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Los cien años de la cueva del Conde, último refugio del hombre de Neandertal

El conde de la Vega del Sella inició en 1915 la aventura arqueológica de un yacimiento clave para explicar la transición entre las especies humanas

Los cien años de la cueva del Conde, último refugio del hombre de Neandertal

La vocación por la Prehistoria llevó hace cien años al conde de la Vega del Sella a fijar sus investigaciones en una caverna situada en el pueblo de Tuñón (Santo Adriano), entonces conocida como cueva del Fornu. No le falló el olfato al arqueólogo porque la pequeña cavidad ha despertado en el último siglo el interés de destacados investigadores.

En aquella primera campaña arqueológica, desarrollada en 1915, ya quedó de manifiesto la singularidad de un yacimiento cuya estratigrafía planteaba algunas dificultades de interpretación. Las características de los materiales obtenidos en los distintos niveles de ocupación no parecían coincidir con lo que hasta entonces se habían encontrado en otros yacimientos. Lo arcaico de algunas piezas llevó al conde a pensar que los niveles excavados estaban revueltos, por lo que resultaba difícil establecer estratigrafía y fechas claras.

A pesar de las dudas que le ofrecía la tipología de las herramientas líticas, en las notas de campaña ya constata la presencia de tres tipos de tecnología que adscribía al Musteriense antiguo y superior y al Auriñaciense, dos periodos claves -en el tránsito del Paleolítico medio al superior- para explicar la desaparición de los neandertales y la llegada de nuestra especie a la península Ibérica. Algunos expertos sitúan este episodio entre hace 40.000 y 30.000 años. En prehistoria se habla de tecnología o de industria para referirse a las herramientas de piedra o hueso que entonces realizaban los grupos humanos. El tipo de tecnología suele ser fundamental en arqueología porque sus características determinan la época en la que fue utilizada y la especie que la desarrolló.

Actualmente ése sigue siendo el motivo de estudio. Juan Luis Arsuaga y Gema Adán, responsables de las últimas excavaciones desarrolladas hace algunos años, apuestan por la existencia de un nivel de transición entre el Musteriense -cultura atribuida a los neandertales- y el Auriñaciense, propio de los hombres modernos.

Para Gema Adán, lo sucedido en el Conde es lo que proporciona el interés de los investigadores por ese yacimiento. Convencida de que en Tuñón hubo presencia neandertal, cree que esta especie desarrolló un tipo de industria que también era conocida por el "Homo sapiens", es decir, por nuestra propia especie.

Esa coincidencia fue, según sus valoraciones, la que en algunos casos llegó a dificultar la asignación de materiales como raederas, azagayas, colgantes, biftecs y hojitas (lascas utilizadas como cuchillos). Eran herramientas que demuestran que la especie neandertal estaba más desarrollada de lo que siempre se pensó y que "no eran tan escasos", afirma Adán. Quizás esa especialización avanzada llegó a confundir su tecnología con la que desarrolló posteriormente el hombre moderno, que también utilizó la cavidad como refugio al menos hasta hace 20.000 años.

Para reforzar su apuesta por la presencia neandertal, la arqueóloga cita las líneas verticales grabadas en los muros de la caverna que atribuye a esta especie. Comenta que cuando llegaron los sapiens estos grabados estaban cubiertos con sedimentos lo que indica a las claras que tuvieron que ser realizados con anterioridad. En dotaciones hechas durante alguna de las campañas arqueológicas dirigidas por Javier Fortea, la cronología de los sedimentos da fechas de entre 30.000 y 28.000 años.

El interés que el conde de la Vega del Sella vio en la cueva del Fornu fue secundado a lo largo del siglo por otros expertos interesados en desvelar su horizonte cronológico. Sus notas y los materiales depositados en el Museo Arqueológico despertaron la curiosidad de Francisco Jordi, que en los años sesenta retomó las investigaciones del conde de la Vega del Sella y de Obermaier confirmando que existió un nivel intacto de transición cultural Musteriense-Auriñaciense. Esta presencia habla para muchos de la capacidad de los neandertales para desarrollar útiles avanzados y viene a confirmar la presencia inmediatamente posterior de los humanos modernos con una tecnología muy similar.

La caverna también despertó el interés de Freeman, antropólogo americano, que en 1962 realiza un sondeo. Tras analizar todos los materiales, llegó a la conclusión de que "la naturaleza anómala de las series de piezas del Paleolítico superior del yacimiento aún necesita ser explicada". Medio siglo después de Freeman aún quedan capítulos por cerrar.

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