Viejos y nuevos mercados. Una oportunidad para Salas

Javier F. Granda

Javier F. Granda

Siempre me detengo a pensar en el esfuerzo que realizan aquellos que viven de la venta en los mercadillos, negocios que vienen regulados en ordenanzas de venta ambulante o por el aprovechamiento de la vía pública u otros bienes de dominio público local, por los diferentes ayuntamientos. Y qué distinto debía ser en el pasado cuando la compra y el intercambio de bienes en el mercado era imprescindible para conseguir aquello que no se tenía, comprar o intercambiar lo propio por lo ajeno, esperando a veces semanas para poder negociar lo necesario y con la escasez de muchos productos. Ese trapicheo necesario para el abastecimiento cotidiano de los suministros más básicos es lo que ha conformado los mercados estables. Pero el mercado no es solo un referente económico y comercial, sino también cultural, porque en el mercado se aprende y se conocen nuevos productos, en él se intercambian opiniones y conocimiento. Por ello es tan necesario apostar por el mercado local y no solo por la tradición, sino por las sinergias que genera un referente semanal, para socializar y dinamizar económicamente una localidad. Sabemos también que es necesario apostar por el comercio local y por los productos de proximidad. Salas celebra su mercado los martes y me apena ver cómo ha ido mermando gradualmente si exceptuamos los meses álgidos del verano.

Algo importante a destacar es que el Ayuntamiento ha dejado de cobrar tasas por la instalación de puestos en el mercado, incentivando a quienes se instalen con sus mercancías y apuntalando en lo mínimo para que esta cita no se extinga. Pero hay algo que puede darle un impulso al comercio local si se medita y se plantea con cierta cordura: la implantación de un mercadillo o rastro semanal o quincenal, donde se instalen puestos de venta de materiales tan diversos como quincallerías, antigüedades, muebles, ropa usada, y todo tipo de objetos impensables. Hoy por hoy, los rastros son lugares de encuentro que arrastran a mucho público. Siempre puedes llevar algo del rastro por muy poco dinero, un tesoro a veces, que jamás imaginaste encontrar. Pensemos por ejemplo en el Rastro de Madrid, El Campillín, Gijón, o Piedras Blancas.

¿Qué día sería el indicado para que en Salas se instalase un mercadillo de estas características? Sin duda, en sábado. Este es un día en el que no hay competencia de ninguna localidad próxima y bien puede servir para implementar una actividad, tanto lúdica como comercial, que permita atraer visitantes y curiosos que se mueven por este tipo de eventos. Si a esto se le acompaña de una oferta gastronómica adecuada, en pocas semanas podría ser un revulsivo interesante que dinamizase la villa.

Invitaría también a cualquiera que quisiera sacar sus cosas a la calle con el fin de venderlas o intercambiarlas, para que pudieran hacerlo, tal cual se hace en muchas ciudades europeas donde los vecindarios elijen un día de la semana para deshacerse de aquello que ya no necesitan, para renovar o aligerar los espacios de la casa. Ese intercambio sería un motivo para proponer unos hábitos de consumo responsable, entraríamos en el ámbito de las 3R sin darnos cuenta ya que estaríamos reduciendo, reutilizando y reciclando objetos que, tarde o temprano, incrementarían el volumen de residuos, pues, si en unas manos han sido amortizados, pueden servirle a otro. No dudo que esto sería un éxito en Salas y en cualquier localidad que se lo plantee, porque nuestra mentalidad ha variado en unos años y ahora pensamos en recuperar cosas que han adquirido valor sin que nos hayamos parado a pensar que antes las desechábamos. Ahora valoramos un ocio constructivo, vivimos en una sociedad del conocimiento y entrar en contacto con objetos de otra época resulta un placer para los sentidos y siempre se aprende, que también es importante.