Gijón, J. C. GEA

El diálogo -o, más bien, la prolongación y la transfiguración- de todas las referencias de la vida cotidiana hacia una trascendencia que excede el arte y entra en el ámbito de lo religioso gana cada vez más peso en la obra de Pelayo Ortega (Mieres, 1956). Lo deja bien claro el título que el pintor ha escogido para la individual con la que regresará a la sede madrileña de la galería Marlborough el próximo 15 de octubre: «Escala espiritual». Una imagen de hondos ecos místicos que da título a uno de los cuadros de la exposición y que, según el artista, «resume de alguna manera la intencionalidad del conjunto, que prolonga una preocupación que ya estaba presente en mis trabajos anteriores por lo trascendental».

La «escala» que Ortega levantará en las salas de Marlborough está compuesta por una treintena de peldaños: acrílicos y óleos sobre lienzo en los que el pintor ha trabajado intensamente durante los últimos meses en su estudio gijonés, casualmente cercado por calles dedicadas a Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León.

En el conjunto conviven las referencias autobiográficas, al propio oficio y al entorno de su sentimental territorio de provincia -«Autorretrato sobre un cuadro de colores quebrados», «Mi casa en el camino», «Mi pueblo», «Dos casitas bajo la tormenta»- junto a homenajes a los pintores, literatos o músicos -«Gozne-César Vallejo», «Quevedo», «Velázquez») y las obras de temática religiosa que suministran la clave y el horizonte de la exposición («Católico», «La escala espiritual»).

El abordaje de cada una de esas referencias reúne todo el abanico de señas plásticas que hacen inconfundible la obra de Ortega: junto al lirismo de los campos de color uniformes y las formas simples, cuyo dibujo brota directamente desde el tubo, hasta los tempestuosos y ricos torrentes de color que han revivificado en los últimos años su veta más expresionista.

Aunque, conforme al tono espiritual que organiza la muestra, una parte importante de la obra se ciñe a una paleta muy estricta -a veces, blanco sobre negro, como en «Mendigo de la luz» o blanco sobre blanco, como en «Católico»- y tiende hacia una concisión y desnudez que evocan un aire de misticismo. La materia, la densidad plástica de la pintura, sigue siendo, en cualquier caso, protagonista en todas y cada una de las obras.

A pesar del predominio de la obra de gran formato, «Escala espiritual» incluye también una suerte de «suite» de piezas de 70 por 70 centímetros que se distribuirán con «un cierto aire de retablo» en una de las salas más recogidas de la galería de Órfila, 5. La muestra permanecerá abierta al público durante un mes.