El estilo no se toca: análisis del momento del Real Oviedo

En el partido menos fino de la etapa de Carrión, el equipo azul mantuvo su apuesta por la pelota: la sensación es de haber perdido dos puntos

Luismi, en el duelo ante el Amorebieta del sábado. | Área 11

Luismi, en el duelo ante el Amorebieta del sábado. | Área 11 / Nacho Azparren

Nacho Azparren

Nacho Azparren

En las buenas y en las malas, la misma propuesta. En apenas seis jornadas al frente del equipo, Luis Carrión ha logrado la, seguramente, misión más complicada para cualquier entrenador: dotarle a los suyos de un estilo reconocible. Lo ha hecho además con un cambio drástico, lo que proponía Cervera era la antítesis, y, lo que es más importante en este punto, lo ha logrado con los resultados dándole la mano. Ganar hace que cualquier camino se haga más corto. En Amorebieta, el Oviedo no tuvo la brillantez de otras citas, como Elda (1-3) o ante el Albacete (3-0), se le vio más atascado ante la presión de los vascos, pero sí mantuvo el estilo. Visto lo visto, todo el mundo sabe a qué atenerse cuando se sienta a ver un partido del Oviedo y esa es la primera victoria de Carrión. En el choque disputado en Lezama, los azules –de rosa entonces– trataron de acercarse al triunfo a través de la pelota. Como (casi) siempre. Gozaron del balón el 66% del tiempo, nuevo récord de la temporada, facilitado este dato, eso sí, por la inferioridad numérica del Amorebieta en los algo más de últimos 20 minutos de juego. Ahí se acentuó el dominio de los de la capital del Principado.

Fiel a una idea. Hasta en los peores momentos, los inicios de los dos tiempos, los de Carrión optaron por rasear el cuero, por no rifar casi ninguna pelota. Daba la sensación de que el choque se jugaba en el alambre: un error en la salida podía ser mortal, pero superar esa primera línea de presión vasca concedería los espacios necesarios para correr. No hubo fallos que lamentar atrás, salvo uno de Jimmy al comienzo del segundo tiempo. En cuanto a lo de superar líneas de presión para llegar al área rival, lo logró, de forma clara, en un par de ocasiones. Pero ni Bastón ni Seoane ajustaron la mira lo suficiente para hacer un gol que parecía ser suficiente para desnivelar el encuentro.

Falta de chispa. Al final del choque, Carrión expresó que no se lo podía echar en cara nada al equipo. Se refería a la actitud. Sí hubo algunas lagunas en cuanto al juego, que se hicieron más evidentes con un futbolista más sobre el campo. Entonces, replegó el Amorebieta y dominó el Oviedo, pero la serie de centros al área no encontró rematador. No sería por falta de pólvora, ya que el partido acabó con Alemão y Bastón en la doble punta, con Cazorla moviéndose entre líneas y Viti recluido en el lateral diestro. Ese detalle final, esa última decisión, fue la que privó a los azules de un triunfo que le hubiera empujado aún más en la tabla.

Terreno perdido. Esa sensación de oportunidad perdida se acentúa cuando se observa la tabla. Tras el pésimo inicio en la etapa Cervera, el Oviedo juega cada semana contra el rival de turno y contra la desventaja acumulada. Como si se viera obligado cada jornada a escalar para estar en el sitio que le corresponde por presupuesto y plantilla. Ahora será la labor de Carrión tratar de encauzar esa ambición para que esa mentalidad no se convierta en ansiedad. Lo hará, parece seguro, manteniendo firme la apuesta por la pelota.

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