Nuestro cuerpo evoluciona diariamente desde nuestro nacimiento hasta convertirnos en adultos, desarrollándonos psíquica e intelectualmente. Basado en estudios realizados por Iglesias, J.L. (2013). Podemos afirmar que a los 21 años de edad es cuando la evolución corporal se detiene, dejando de crecer físicamente para evolucionar intelectualmente. Alcanzamos entonces la máxima eficiencia hormonal y es a partir de la adultez media (30 a 50 años) cuando el organismo comienza una fase de involución, iniciándose así el envejecimiento. Apreciable a nivel físico con la aparición de arrugas, pérdida de volumen muscular, flacidez y ralentización en la capacidad motora. Internamente los órganos internos comienzan un proceso similar, aparecen dolores musculares, articulares y problemas en el sistema circulatorio o respiratorio.

La realización de ejercicio físico resulta muy eficaz no sólo con vistas al fortalecimiento, sino también como medio de prevención contra el envejecimiento prematuro del organismo y la reducción de la edad metabólica. La actividad física es una necesidad corporal básica, estamos creados y pensados para el movimiento, el biorritmo de vida actual con largas jornadas laborales que favorecen el sedentarismo, tendrá una acción directa sobre el deterioro del mismo.

A su vez, en los hombres, procesos como la andropausia provocan la disminución de los niveles de testosterona, hormona que nos mantiene activos y atentos, aumenta la concentración y la memoria, siendo además un potente activador sexual aumentando la líbido y el desarrollo muscular. En cuanto a la mujer, la menopausia produce una rápida degeneración ósea y pérdida de masa muscular.

La actividad física regular reduce considerablemente los factores de riesgo a la hora de padecer una enfermedad cardiaca, incrementando la fuerza, la resistencia y la eficacia del miocardio.

El músculo cardiaco de una persona activa es más eficaz y menos propenso a la fatiga. El deporte reduce el exceso de grasa en el cuerpo, controlando los depósitos de la misma en las arterias, por consiguiente disminuyendo el riesgo de padecer trombosis. De esta forma el aparato respiratorio aumenta su rendimiento, incrementando la capacidad vital de los pulmones y la eficacia del intercambio de gases. De la misma manera, la práctica regular de actividad física resulta beneficiosa, favoreciendo al sistema cardiorrespiratorio y al sistema músculo-esquelético. Sin olvidar los beneficios a nivel psicológico y el aumento de la producción de endorfinas y endocanabinoides derivados del ejercicio, a la vez que favorece el aumento de las relaciones psicosociales.

El sistema nervioso también se ve beneficiado ya que aumenta la coordinación y nos ayuda a responder más rápido a los estímulos. La velocidad de reacción y la mejora de reflejos están relacionados con una buena forma física.

Patologías como la diabetes mellitus, el asma, la osteoporosis, la obesidad y otras se ven beneficiadas por la práctica regular de actividad. De esta manera, nos encontramos con numerosas alteraciones a tratar por parte del equipo de fisioterapia. Desde Fibras Fisioterapia contribuimos a mejorar los procesos anteriormente mencionados y aumentar la calidad de vida de nuestros pacientes. Es fundamental un proceso de readaptación a la actividad, lento y progresivo que conlleva una valoración previa con el objetivo de abordar todo tipo de desajuste, déficit o antecedente lesional que provoque incapacidad a la hora de realizar una reintroducción al ejercicio físico.

Por tanto, atendiendo a las necesidades particulares, condiciones y objetivos de cada uno. Tratamos de crear una serie de expectativas reales, evitando factores de riesgo. En Fibras Fisioterapia te ayudamos con tu tratamiento y con la prevención adecuada.