En los tiempos que vivimos, donde el me apetece, el quedar bien, la mentira ,el populismo y no cumplir la ley marcan tendencia y conductas, tener cualquier responsabilidad del tipo que sea es un sinsabor constante que te aproxima a la locura o al infarto. Y si a esto unimos la covid 19 y los dos mil asturianos fallecidos, tenemos un escenario de lo más desalentador para plantear y llevar a término cualquier ilusión o proyecto, ya que mantener la moral alta y la esperanza en medio de tanto sufrimiento y dolor no es fácil y todo esto se evidencia más cuando se acercan las fiestas tradicionales de la localidad, la de todos los años, y se hace recuento involuntario de los que están y de los que faltan. Pero aun así manda más la tradición y el respeto a los nuestros que el miedo y, de una manera u otra, casi todas las sociedades de festejos del concejo se hacen presentes en su parroquia, en su pueblo, y agradecen a socios y vecinos la confianza depositada en ellos bien con el libro de las fiestas, bien con el reparto del bollu preñau y botella de vino, misa, voladores, juegos y demás originalidades…

En Pola de Siero este año el reto era mayor. Había nueva directiva en la Sociedad de Festejos y tenían que estar a la altura de unas circunstancias tan extremas y su único objetivo era agradar, convocar a socios, vecinos y foráneos, con el pregón desde el balcón del Ayuntamiento como preludio y la música como protagonista – estrategia acertada en una ciudad tan musical como Pola- que aunara calles y vecinos, sin escamotear medios y esfuerzos, y todo para celebrar el Carmín,  esta vez en versión urbana (concierto de órgano en San Pedro, terrazas, pasacalles, danza prima, pañuelos azules…) con prudencia y seguridad.

Día soleado de los pocos de este verano sin verano y la Sociedad de Festejos ha estado a la altura de las difíciles circunstancias que vivimos y especialmente ha dignificado una fecha que no puede pasar desapercibida  y es que este año cumplían 325 años de su origen, cuando el matrimonio formado por Andrés Quintanal y María García , en escritura pública, de fecha 8 de julio de 1695, dona una capilla , dedicada a la Virgen del Carmen, en el “Castañeu del Molinucu”, hoy Plaza de Les Campes, y allí, al año siguiente, en julio de 1696 ,se celebró la primera fiesta del Carmín.

Pocas fiestas hay no sólo en Asturias, sino en toda la geografía española que puedan blasonar de unos orígenes tan remotos, y esto debe ponerse en valor. La conocida como “Romería de Asturias”, “El Carmín”, en estos 325 años de historia ha pasado por varios emplazamientos, ya el Castañeu del Molicu, ya el Castañeu Llanu, ya los “Praos” de la entrada de la carretera de Gijón y más recientemente los “praos de la Sobatiella”. Y digo todo esto porque quizás ha llegado ya el momento de plantearse que una fiesta tan centenaria como ésta, de últimos del siglo XVII , de la época de Diego de Torres Villarroel, tenga una ubicación estable , un recinto ferial, que proteja tantos años de historia y tantas vivencias familiares y personales, pues, ¿qué sería de la Romería de Asturias sin “praos” y esto puede ocurrir?

El merecido título de “Romería de Asturias” no es fruto del azar, ni de la casualidad, viene avalado por una tradición centenaria, por el carácter festivo y cercano de nuestras gentes, por una buena ubicación y cercanía, y especialmente por el recuerdo maravilloso de vecinos y visitantes que trasladan sus vivencias del Carmín  a amigos y conocidos, y todo ello hace que la romería vaya a más y conforme una leyenda que nos ennoblece y que tenemos la obligación de proteger y dignificar. Repito, ¿qué sería del Carmín sin “praos”’?

De los muchos Carmines que he vivido recuerdo escenas inolvidables, pregones de asombro -algo muy de Pola-, tortillas y empanadas riquísimas, buena sidra, gaita, baile, excelente compañía y una alegría desbordante que no olvida los problemas o las tragedias diarias que nos invaden, como aquel año de 1997 en que todo el Carmín enmudeció para expresar con un silencio absoluto- algo casi impensable- su protesta y pesar por el asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido.

Todo esto y más es el Carmín y a todos nos compete protegerlo.

Ya para concluir estas letras permitidme que me haga y os haga una pregunta ¿Cómo llegó esta devoción tan marinera a la Pola? ¿Sería el profeta Elías , algún cruzado, un carmelita peregrino a Santiago o el galán de la villa…?

 

P. D:   “Tres cosas hay en la Pola

           que nos las tiene Madrid:

           Les fiestas de les Comadres

           Huevos Pintos y El Carmín”.