Con más o menos fuerza la bicicleta siempre ha estado muy presente en nuestra vida y la propiedad y posesión de la misma era la aspiración de los jóvenes de los años 30 y 40 del siglo pasado, como después en los cincuenta lo fue la “Vespa” , la “Lambretta”… Y muy mediados los 60 se centró en la adquisición del popular Seat 600, el Cuatro-Cuatro , el Biscuter, el Cinco-Cinco y otros semejantes…. El auge y decadencia de la bicicleta estuvo sujeto a muchos vaivenes, en consonancia con la dinámica de la propia sociedad.

Recuerdo los esfuerzos titánicos de muchas personas que se desplazaban diariamente en su bicicleta más de 12 kilómetros para acudir a su centro de trabajo - ya lloviera, hiciera sol o nevase- y otros tantos que las dejaban en los tendejones o patios de algunos bares de Lugones y cogían después el autobús de Traval o el Llanera para desplazarse a Oviedo .¡Era la odisea diaria! En Lugones había dos talleres de bicicletas. En el Cruce Nuevo (hoy Avenida de Oviedo/ Gijón), Garaje Jesús Martínez, y Garaje Cima, el padre de José Enrique, cerca de Casa Fran, poco más abajo de las Escuelas. De un día para otro hicieron su aparición los ciclomotores, unas casi bicicletas, de color negro, a las que se acopló un pequeño motor en la parte delantera de las mismas, y que pese no lograr mucha velocidad, fueron la delicia de sus propietarios ya que les evitaron los esfuerzos diarios de pedalear antes o después de una jornada de trabajo… Y a partir de ahí  las “mobylette”, los “Vespinos”, y con ello el desuso de la bicicleta. ¡Me parece estar viendo la risa de Paco sentado en su vespino! En un santiamén se pasó de reparar bicis a reparar ciclomotores, y la bicicleta quedo reducida al ámbito del ocio, del deporte. Recuerdo como ejemplo de esto la llegada en bici de corredor de mi compañero de estudios Cachero, que venía desde su Colloto natal al Instituto de Lugones, o las cabriolas al aire que hacía con su ciclomotor Manolito Prendes a la entrada del Centro,  hoy calle Leopoldo Lugones. De aquella época han quedado impresas en mi retina dos bicicletas, una la del propio Jesús Martínez que había sido corredor en sus años mozos, que siempre tenía colgada y a buen recaudo en su taller; otra la de mi amigo Cholo, el de la Cantina, de color granate metalizada, con la que corríamos por la Avenida de la Estación o  calle José Tartiere.

 En los años 80 y 90 en Pola de Siero, siempre que hacia las ocho de la mañana me dirigía al trabajo, me encontraba con un ciclista de buena estampa, muy acoplado en su bicicleta, con un pedaleo muy armónico que,  - hiciera sol, lloviera, helase o nevase y muy bien equipado-  daba su paseo desde Villaviciosa hasta casi Oviedo. Hoy son muchos los ciclistas que recorren nuestras carreteras y no sólo los días de descanso, sino a cualquiera hora y día; muchas las tiendas de venta y reparación de las mismas y muchos los modelos y accesorios que se exponen y venden. No hace mucho leía que se cifraba en casi 20 millones de personas las que de una manera u otra tenían cierta vinculación con la bicicleta. Lo cierto es que hoy la bicicleta está en auge y hasta el patinete de mi infancia, que hacíamos con rodamientos y dos tablas de madera, pero ahora con más diseño y técnica, coge impulso, y todo ello obliga a plantearse el modelo de movilidad y urbanización de nuestras calles y ancho de las mismas. Hace unos días la prensa comunicaba que el Plan de Movilidad de Pola asciende a 41 millones de euros. El dato me asombra. No sé si habrá algún error.

La vida y las circunstancias cambian y lo narrado da fe de ello. Hoy la bici está en boga  y las causas pueden ser muchas: que si la lucha contra el cambio climático, que si la protección del medio ambiente, que si guerra a las emisiones de Co2, que las ventajas físicas que supone toda práctica deportiva y más la ciclística que conjuga esfuerzo y paisaje, aire libre, libertad, que si tenemos subvenciones para incentivar su práctica y la creación de más carriles-Bici, que si el interior de nuestras ciudades debe ser más saludable y menos ruidoso… Expuestas estas razones y algunas más que se me olvidan, hay un hecho incontrastable y que conviene poner en valor y es que Asturias padece el mayor desplome demográfico de Europa, que nuestra edad media se acerca peligrosamente a los 50 años, y aún no tenemos los suficientes aparcamientos disuasorios a las afueras de nuestras ciudades, y que nuestro gasto sanitario se incrementa de año en año.  ¡Algo hemos hecho o estamos haciendo mal los mayores para que los jóvenes tengan miedo a la vida! ¿Qué hacemos? Las bicicletas no andan solas.

Unos días atrás me encontré con un amigo de infancia y al preguntarle cómo se encontraba y cuántos nietos tenía, me dijo:

-        De momento la salud me respeta. Tengo dos perros y un gato.