Oviedo desencadenado: así sería la temporada de los de Carrión dirigida por Quentin Tarantino

El técnico, como el doctor Schultz, ha logrado liberar al equipo azul que ahora colecciona recompensas, pero el premio está al final del camino

Luis Carrión

Luis Carrión / LNE

Nacho Azparren

Nacho Azparren

La escena tiene lugar al comienzo de la película. El doctor King Schultz y Django Freeman, un esclavo recién liberado, esperan en la cantina del pueblo, en pleno 1858 en el desierto de Texas, mientras fuera se monta el jaleo. El marshal (alguacil) se acerca al bar, e insta a salir y dar explicaciones a los dos protagonistas. Delante del representante de la justicia yace el cuerpo del sheriff, con quien el doctor Schultz ha acabado de un certero balazo. Además, cien rifles apuntan hacia la entrada del bar, esperando la salida de los sospechosos. «Están algo tensos ahí fuera, así que no hagas gestos bruscos y deja que yo hable», le invita Schultz a un Django que no sale de su asombro.

Si la temporada del Oviedo hubiera sido dirigida por Tarantino se parecería bastante a «Django desencadenado».

(Aviso al lector: las siguientes líneas que van a leer pueden contener algún spoiler).

No era la situación tan dramática para el Oviedo en la sexta jornada, penúltimo, pero sobre los hombros de sus futbolistas pesaba una presión similar a la de cien rifles apuntándoles. Los murmullos y pitos del Tartiere pueden llevar pólvora.

Si vieron la película ya se habrán dado cuenta del reparto de los roles. Django es el Oviedo. El marshal y sus pistoleros, la Segunda División. A Carrión le toca hacer de doctor Schultz.

La aparición del técnico en el guion de la temporada ha liberado al Oviedo de la misma manera que el doctor se las ingenia para convertir a Django en un hombre libre. Los grilletes aprisionaban el juego de los azules hasta que el entrenador les dio alas.

El cambio del Oviedo fue sorprendente de la mano del catalán. Casi tan llamativo como el paseo de los dos protagonistas por las calles del pueblo de la escena ya comentada. «¡Es un negro a caballo!», gritan los pueblerinos, impactados por la inverosímil situación. «¡El Oviedo jugando en corto!», exclamaron restregándose los ojos los más incrédulos a la llegada de Carrión.

El objetivo sigue siendo el mismo, pero el camino es muy diferente al de los inicios de temporada. Ahí está el gran mérito del entrenador: enseñarle al equipo por dónde se va. «Hagamos fortuna en invierno y te ayudaré en verano», le dice Schultz a su nuevo socio, al que adiestra en el uso del revólver. El Requexón es el duro invierno en el que Django ensaya con la pistola.

El Oviedo desencadenado ha mejorado con el doctor Carrión, pero el camino no se detiene. No solo se trata de ir recogiendo la recompensa en cada pequeña aventura. Hay un objetivo más ambicioso. El Oviedo, como Django, también mira de reojo a Misisipi, a ese final de campaña que decidirá, tan cruel es el fútbol como el antiguo Oeste, si el camino ha merecido la pena. Es al final donde espera la gloria. Todo se reduce en rescatar a Broomhilda, la esposa de Django, vendida en el mercado de esclavos.

Carrión y sus hombres, convertidos en cazarrecompensas, se enfrentan en El Molinón a una de las misiones más peligrosas. Carrión lo sabe, pero como el doctor Schultz, él también tiene un plan. «¿Por qué te importa si encuentro a mi esposa?», le pregunta Django a su compañero en un alto en el camino. «Francamente, nunca antes le había dado a nadie su libertad», le contesta Schultz. «Francamente, nunca antes he logrado el premio de un ascenso», podría responder Carrión.

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