Buenafuente dio otro aire a la ceremonia. Ayudó su gracia, su pose discreta y la complicidad que tiene con muchas de las estrellas de las que estaban sentadas en las butacas de la fiesta de los «Goya». El presentador dominó el escenario, con tranquilidad, y también se paseó por los pasillos, con serenidad. Y siempre con un toque de humor justo, justo lo que hace que se cumpla esa máxima de «fino humor». Salió con buen aire del encuentro, tanto que es muy probable que la Academia haya dado con la tecla y tenga en Buenafuente un presentador permanente o periódico, al estilo Billy Crystal en los «Oscar». Y eso lo consiguió a pesar de los largos discursos y de la retahíla de premios que se conceden, que bajan el ritmo hasta de un Ferrari. Estuvo muy bien Alex de la Igelsia cuando subió a escena y recomendó a los suyos que recortaran sus intervenciones, que estaba muy bien acordarse de padres, madres e hijos, pero que había que darle gas a la fiesta para que fuera fiesta. Pero la «muchachada» no obedeció la orden.