El poleso que ha dado tres vueltas al mundo narra su última aventura: vivir con la tribu de los Nenets en el Ártico ruso

Alberto Campa cuenta su experiencia de convivencia con tres familias de pastores de renos durante una semana y con temperaturas de 30 grados bajo cero

Alberto Campa, con Ania y Román, dos pequeños de la tribu de los Nenets, delante de su casa, un "chum" hecho con piel de reno.

Alberto Campa, con Ania y Román, dos pequeños de la tribu de los Nenets, delante de su casa, un "chum" hecho con piel de reno. / A.C.

Lucía Rodríguez

Los Nenets son un pueblo de Siberia, que habita en el ártico ruso. Con el paso del tiempo se diferenciaron dos grupos, según el territorio que ocuparon y las actividades económicas que realizaban. Uno de ellos es el de la tundra de la península Kanin, ubicada en el norte, que se hicieron criadores de rebaños de renos. Con ellos ha convivido durante una semana el aventurero poleso Alberto Campa, en un viaje que realizó a finales del mes de febrero.

«El viaje fue un regalo que me hizo Babis Bizas (explorador griego) cuando me seleccionó entre varios viajeros del mundo con el Premio Viajero del Año 2023», explica Campa. «Fue una sorpresa muy bonita, porque es una zona muy remota y si no hubiera sido por esto, lo más probable es que no hubiera podido ir nunca», dice.

La aventura comenzó en Moscú, donde «tomamos un tren, que compartimos con los militares que iban a la guerra de Ucrania, que nos llevó hasta el aeropuerto de Salejard, que se podría decir que es la capital de la provincia autónoma donde están los Nenets». A partir de ahí, comenzó una expedición llena de paisajes helados y vivencias inolvidables. 

«La llegada al primer campamento de la tribu, se realiza en unos vehículos llamados Trekol», unos todoterrenos 6x6 que permiten atravesar lagos y ríos helados. Después, «un desierto de nieve, donde no hay absolutamente nada, se despliega ante tus ojos. Es increíble que esta gente pueda vivir ahí», indica Alberto Campa. 

La migración anual recorre distancias que varían desde los 500 hasta los 1.000 kilómetros, en los que «las familias se desplazan con doce trineos, donde llevan sus casas, estufas, chimeneas y todo lo necesario».

Afortunadamente, no viajan solos. “Les acompañan sus renos, que en esta ocasión eran sobre 800, que son los encargados de tirar, por parejas, de los trineos que pueden llegar a pesar hasta tres toneladas en total”. Para ello, cada vez que emprenden su viaje, "los ponen a correr alrededor del poblado, para seleccionar a aquellos que tienen más aptitudes para ir encabezando la marcha". Y es que "una vez que está en movimiento, les cuesta mucho, pero arrancar tirando de todo ese peso es una tarea muy complicada".

Durante toda la travesía, los animales "excavan la nieve con sus patas y se alimentan todo el invierno de los líquenes y el musgo que encuentran debajo, porque no hay otra cosa". De estos animales, los Nenets lo aprovechan todo. “Utilizan sus pieles para elaborar sus trajes y sus casas, su carne para comer e, incluso, sus tendones para hacer cuerdas con las que pescar”. 

Y es que esta tribu se alimenta, básicamente, de carne y pescado crudo que consiguen a través de las habilidades que han desarrollado durante el tiempo. Alberto Campa explica que "para pescar, hacen agujeros en el hielo y meten cuerdas y redes entre varios de ellos". Así se queda durante toda la noche, hasta que, por la mañana "vuelven a hacer un nuevo boquete y los recogen". "¡Los peces salen congelados!", indica el viajero. Para cazar, utilizan un método similar: "Hacen también un hoyo, donde se esconden y, mientras uno va espantando a los animales, otro es el que les dispara". Campa fue testigo de cómo atraparon tres liebres, que después cocinaron para que pudieran comer. "Y es que aunque parezca que es imposible encontrar nada, es un lugar con mucha vida. Zorros y liebres son alguna de la fauna que más abunda", señala.

En la tribu, cada uno tiene su tarea. "Las mujeres se pasan el día trabajando, cosiendo con las pieles de los animales que cazan y los más ancianos son los encargados de elaborar las cuerdas". Evidentemente, como en todas las familias, también hay niños. En su viaje, Alberto Campa tuvo la oportunidad de conocer a dos hermanos: Ania y Román. "Antes los pequeños vivían generación tras generación con sus padres, pero de unos años para acá, cuando alcanzan una edad, los rusos los escolarizan y se quedan internados en Salejard para poder estudiar", explica Alberto Campa. "Durante el verano, vuelven con sus padres", añade. "Los niños conocen, por así decirlo, la civilización y, probablemente, llegará un momento en el que ya no quieran regresar al poblado", apunta el poleso.

Después de una semana caminando campo a través a temperaturas de 30 grados bajo cero, Alberto Campa finalizó su nueva aventura en San Petersburgo. A lo largo de su vida, el poleso ha dado tres vueltas completas al mundo y ha recorrido más de 250 países y territorios. Sin embargo, admite que esta es una experiencia que, sin duda, no olvidará jamás. “El modo de vida de esta tribu es algo que muy poca gente conoce, entre otras cosas, por lo remoto del lugar, y yo he tenido la suerte de poder vivirlo en primera persona”.