buelles. No sé por qué, pero aguanta. La población bajó mucho. Siempre tuvimos equipo de fútbol, pero ahora mismo ya no lo hay porque no encontraríamos ni quince chavales que tuvieran veinte años. Y para el trabajo te ocurre lo mismo. No hay gente para trabajar. A eso no le veo solución fácil. La caída es general. La gente baja a la capital y hay pueblos donde no nace nadie desde hace treinta años. El otro día en Bores nació un críu y el último que había nacido antes había sido su padre. De Bores, en el año setenta, cuando se hizo aquí la concentración escolar, casi bajaba un autobús de gente. Y ahora en un autobús bajan todos los que hay en los pueblos”.

Más jabalíes. “Antes se vivía del campo, de la leche, de la agricultura. Aquí se trabajaba todo y ahora en el campo no se cría nada más que ganao de carne. Ovejas y cabras hay muy pocas. Vacas, de monte. Eso sí, el turismo no era tan fuerte como es ahora. Antes no veías más turismo que la pesca en el río. Los hoteles que ves aquí en el pueblo y los que ves al lado del río, en el Cares, de aquí a Cabrales, todos vivimos a cuenta la pesca. Aquí la pesca nos alarga mucho la temporada. Mucha gente empieza a venir en abril, se acaba en agosto. Luego dejamos el río descansar y empezamos con la caza, hay mucho jabalí aquí también. Este año en este ayuntamiento se han matado cien jabalíes cuando hasta el año setenta o así, el año en que se mataban cuatro era un año bueno de jabalíes. Fíjate, cuatro jabalíes”.

Asturianos menos para las urgencias. “Tú a nadie que le preguntes aquí se va a sentir cántabro. Nos llevamos muy bien con ellos, son de las costumbres nuestras, pero la gente se siente asturiana. Y para los papeles y para todo, Asturias. Para el hospital nos mandan a Arriondas, que nos lleva una hora. Eso sí, si hay alguna urgencia vamos a Torrelavega que está a veinte o veinticinco minutos. La compra la hacemos en Torrelavega. Comercialmente estamos con Santander. Pero ahora con esto de los paquetes rápidos que te mandan vamos menos”.

Los bolos, el gran patrimonio local. “Aquí en cada pueblo hay una bolera y en Panes hay tres. En Asturias hay cuatro o cinco modalidades, aunque la más fuerte es la cuatreada, y oye, la gente no sabe ni jugar, ni verlo, ni nada. No es como aquí, que todo el mundo juega a los bolos y todo el mundo sabe, los hombres, las mujeres los críos... Yo siempre estuve muy metido en el mundo de los bolos y siempre me llamó la atención eso, que en otras zonas de Asturias ya pocos saben. En la zona de Pola de Siero o por las Cuencas aún se juega a la cuatreada pero vas a Avilés y no hay una bolera y hablas con la gente y no sabe jugar ni ver. Pero digo yo, coño, ¿pero no sabes jugar? Y te dicen: yo nunca lo ví. Oye, me extraña mucho eso”.

Un pueblo a la antigua. “Oye, todo el mundo está acostumbrado a pedir y necesita muchas cosas, pero yo creo que éste es un pueblo cómodo, muy fácil para vivir. No ha crecido tanto como otros. Llanes, Colunga y esos pueblos se invadieron con la autovía, Panes no. Más gente, vascos sobremanera, más vienen, sí, pero no fue tanto como allí. La gente busca la costa, hombre. Esto afortunadamente no cambió. Estamos muy a gusto así. Es un pueblo como antiguo éste. Pa una vez que crecimos y nos pusimos a hacer… Cuando ya había estallado la crisis del 2008, una empresa de fuera vino a hacer setenta u ochenta pisos y se quedó aquí todo parado y de mala manera. Ahora no se sabe de quién es, que si el banco malo, que si esto, que si lo otro...”

La buena gente y los satélites. “Ya ves que todo el mundo habla mal de su pueblo, pero yo lo digo mucho en el bar: somos un pueblo modelo. Nunca hay problemas, ni grandes cosas.. Somos buena gente, de verdad. Todavía lo comentaba el otro día con unos amigos: si no viniera la gente de fuera aquí la Guardia Civil no tendría nada que hacer, se morirían de pena. Nos viene cada satélite por ahí jajajaja… Tengo 71 años y nunca he ido al cuartel a nada y con un negocio de hostelería llenu gente”.