Oviedo,

Álvaro LÓPEZ SERRANO

Manuel Rico Avello es uno de esos personajes que la Historia absorbe de una manera inexplicable. A pesar de haber ocupado cargos tan relevantes a lo largo de la II República y de relacionarse con políticos tan prestigiosos como Melquíades Álvarez o Alejandro Lerroux, la figura de Rico Avello, masón y republicano, vive en el olvido, alejado de un merecido protagonismo histórico que su excelso legado político justifica a las mil maravillas.

El historiador Juan Pan-Montojo y el periodista asturiano Enrique Faes, además de Geoffrey Jensen y Nigel Townson, se empeñan en mostrar a la sociedad española la influencia de este político asturiano a través del libro «El sueño republicano de Manuel Rico Avello (1886-1936)», Biblioteca Nueva), y que refleja una visión amplia y real de un personaje que trabajó a destajo por la supervivencia de un período tan convulso como la II República.

Nacido en Trevías (Valdés) y primer vástago de una familia de once hermanos, a los 15 años se desplazó a Madrid para profundizar en las matemáticas, con el objeto de cumplir el sueño de su padre, ingeniero agrónomo, que deseaba que su retoño más aventajado siguiera sus derroteros. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que los números no eran santo de su devoción y decidió tomar otra dirección, acercándose al mundo del periodismo y asomando la cabeza, por primera vez, en el mundo de la política, a través del contacto con el Círculo Republicano del Horno de la Mata.

Su vuelta a Oviedo, en 1904, resulta decisiva para encontrar su verdadera vocación: jurista. Se licenció en Derecho por la Universidad de Oviedo con brillantez. Veinteañero, Rico Avello regresa a la capital para doctorarse siendo más tarde, en 1913, cuando se afilia al Partido Reformista de Melquíades Álvarez y se convierte en secretario de la Asociación Patronal de Mineros Asturianos, su primer trabajo.

Enrique Faes, coautor del libro que revisa minuciosamente la vida de político asturiano, señala que Rico Avello «era uno de los hombres más representativos de la patronal minera de Asturias». Faes señala que en su segundo regreso al Principado recibió una educación «de carácter krausista: duda por sistema, respeto a la disidencia y regeneración», siendo la masonería uno de sus enfoques vitales más importantes.

Con una madurez ya consolidada, en 1920 pasa a formar parte del movimiento regionalista asturiano, manteniendo una lucha ferviente y exitosa por la defensa del sector hullero de la región. Fue entonces cuando, según Faes, «pasó de una efímera militancia en la masonería a abrazar el reformismo de Melquíades Álvarez», siendo elegido diputado provincial por el partido reformista del político ovetense en 1921.

Desde entonces y según el libro «El sueño republicano de Rico Avello (1886-1936)», el jurista asturiano se consolida como un republicano «rara avis», evitando un republicanismo radical y convirtiéndose al centro moderado.

El historiador y coordinador de la obra Juan Pan-Montojo destaca que Rico Avello era «republicano liberal y graduista». O, mejor aún, «un habitante de una de las muchísimas zonas grises de la Historia», según el autor.

Sin embargo, el primer periplo de Manuel Rico Avello en la política tuvo una duración escasa. En 1923, Primo de Rivera se subleva en Cataluña provocando que el protagonista vuelva a ejercer la abogacía en el Principado.

Tras siete años de dictadura, la II República se implanta en España entre un desorden político importante. Rico Avello decidió a partir de 1931 que su destino iba a estar unido a la política para siempre, sin titubeos.

Inicia entonces una escalada que le lleva a ser diputado en las Cortes Constituyentes por la Agrupación al Servicio de la República, la misma formación a la que pertenecía Ortega y Gasset, al que Rico Avello le dedica en una carta datada en 1931 el siguiente fragmento: «Voy a las Cortes con una completa independencia, pues el matiz federalista que represento se halla desligado de todo compromiso de partido (...)». Carta que se reproduce en la web manuelricoavello.org.

En 1933 resulta elegido ministro de Gobernación, siendo un año más tarde ministro de Hacienda, todo ello bajo el mandato de Diego Martínez Barrio como jefe del Gobierno. A partir de entonces, Rico Avello preside las elecciones generales de 1933, que arrojan unos resultados que muestran un cambio dramático en la situación política española. Fue durante el tercer Gobierno de Alejandro Lerroux cuando se le nombra alto comisionado de España en Marruecos hasta 1935, fecha en la que comunica su intención de ejercer como diputado independiente.

El periodista Enrique Faes expresa que la muerte de Rico Avello, en agosto de 1936, «es obra de los milicianos, que no se sabe muy bien si eran libertarios o no». Su fusilamiento, precisa Faes, «se produce en una de las "sacas" irregulares que se hicieron en la cárcel Modelo de Madrid». Más tarde el franquismo lo juzgaría por masonería, lo que dejó patente que Rico Avello era un político antirradical, que, según Faes «no resultaba una figura agradable ni para la izquierda revolucionaria ni para la derecha más próxima al fascismo».