Mejoría con botín escaso: el Oviedo iguala en Zaragoza (1-1)
El equipo de Bolo reacciona tras el descanso, con un sistema más natural, y roza la victoria en Zaragoza, pero debe conformarse con el empate
La sencillez ayudó al Oviedo. Nada como tener las cosas claras para salir de un embrollo. Los azules, de sacavera esta vez, estaban en otro lío, derrota 1-0 al descanso, cuando Bolo recolocó sus fichas sobre el tablero, dándole un aspecto más natural. Del galimatías de la primera parte a un básico y funcional 4-2-3-1, ahí es donde estuvo la mejora del Oviedo que recobró fuerzas, igualó y rozó la victoria en un puñado de buenas ocasiones. Botín escaso, visto lo visto, pero que al menos deja lo que parece un camino a seguir.
Cualquier análisis de inicio queda condicionado por el zarpazo de Azón. El gol tiene a partes iguales talento y despiste. De lo primero se encargó el zaragocista, que se hizo fuerte en la disputa al recibir un saque de banda, superó a Luengo como quien pasa por encima de un pequeño badén y tocó con sutileza por encima de Tomeu. El despiste, o falta de contundencia, puede deducirse que lo puso la defensa azul, que pareció algo desubicada de primeras.
Tras la derrota ante el Cartagena, Bolo agitó la pizarra con furia y las fichas se posicionaron con una nueva situación. La cuarta de la temporada en los inicios de partido. El equipo entró en el partido con un 3-4-3 en defensa, Mier se adelantaba al extremo diestro para presionar y Tarín, Costas y Luengo cerraban atrás. Con la pelota, buscaba el técnico la superioridad en la salida de balón y profundidad con Viti y Bretones ampliando las alas.
El problema es que esa salida de pelota no fue muy clara. Ni Tarín ni Luengo parecieron entender su rol. O quizás les faltó fe en poder cumplir con el guion asignado. A la conducción de salida le seguía una entrega defectuosa o un balón en largo para que Bastón porfiara en solitario.
Poco se supo del Zaragoza tras el chispazo inicial. Azón asustó a los 5, sí, en un cabezazo en una falta lateral, para el Oviedo cada balón parado lleva capucha negra y una guadaña, pero ahí se acabaron los sustos. Del guantazo inicial se pasó a una etapa de tanteo en la que los de Bolo parecían ligeramente más cómodos que su rival. Sin alardes, pero dueños, o eso parecía, de la situación.
Bastón por fin pudo correr con viento a favor a los 20 minutos, Montoro sopló con fuerza en su vela con un gran servicio, pero el delantero falló al picarla ante Cristian. El asistente levantó el banderín, pero según lo visto en la repetición parecía estar habilitado.
Hacía varios minutos que el Oviedo le tenía tomada la medida a un Zaragoza entretenido en defender su renta y evitar los frecuentes murmullos de un exigente público. Poco después de que Cristian, meta local, pidiera más apoyo con aspavientos a los suyos, Javi Mier enchufó un derechazo que se fue a la red previa parada estruendosa en el poste. Un golazo que quedó invalidado porque Bretones, en la disputa previa, tenía menos de medio cuerpo en posición adelantada.
El primer acto se cerró con una buena intervención de Nadal, palmeando un testarazo de Simeone. Fue en un córner, terror a medianoche azul.
Mejoría tras el descanso
Si la primera mitad estuvo condicionada por el seísmo inicial, lo mismo sucedió en la segunda. Esta vez, sonrío al Oviedo. Molina convirtió un despeje en un globo inestable al saque de un córner y Cristian lanzó un puño lleno de dudas. La pelota salió mansa, justo hacia donde se encontraba Montoro que cabeceó a la red.
El gol tuvo efecto inmediato en los dos equipos. Es como si el Oviedo le cediera cortésmente sus fantasmas a los maños. La grada ya estaba inquieta cuando se rozó el segundo visitante, a los 56 minutos. Los de Bolo montaron una contra de tutorial, con Viti y Pomares afilando el ataque, Cristian despejando con la mano y Lucas recogiendo el rechace. Bastón, en el área pequeña, se atoró con el remate de tacón y el 1-2 se fue al limbo. Analizada la acción con calma, un control hubiera sido una mejor solución.
La acción tuvo un “remake” poco después. Otra vez Bretones en la profundidad. De nuevo Lucas llegando en carrera y poniendo un buen centro. Tampoco esta vez Bastón acertó, ya en el área. Parecía cómodo el Oviedo y nervioso el Zaragoza, que solo apretaba en la estrategia. Los murmullos se convirtieron en pitos cuando Viti, minuto 68, sirvió otro balón peligroso al corazón del área. Los azules ya eran ganadores del duelo anímico. Faltaba lo más importante, el gol.
La sensación es que el Oviedo había tenido su momento y que, por unas causas u otras, no había logrado aprovecharlo. Que a poco que hubiera sonreído la fortuna, podría haber tomado La Romareda, en constante estado de ebullición contra los suyos ("¡Carcedo, vete ya!", a coro) . Pero no picó cuando pudo y el último tramo le empujó hacia su área. Porque apretó el Zaragoza y Nadal apareció para, al menos, abrochar un empate que mantiene la imbatibilidad fuera de casa.
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