Eneko e Iker Pou preparan la coreografía de su vida. Los dos hermanos vascos se han conjurado para lograr una hazaña que pasará a la historia del alpinismo: abrir en el Picu Urriellu la vía más difícil del mundo en escalada libre. Le han puesto por nombre «Orbayu». Llevan dos meses estudiando cada paso, cada agarre, cada mínima fisura a la que aferrarse con sus manos y sus pies. No hay lugar para la improvisación: deben memorizar todos los movimientos. Cualquier error puede resultar fatal. Saben que el único secreto es repetir una y otra vez todos los largos, cogerle el ritmo al Naranjo de Bulnes, hasta que el «baile» que han imaginado quede perfecto.

Los dos montañeros, que desde el 20 de junio preparan la vía -de momento con las cuerdas por encima de sus cabezas para minimizar el riesgo de accidente-, se han caído cien veces intentando esos pasos imposibles en la cara oeste del Urriellu, y quizá se caigan otras cien, pero no cejarán en su empeño. Están decididos a conquistar está vía con las cuerdas por debajo, en escalada libre; lo que significa que podrían sufrir caídas de hasta veinticinco metros. Asumen el riesgo: quieren que el Picu, al que consideran como su «pared de casa», ocupe el lugar que merece en el alpinismo mundial. El más alto.

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Los dos hermanos Pou, dos chavales de Vitoria que llevan la montaña en los genes, se han «inventado» la vía Orbayu. Nadie ha hecho hasta ahora en el mundo una vía de tan alta dificultad. Creen que uno de los largos tiene, al menos, una dificultad «9a», lo que traducido al idioma del resto de los mortales significa algo que no se ha hecho aún en escalada libre. Pero aún podría ser «9a+», lo que significaría que no habría nada igual en ninguna pared natural del planeta. Un ejemplo: la más conocida pared del mundo, referencia para todos los alpinistas de élite, es la del Capitán, en Yosemite (Estados Unidos). Pues bien, no existe allí ninguna vía que se acerque a la dificultad de la Orbayu. Abrir esta vía en escalada libre implicaría dar un golpe de efecto tremendo. Sería importantísimo para el Urriellu, en el que convergerían todas las miradas del complejo universo del alpinismo.

Los Pou bien podrían haber buscado vías parecidas en otras montañas. ¿Por qué el Naranjo de Bulnes? Hay dos razones, una estética y otra sentimental. La estética tiene que ver con la hermosura del Picu. «Es una de las montañas más bonitas del mundo», afirma Eneko Pou, quien destaca que muy pocas cimas acaban «en una aguja caliza perfecta» como la de Cabrales. La razón sentimental tiene que ver con el idilio que los Pou mantienen desde hace 18 años con el Urriellu. Desde que en 1992 alcanzaron por primera vez la cima del Picu, tras subir por la Directísima de los Martínez, han ido conquistando todas sus caras, buscando cada vez mayores dificultades y nuevos retos.

Hace tres años, Eneko e Iker Pou abrían en el Urriellu la que entonces fue la vía de pared más difícil del mundo en escalada libre, a la que llamaron «Lugorri», apodo de un familiar al que querían rendir un homenaje. Ahora quieren darle una vuelta de tuerca más a la cara oeste del Naranjo. La idea surgió hace un año. Los Pou buscaban una vía que nadie hubiera hecho antes. No es fácil en el Urriellu, una montaña «muy machacada», en la que apenas quedan caminos por abrir. Pero hay una gran diferencia entre los buenos escaladores -aquellos que repiten vías abiertas por otros- y los genios de la escalada -aquellos que crean nuevas subidas-. Y los Pou son de los segundos, así que imaginaron una ascensión increíble.

La hallaron iniciando la subida en el desplome de la Bermeya, una pared extraplomada. La vía está dividida en 17 largos. Los cuatro primeros, con desplomes salvajes y dificultades altísimas, de hasta «8a», conducen al agujero de los dos largos claves de la vía Mediterráneo. El quinto largo es «la clave de todo». Allí, a más de 150 metros del suelo, está la máxima dificultad: una pared casi lisa, de verticalidad extrema y con agarres ínfimos, en algunos de los cuales sólo se puede uno aferrar con la primera falange de un dedo. Treinta y cinco metros imposibles, con un problema añadido: los seguros son muy antiguos y están muy distanciados entre sí, lo que significa que el riesgo de caída es muy alto. Los Pou lo tienen muy claro: «Si sale el quinto, sale la vía». No hay quinto malo: saldrá.

Claro que el sexto largo es también complicadísimo y peligroso. A partir de aquí quedarán «sólo» 200 metros hasta la cima, con largos de menor complejidad, pero sin posibilidad de caída, peligrosos. Los Pou confían en memorizar toda la subida antes de que concluya este mes. Sólo cuando lo hayan conseguido lo intentarán en escalada libre. Quieren hacerlo en un día, pero están dispuestos a dormir colgados en el Picu si se hace necesario. Hace apenas unos días pensaban que sería imposible realizar la vía. Sólo el miércoles empezaron a ver la luz, tras vislumbrar el modo de superar el infernal quinto largo.

El nombre elegido para la vía, «Orbayu», surgió en el refugio de Urriellu, situado muy cerca del lugar en el que comenzará la escalada. Los Pou buscaban un nombre asturiano. Porque apenas si hay vías con nombres autóctonos. Querían rendir así un pequeño homenaje a Asturias, una tierra que consideran su segunda casa. «Nos sentimos escaladores locales. Lo somos», indica Eneko. «Orbayu» fue la propuesta del guarda de Urriellu, Tomás Fernández. A los Pou les pareció una palabra muy bonita y musical. Y, como la vía requiere ritmo y una perfecta coreografía, la moción quedó aprobada por unanimidad.

A Iker Pou le gusta la música punk y piensa que cualquier rincón es un buen lugar para viajar. Tiene 32 años y el amor por las cumbres le viene de familia: es hijo de montañeros. Empezó a escalar en 1991, junto a su hermano Eneko, pero antes ya había recorrido los Pirineos y los Alpes de la mano de sus padres. Desde el primer momento quedó clara la enorme habilidad de Iker para la escalada en roca de alta dificultad. Ha realizado más de 70 vías «8c» y «9a», lo que lo convierte en uno de los mejores escaladores del mundo. Su primer «big-wall» importante llegó en 1997, cuando realizó en el Urriellu la vía Pilar del Cantábrico.

A Eneko Pou le gusta el rock and roll y la tortilla de patata. Tiene 35 años y es un claro ejemplo de la polivalencia en montaña. Eneko, que forma un tándem perfecto con su hermano Iker, es un apasionado del esquí y ha realizado descensos extremos en los Pirineos. Es profesor de esta especialidad. Otra de sus pasiones es la escalada en hielo. Junto a Iker ha protagonizado el proyecto «7 paredes, 7 continentes», que los llevó a hollar algunas de las más difíciles cimas del mundo. Eneko, extrovertido y abierto, lamenta que los asturianos no acaben de valorar y amar lo suyo en su justa medida. Asegura que si el Urriellu estuviera en Francia o en Estados Unidos sería «el no va más».

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