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Análisis

Mala pata

Christian, ayer tras el codazo. LOF

Liberado tras su victoria frente al Granada, el Oviedo recuperó su mejor atuendo en el Nuevo Arcángel, de donde salió aseado y con la cabeza alta, pero con menos premio del merecido en el zurrón. La imagen fue buena, otra vez el equipo serio y solidario de antaño, de nuevo competitivo al máximo. Con esa fotografía en la mano y dejando de lado el resultado, el equipo volvió a fortalecer su condición de aspirante porque demostró que el gran bache es historia y que está vivo y con fuerzas para afrontar el acelerón final. Aquí la lectura positiva. La negativa, o la menos buena, porque un punto a domicilio nunca es negativo, se advierte en el escaso botín. El Oviedo acarició un triunfo que seguramente mereció y que se le escurrió de entre las manos en el minuto 87, cuando más duele y como más duele: al final y con polémica. Aunque nadie en vestuario azul se refirió tras el partido a la jugada, al menos públicamente, la posición de Aythami en el momento del centro puede parecer adelantada. Todo cuestión de milímetros, en cualquier caso. Como ya se ha demostrado que de nada sirve enfocar al árbitro, al menos en el caso del Oviedo, conviene apuntar a lo que se puede mejorar. Un rato antes del empate, Linares tuvo una ocasión clarísima para cerrar el partido. Sólo, dentro del área pequeña, el diez azul no supo definir. ¿La habría metido otro nueve? ¿Habría sido mejor darle oportunidad a Steven tras su gol al Granada? Debate oportunista aquí y ahora e injusto para el aragonés que, por cierto, suplió fenomenal a Toché cuando hizo falta. Que nadie lo olvide. En cualquier caso, en partidos como el de ayer, que se juegan al filo de la navaja, ahí, en esa jugada, estuvo la mala pata. Ese mordisco hubiera sido definitivo para ganar.

De nuevo en el buen camino. El Oviedo que empató ayer en Córdoba fue mejor que el Oviedo que le ganó el pasado domingo al Granada. Bastante mejor. Así es el fútbol. El empate, es cierto, ralentiza el vuelo y más en esta época en el que el cronómetro empieza a tensar, a diez jornadas del final. Pero, guste más o menos, el equipo ayer volvió a latir como en su mejor época, circunstancia que debe abrir una rendija esperanzadora para volver a ver el vaso medio lleno. Hubo orden, concentración y solidaridad en defensa. Hubo alegría por los costados, especialmente por el izquierdo, y se recuperó en parte la pegada. Hubo incluso fútbol a ratos, especialmente en la primera parte. Fue esa versión de equipo rocoso y solidario de finales del año pasado. Ayer sobraron tres minutos, pero sirvieron 87. Buena señal. Aunque luego se echaron atrás, los azules recuperaron la personalidad exhibida en sus mejores tiempos ante un rival, ojo, que era el segundo mejor de la categoría en el último mes, diga lo que diga la tabla. El Oviedo llega a los últimos diez partidos ahí, con 50 puntos y con la herida del bajón cicatrizada. Si la victoria ante el Granada fue una liberación vital, un calmante para cortar la hemorragia, el punto de ayer debe saber a refuerzo con el paso de la semana.

La trampa del Córdoba. El Córdoba elevó mucho el volumen del partido en la previa, lo convirtió en una final, regaló entradas de acompañante y sembró el campo de anzuelos. Sus futbolistas intentaron intimidar al árbitro en cada jugada. El Oviedo, inteligente y serenó, no picó en ninguna. Se dedicó a jugar, sin añadir leña al fuego. Por eso se echó en falta más contundencia arbitral, especialmente en un inaceptable codazo de Guardiola a Christian Fernández que dejó al cántabro sangrando. Fue otra de esas acciones, otra más, impresentables en un campo. El futbolista del Córdoba debió ser expulsado. La lista engorda.

De Fabbrini a Alfonso. El estreno goleador del italiano es también otra buena noticia para el Oviedo. Fue un tanto con significado: un tipo que se lesionó al llegar, que lo pasó mal y que, junto a Berjón, es el mayor talento del equipo con diferencia. Su aportación se advierte clave para el devenir del equipo. Aunque juega fuera de sitio, porque en el actual sistema no hay cabida para el mediapunta que es, tiene chispa y fútbol para echarse al Oviedo a la espalda. Fabbrini no está físicamente al cien por cien, pero su presencia parece clave porque aporta frescura y novedad. Aunque sea sólo para 60 minutos. Otro que crece es Alfonso, que ayer dejó una parada espectacular, de las mejores de la Liga, al sacar de la escuadra una falta de Reyes. El meta da tranquilidad y seguridad. Su aportación es tan importante como la de su competencia interna, Juan Carlos, que se desgañita en el banquillo. Es de aplaudir. Todos a una, jueguen o no.

Un mes decisivo, con cuatro partidos "en casa". El punto debe hacerse bueno el sábado ante el Alcorcón (valga el tópico) en el inicio de un mes que marcará el rumbo azul. De los próximos cuatro partidos, el Oviedo jugará tres en casa (Alcorcón, Valladolid y Nástic) y uno fuera, Lugo, con presencia masiva de aficionados. Son casi cuatro duelos "en casa", una oportunidad para pegar el estirón definitivo. Si el Oviedo logra un buen botín en este periodo, tendrá mucho que decir.

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