El pasado martes, día 23, el gijonés teatro de la Laboral acogió una representación de la ópera de 1904 «Madama Butterfly», una de las más representativas del catálogo creativo de Giacomo Puccini (con libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica). El acto estuvo organizado por la cadena Cope Asturias y, aunque no gozó de demasiada promoción y hubo ciertos detalles que se descuidaron (como, por ejemplo, ofrecer un libreto a los asistentes con información detallada de los intérpretes), fue una iniciativa loable que presentó muy buenos momentos.

El argumento de esta obra nos remite a un contexto trágico en el que una antigua geisha es seducida por un oficial americano, quien la acabará desposando y conduciendo a que reniegue de su propia religión, mientras que él le es infiel y reorienta su vida con otra mujer.

Números como el dueto amoroso entre los dos protagonistas al final del primer acto («Vogliatemi bene») o el coro susurrante que cierra el segundo acto mientras Cio-Cio-San espera la llegada del oficial Pinkerton son algunos de los más recordados, junto con el dramatismo y la expresividad de los motivos instrumentales (incluyéndose numerosas recurrencias melódicas al himno norteamericano). Con una puesta en escena más bien clásica pero muy efectiva, basándose en las casas rústicas del Japón de principios del siglo XX, Nicola Zorzi nos presentó una ambientación muy correcta, totalmente al servicio de la música y el texto. Las interpretaciones vocales estuvieron, por lo general, bastante cuidadas, destacando el difícil rol de la soprano protagonista (Madama Butterfly), lleno de pasajes de gran lirismo y con un alto grado de matices. Martin Mázik se encargó de la dirección musical de la obra, que contó con la Orquesta Sinfónica de Bulgaria como instrumentistas. Lo mejor, sin duda, fue la articulación de los clímax expresivos y su sincronía con los momentos cumbres del drama, algo que puede resultar muy obvio pero que no siempre empasta con naturalidad.

Una representación bastante correcta de la ópera de Puccini, apostando por el lenguaje básico condensado en la música del compositor italiano. Sin caer en lo rompedor, en ningún lado de la balanza, el teatro musical habló por sí mismo con todos sus recursos a mano, dejando un buen sabor de boca en un auditorio bastante colmado.