Tiempo de recoger

Sobre cabalgatas, ilusiones e ingratitudes

Ricardo Junquera

Ricardo Junquera

Pues sí, ya pasaron las Navidades; llegó el momento de recoger las luces, los árboles con sus adornos y los turrones que hayan sobrevivido a estos días de fiestas y de felicidades incontenidas. Pero no es a ese concepto de recoger al que me quiero referir aquí. Es a otro recoger; es a ese que viene después del sembrar. Después ya intentaré explicarlo mejor, a ver si me sale.

Os cuento: el otro día fui con dos de mis hijas, ya mayores, a ver la cabalgata de Reyes. Me gusta verla. Cuando mis hijas eran pequeñas y aún conservaban la inocente ilusión infantil por ver a Sus Majestades de Oriente, era sin duda uno de los mejores momentos del año. Hay cosas que no se pagan con dinero, y el poder disfrutar de tus hijos mientras ven pasar cada una de las tres carrozas y oír cómo todo a tu alrededor se convierte en cientos de pequeñas voces, y también de grandes, llamando a Melchor, a Gaspar y a Baltasar, pues eso, que son de esos momentos que aún no se ha inventado el dinero con el que poder pagarlos. Y lo siento francamente por quienes no hayan podido o querido disfrutarlos. Yo sí he tenido la suerte de haber podido hacerlo, y eso lo llevas ya para siempre en tu mochila.

Una de las grandes cosas que tenemos los humanos es que, cuando de verdad nos entregamos, cuando volcamos nuestro verdadero amor hacia lo que de verdad queremos, lo hacemos de una forma totalmente gratuita y sin esperar ninguna compensación por ello. Casi todos lo sabemos. Y allí, esperando a que pasen los Reyes, ves perfectamente eso que estoy diciendo. Y no es una cuestión de que al día siguiente haya más o menos regalos, que cuántos padres hay que, pasándolo mal, hacen lo posible para que sus hijos puedan disfrutar de ese juguete que pidieron en sus cartas, sino de compartir simplemente ese momento de ilusión con los pequeños, y, por qué no, de esperanza con los mayores.

Pero, ay..., también la ingratitud es una de las espinas más crueles que lleva en su carne la raza humana. ¿Cuántos padres o abuelos no recibirán jamás ni una mínima parte del amor que dieron a sus hijos o nietos? Mirad, en algún sitio está escrito que hay un tiempo para cada cosa, y que hay un tiempo para sembrar y otro para recoger lo que hayamos sembrado. Pero eso, desgraciadamente, muchas veces no es así; el tiempo nos acaba robando lo que nunca deberíamos perder, y a menudo, cuando vamos creciendo, raramente pensamos en esa inmensa deuda que tenemos con nuestros mayores, en ese poder devolverles algo de lo que han sembrado en nosotros.

Os cuento esto porque la misma mañana de la cabalgata tuve que pasar un momento por un centro geriátrico; y allí, sentados en la sala central, había bastantes ancianos y ancianas, unos cuantos con la mirada perdida en ninguna parte, vale, pero la mayoría estaban viendo la televisión, en la que en ese momento estaban poniendo una entrevista a unos Reyes Magos; y en los ojos de esos ancianos que estaban viendo aquel programa se veía la misma ilusión, la misma, que se iba a ver en la mirada de los niños aquella misma tarde, y aquella noche, y también en la mañana del día siguiente, la del 6 de enero. Y no es por tocar ninguna fibra sensible, que este es un tema fácil para hacerlo, sino por constatar la realidad y preguntarnos cuántos de esos padres o madres, abuelos o abuelas que no hace tanto llevaron a sus hijos o a sus nietos de la mano a ver pasar a los Reyes, oirán ahora alguna voz que les diga, venga, papá, o mamá, o abuelo, o abuela, prepárate, que esta tarde vamos a ver la cabalgata, y después ven a cenar con nosotros, y a ver juntos mañana lo que nos hayan dejado… Vale más no saber la respuesta a esa pregunta.

Y no pude evitar pensar en lo que nos tocará a nosotros cuando llegue también nuestro tiempo de recoger. Pero, bueno, no vamos a ponernos dramáticos, habrá que confiar en las generaciones que vienen detrás. Y en los Reyes Magos, claro...