La residencia de mayores Valentín Palacio de Siero vuelve a poco a poco a la normalidad tras doce meses marcados por la pandemia. Se retoman los paseos por el centro, las visitas escalonadas de los familiares y las risas de los niños del colegio Hermanos Arregui vuelven a colarse desde el patio desde a la hora del recreo. "Fue un año muy duro, hubo que gestionar el miedo de los residentes, los familiares y los trabajadores y poner en marcha un nuevo modelo organizativo para frenar la propagación del virus", explica Beatriz Cueva Riestra. Es la directora más veterana de la red de residencias de mayores del ERA. Valentín Palacio es un centro polivalente, aquí hay 102 plazas para residentes y 28 en el centro de día. Las instalaciones se completan con un centro social, gestionado por la asociación de pensionistas El Carmín, que permanece cerrado. "Estamos muy contentos de que haya podido volver esta nueva normalidad pero vamos poco a poco. El centro de día se abrirá en junio y de momento no hacemos actos conjuntos y seguimos con grupos burbuja", detalla la responsable del centro.

CPR Valentín Palacio de Pola de Siero

"Si hay que sacar algo positivo de lo que ha supuesto la pandemia me quedaría con la sectorización de las residencias, es un nuevo modelo de atención que ha llegado para quedarse", explica Beatriz Cueva. Para evitar la propagación del virus la residencia se dividió en cuatro unidades más pequeñas y se cambió la organización del personal para evitar la rotación. "Al final son pequeñas unidades de convivencia entre residentes y trabajadores. Durante cinco meses no hubo visitas de familiares y los trabajadores lo fueron todo para ellos. La plantilla se implicó y los mayores asumieron todas las normas, todo el mundo en lo que pudo dio lo mejor de sí".

Conchi Migoya pasea a su madre, Maruja González Escandón, por las inmediaciones del centro. "Tenía miedo que no me reconociera cuando volviera a verla pero el personal se volcó con los residentes y tuvieron los abrazos que nosotros no podíamos darles", explica, "para mí son familia". Maruja tiene 92 años, lleva tres años en la residencia y fue una de las afectadas por el covid. "El trabajo de los profesionales evitó que hubiera un deterioro cognitivo mayor, hubo un trato muy humano y siempre estuvieron en contracto con nosotros", explica su nieto Alberto Navarro Migoya.

Maruja González Escandón y su nieto Alberto Navarro Migoya Amor Domínguez

"Lo pasamos mal pero entendemos las restricciones, hicieron lo que tenían que hacer para que no se propagara el virus", explican Dorita y Emilia, dos de las residentes que pasaron el covid el año pasado. María Jesús Dorita llegó a la residencia un mes antes de la pandemia. "Me costó adaptarme porque me habían roto los dedos de un pie y estaba escayolada. Me afectaba no poder ver a mi familia y tener que estar encerrada", explica. Las salidas de la residencia y la vuelta a las visitas abren una nueva vía. "Entiendo todas las medidas que se tomaron porque fue una manera de evitar la propagación del virus. Ahora seguimos con las mascarillas y no nos juntamos en grupos grandes". Emilia Cifuentes lleva una década en la residencia sierense. "Echo de menos la relación que teníamos entre nosotros, ahora hay un cierto recelo y miedo a la hora de relacionarnos", confiesa.

Dorita y Emilia en el CPR Valentín Palacio Amor Domínguez

"Durante el confinamiento la residencia se abrió a la sociedad de alguna manera, los vecinos felicitaban el cumpleaños a los residentes desde las ventanas y había una unión con el barrio en el momento de los aplausos". Es uno de los momentos de los meses de encierro que rememora Beatriz Cueva. "Desde la experiencia creo que el futuro de los centros de mayores debe ir hacia unidades pequeñas en las que se de más prioridad a la atención de la persona y no tanto en las tareas. Es difícil buscar el equilibrio pero el centro tiene que ser lo más parecido a un hogar"