Escritor, presenta la novela «Mi nombre es Jamaica»

Gijón, María IGLESIAS

«Mi nombre es Jamaica» supone el «punto de llegada» de José Manuel Fajardo tras veinte años de escritura. El autor aúna en su último libro (que esta semana presentó en Gijón) novela histórica y contemporánea, y lo hace como una forma de conciliar todo lo que ha escrito. «Para tratar de nombrar la realidad», asegura.

-«Mi nombre es Jamaica» es su último trabajo. ¿Cómo lo definiría?

-Como el punto de llegada de todo lo que he escrito en los últimos veinte años. Me da la sensación de que las otras novelas han sido los pasos necesarios para poder llegar a lo que es «Mi nombre es Jamaica». Por un lado, porque en ella aparecen personajes de mis otras novelas y también porque el escribir novelas históricas y contemporáneas ha sido una búsqueda para tratar de nombrar la realidad de la manera más profunda posible. Muchas veces no somos conscientes de que la vida que vivimos está formada por una sucesión de momentos fugaces, por eso construimos relatos de nuestra memoria y tratamos de fijar lo que estamos viviendo. Pero la memoria de los humanos es bastante corta y todo ese pasado, que nos ha ido dando forma, se vuelve invisible. Lo que quería era escribir una novela en la que pudiera contar el presente, pero teniendo en cuenta todas esas raíces invisibles del pasado, que no sólo están atrás, sino que siguen condicionando lo que somos.

-¿Tan necesario es conocer el pasado y ligarlo al presente?

-Por lo menos para tener una verdadera dimensión de las cosas, sí. Por eso escribí novelas históricas para bucear en el pasado, y contemporáneas para explicar el presente, pero siempre buscaba una novela que fuera al mismo tiempo contemporánea e histórica, para hacer pesar ese pasado. Pero hacer pesar todo eso es una cosa enloquecida, así que se me ocurrió que el protagonista fuera un loco y que en su locura tuviera esa percepción completa del mundo. Todo eso viene motivado por un sentimiento: la dificultad para encontrar nuestro sitio en el mundo, y esa sensación terrible cuando tienes una enfermedad, o cuando se te muere alguien que quieres. El personaje enloquece porque su mujer muere de cáncer y su hijo se mata en un accidente de coche y se niega a aceptar que la vida sigue siendo la misma.

-¿Explica a través de la locura de Santiago Boroní un hecho doloroso?

-Sí, es un personaje que se vuelve loco para explicar hechos dolorosos. Es un historiador, especializado en la historia del judaísmo español, y su locura consiste en que piensa que es judío. De alguna manera busca en el dolor del pasado, una razón. La historia es una terrible metáfora sobre la gratuidad y el absurdo del sufrimiento humano. Pensé que el único modo de contar este tema era buscar un punto de ironía. Es esa vieja fórmula cervantina de ese loco lúcido, que te permite disparatar, pero también decir verdades.

-¿A través del personaje principal recuerda la historia de los judíos en España?

-El personaje va acompañado de una amiga que se llama Dana, que es francesa, judía sefardí, descendiente de los judíos expulsados de España, y es una persona realista, cansada de que su amigo se apropie de un dolor que no es el suyo. Ambos emprenden un viaje desde Tel-Aviv al París de las noches de quema de automóviles del año 2005 y terminan en Granada. Es un viaje a la inversa del que efectuaron los judíos españoles en 1492, cuando fueron expulsados por los Reyes Católicos. Santiago en su locura piensa que toda víctima es judío, no importa cuál sea su religión, ni su pasaporte.

-¿El pasado histórico sirve de hilo conductor hacia el presente?

-Si uno empieza a hurgar en los conflictos de hoy las raíces están lejísimos. En paralelo a esta historia, a este viaje de vuelta, Dana va descubriendo que en la locura de su amigo, hay cosas muy sensatas y que a ella le inquietan porque le suenan de algo. De repente, se da cuenta de que está haciendo referencia a un documento histórico del siglo XVII. Es como si el pasado se reflejara en el presente. Hay una especie de búsqueda fantástica.

-¿Seguimos viviendo en un mundo antisemita?

-El antisemitismo forma parte de la mala herencia cultural de nuestra historia mundial. Ahora, hay muchísimo menos y existe una actitud más vigilante ante ese antisemitismo, pero sigue habiendo.