Opinión

Los problemas para encontrar directivos sanitarios en Asturias y sus posibles soluciones: crear escuela y elegir a los mejores

La sanidad pública necesita equipos de gobierno con la máxima cualificación y que sus funciones se prestigien

Directivos sanitarios: crear escuela y elegir a los mejores

Directivos sanitarios: crear escuela y elegir a los mejores

Enrique González Fernández es Médico, Máster MBA, Diplomado en Gestión de Áreas Hospitalarias y Experto en gestión sanitaria

El pasado 30 de abril se publicó en el Boletín Oficial del Principado (BOPA) el nombramiento del nuevo gerente para el Área Sanitaria VI (oriente de Asturias), completándose así la renovación de las gerencias de las zonas de salud de la región.

Han pasado diez meses desde la toma de posesión del Gobierno asturiano. Aunque la actividad de la Consejería de Salud en el plano político ha permitido avances en el diseño del Servicio de Salud (Sespa) para los próximos años, el día a día de los centros sanitarios, las decisiones referidas al desarrollo de iniciativas de mejora organizativas, a la producción de servicios o a la cobertura de vacantes en puestos intermedios, entre otras, se han visto lastradas por el lento proceso de cobertura de los puestos directivos, condicionado fundamentalmente por dos cuestiones: la búsqueda de las personas idóneas y el trámite para el nombramiento. En ambos aspectos existen amplios márgenes de mejora, a juicio de la mayoría de los profesionales.

Son varias las razones por las que no es fácil encontrar directivos. La primera, el escaso atractivo profesional, tanto por el riesgo de exposición pública como por la intensa dedicación exigida. A ello se añade el escaso incentivo económico, y no es que el salario de un directivo sea bajo, sino que es similar a la retribución que un profesional percibe por su trabajo en la categoría que le corresponde, o, si ya ocupa puesto de responsabilidad como mando intermedio, es posible que la retribución como directivo sea inferior a la de su puesto de trabajo habitual.

Debería crearse un registro de profesionales aspirantes acreditados para el ejercicio de la función directiva

En cuanto al largo proceso de tramitación, que somete a los centros a un periodo de interinidad de unos dos meses, es necesario un cambio normativo que combine las exigencias de transparencia y libre concurrencia en el sector público con la necesaria agilidad y eficacia.

Hay una tercera cuestión: la ausencia de un modelo de carrera profesional específica y de la definición de un estatus directivo, incluida la diferencia entre directivos y responsables de línea, cuestiones que deben explicitarse en función del nivel de responsabilidad y prelación jerárquica. Definir un modelo de carrera directiva implica disponer de un currículo formativo mínimo acreditado para poder ejercer la responsabilidad como directivo, así como mecanismos de acceso a las actividades docentes que permitan alcanzar dicho currículo.

La formación de mandos intermedios y futuros directivos debería ser una tarea prioritaria impulsada desde la Consejería de Salud, seleccionando los contenidos, eligiendo los mejores formatos y los responsables de cada línea de formación, articulando una escuela formativa ágil, versátil, actualizada, que asegure que la dirección de unidades, servicios y centros está desempeñada por profesionales con la mejor cualificación y motivación posible.

Como complemento, debería crearse un registro de profesionales aspirantes acreditados para el ejercicio de la función directiva. Sería el primer espacio de búsqueda de directivos, con la ventaja de que ya estarían evaluados y acreditados. De este modo, la transparencia y la concurrencia se iniciarían con la inscripción en este registro, lo que permitiría acortar los plazos para la selección y el nombramiento.

Con estos instrumentos, los puestos directivos deberían ser mayoritariamente cubiertos por personas acreditadas e inscritas en el registro.

La función directiva en el Sistema Nacional de Salud necesita, asimismo, una mayor claridad en la definición de competencias y responsabilidades, diferenciando los puestos de rango superior de aquellos que, funcionalmente, son asimilables a direcciones de línea, como sucede con la mayoría de las denominadas subdirecciones, lo que debe tener reflejo en el modo de selección y la duración de su nombramiento. El tipo de nombramiento, o contrato, en su caso, debe especificar en cada caso la duración y la metodología de evaluación de resultados, especialmente en aquellos de mayor rango jerárquico.

En resumen, si realmente –y las organizaciones sanitarias así lo necesitan– queremos que los directivos cuenten con la máxima cualificación y acreditación, no sólo es necesario exigir una serie de conocimientos, sino que se requiere una reflexión amplia sobre su rol en la organización y sobre cómo la dirección corporativa es capaz de seleccionar de manera ágil a los mejores. Y no vendrían mal una serie de acciones que mejorasen la visualización y valoración de la función directiva en el sistema sanitario.

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