Actor, presenta este fin de semana en Asturias «Glengarry glen rose»

Gijón, Saúl FERNÁNDEZ

El actor Carlos Hipólito (Madrid, 1956) contesta a la llamada telefónica de LA NUEVA ESPAÑA y pide disculpas: «Estoy en la calle y hay mucho ruido; déjeme meterme en el coche, así podremos hablar un poco más tranquilos», dice. Esta noche llega a Avilés con «Glengarry glen rose» (mañana, sábado, hará lo propio en el teatro Jovellanos de Gijón), la tragedia laboral por la que el dramaturgo norteamericano David Mamet recibió el premio «Pulitzer» en 1984. El que más venda se llevará para casa un Bugatti; el segundo, un juego de cuchillos y el tercero irá al paro. Así arranca la historia.

-La vida laboral da miedo.

-Está tan mal que muchos ni la tienen. Lo que se cuenta en esta obra es más terrible: la manipulación de la mente de los individuos, que es el arma que utiliza el capitalismo salvaje y que nos obliga a competir los unos contra los otros. La lucha permanente por mantener el puesto de trabajo.

-Y, además, con ese concurso tan bestia.

-Más allá de la anécdota perversa, la obra se centra en lo que nos obligan a hacer para sobrevivir.

-En 2004 estrenó «El método Grönholm» que, más o menos, va de lo mismo que «Glengarry glen rose».

-Es verdad... Aquella obra iba de seleccionar al personal, y ésta de cómo expulsarlo... Con claves diferentes las dos funciones tienen coincidencias evidentes.

-Un estreno avilesino.

-Avilés me dio mucha suerte y me gusta mucho volver. Porque me encuentro con Antonio Ripoll, el director del teatro Palacio Valdés, un amigo. Estuve con «Arte» y nos fue muy bien y, hace muchos años, con «La estación» y pasó lo mismo.

-Perdone, me está dando la sensación de que estoy hablando con el narrador de «Cuéntame»...

-En mayo o junio volvemos a grabar una nueva temporada que se emitirá a partir de septiembre, así que, por lo menos este año está garantizado. Siempre digo lo mismo: la serie terminará cuando empiece a doblar a Ricardo Gómez (Carlitos Alcántara).

-Bueno, volvamos a la vida laboral, pero a la de los actores.

-La de los actores no es más extraña que la del resto de los trabajadores. En todos los sectores pintan bastos y la interpretación no es ajena a lo que pasa en el mundo. El cine está mal y el teatro también, sobre todo en la distribución de los espectáculos: las giras cada vez son más cortas, los ayuntamientos cada vez tienen menos dinero...

-¿Y la televisión?

-Hay muchos productos, pero corren el riesgo de ser tumbados a la primera de cambio.

-Debe de ser duro hacer un trabajo y que luego no se vea.

-En esta profesión hay un componente enorme de vocación, ya lo sabe. Cuando no te llaman, emerge la frustración... lo que queremos los actores es estar encima de un escenario, delante de una cámara o detrás de un micrófono.

-«Glengarry glen rose» cuenta con un elenco de estrellas, un director de relumbrón como Daniel Veronese y, sobre todo, un guión que es una obra maestra.

-Daniel Veronese es un regalo fantástico, un sabio; el texto es magnífico, qué le voy a contar. Y luego, claro, está el reparto, compañeros dentro y fuera del escenario.

-¿Pesa la película de James Foley en el espectáculo que presentan?

-Es curioso. La película, no habiendo sido un éxito, es muy recordada; tanto que se ha convertido en un título de culto. Probablemente, por el gran reparto que tenía: Al Pacino, Alec Baldwin y Jack Lemmon. Siempre está bien decir que uno interpreta el mismo papel que hizo en su día Lemmon... pero se trata de dos producciones distintas. Muchos espectadores nos dicen que vienen al teatro con la película en la cabeza, pero se les olvida al momento. Por ejemplo, Mamet, el autor de la obra, también escribió el guión de la película y le añadió algunas escenas como para dar aire a la historia en el cine. Bueno, pues no da permiso para ponerlas en ningún montaje. El texto funciona por sí mismo.

-La obra la escribió Mamet cuando era progresista. Ahora, sin embargo, dice que es de derechas.

-Me alegro de que Mamet escribiera esto cuando era todavía progresista, de otra manera no hubiera salido una función tan ácida contra el capitalismo; pero, bueno, por muy de derechas que sea ahora David Mamet, imagino que no habrá perdido la inteligencia.

-Pese a los años que tiene la función, parece que «Glengarry glen rose» se escribió ayer.

-Eso es muy triste, porque indica que no progresamos: seguimos estando en el mismo sitio que en 1984.

-¿Y con qué anda ahora?

-A finales de mes se estrena en Telecinco una miniserie sobre la duquesa de Alba. Yo hago de su segundo marido, Jesús Aguirre. Es un trabajo de televisión, pero de gran calidad. Este verano haremos otra miniserie, también para Telecinco: una historia sobre el secuestro del «Alakrana» que dirigirá Salva Calvo, el mismo de «La duquesa». Yo en esta última serie seré el embajador español en Kenia, ya sabe, el negociador.

-¿Y cómo se interpreta a un tipo como este embajador que todavía está saliendo en los telediarios?

-Mi trabajo consiste en apegarme al guión más que en el personaje, aunque esté vivo.