El interrogante sobre el origen genético de la población vasca puede tener su solución más cerca en el tiempo de lo que parece. Y algunos de los mitos sobre su presunto origen anterior al neolítico pueden no ser más que una leyenda urbana alimentada por el nacionalismo. Hasta ahora algunos autores especulaban sobre la posibilidad de que las raíces genéticas de los vascos estuviesen en los primeros pobladores, cazadores-recolectores, de la península ibérica, pero un reciente estudio los vincula con los primeros agricultores que llegaron a lo que hoy es España, mucho más cerca en el tiempo.

El estudio, que publica la revista científica “Proceedings of the National Academy of Sciencies” de Estados Unidos, señala que no hay que remontarse tan atrás en el tiempo para encontrar los orígenes de una población con evidentes peculiaridades. Eso sí, los vascos son los que más se parecen a esos primeros agricultores, pero estos ancestros se asentaron hace unos 5.000 años.

Hasta ahora, la mayoría de los estudios sobre cómo la población europea pasó de los pequeños grupos nómadas de cazadores a los amplios y sedentarios de agricultores se focalizó en el norte y el centro de Europa. Ahora, los investigadores han analizado el ADN de los restos de ocho individuos hallados en la cueva de El Portalón, en el entorno de Atapuerca (Burgos): un emplazamiento utilizado de forma habitual por los humanos a lo largo del tiempo. “Esta cueva es un lugar fantástico con una gran cantidad de material preservado”, afirma Cristina Valdiosera, investigadora del Centro Mixto de Investigación sobre Evolución y Comportamiento Humanos.

Con los restos de estos ocho individuos, los científicos generaron una secuencia genética de los primeros agricultores de la península ibérica, que vivieron entre 3.500 y 5.500 años antes del presente. Una de las primeras cuestiones que comprobaron es que su origen era similar al de las poblaciones que llevaron la agricultura a otras zonas de Europas, constatando así la historia migratoria que permitió la llegada de la revolución neolítica, procedente de regiones en las que ahora se asientan Israel, Irak o Siria.

Estos agricultores se mezclaron con las pequeñas poblaciones que ya estaban asentadas en los territorios europeos y que se dedicaban a la caza. En la península ibérica, ese periodo de mestizaje pudo durar unos dos mil años.

“La diferencia entre los vascos y otros grupos ibéricos está en el grado de mezcla de genes procedentes del este y el norte de África”, explica el profesor Mattias Jakobson, de la Universidad de Uppsala, que encabeza el estudio. Es decir, la singularidad genética de los vascos obedecería más a su aislamiento por cuestiones orográficas que a sus raíces diferenciadas.