Lo que son las cosas. Allá en el rancho grande de los 80, cuando el cine de serie de acción tipo B se aupó a las pantallas con vitola taquillera de clase A, casi todos teníamos claro que por cada título digno de ver surgía una plantación de setas venenosas para la vista, sobre todo de la mano cargante de los sucedáneos (sí, estoy pensando en Van Damme, Chuck Norris y Dolph Lundgren; Steven Seagal empezó a finales). Algunos saltaron a la gloria como Schwarzenegger, Stallone o Willis pero la mayoría se quedó atascada en el mata-mata más cutre. Es decir, en los 80, cuando todos éramos más jóvenes y cítricos, aquel tipo de cine era lo que era: pasatiempos con alma anabolizante, guión manchado de testosterona y mensajes de reaccionario para arriba.

El tiempo pasa. Y cómo pesa en asuntos de cámara. La nostalgia acecha y ahora una cosa como Los mercenarios llega con la indulgencia bajo el brazo de quienes la ven con ojos tiernos, qué tiempos aquellos. Sigue siendo lo mismo: un guión calamitoso, frases descacharrantes, tiroteos imposibles, matanzas impasibles. Adobado con la nueva tecnología para que parezca menos roñoso, e incluso decorado con los tics de última degeneración con la cámara puesta a centrifugar. En plan Michael Bay, ya sabes. Se repesca a unos cuantas estrellas caídas (botox al canto, qué cante), se mete con calzador a Bruce y Arnold (los únicos que llegaron a hacer buen cine de acción, por cierto y por derecho, junto con el tardío Van Damme de JCVD) y se da a Rourke la ocasión de lucirse en uno de los pocos momentos valiosos de la historia. ¿Autoparodia? Involuntaria. ¿Crepuscular? Stallone debería ver Grupo salvaje cien veces para empezar a saber qué es eso. ¿Autocrítica? Ni por asomo. Una trama de traca, malos zarzueleros y tiros y más tiros, fantasmadas y más fantasmadas, chulerías y más chulerías. Lo más gracioso de este invento sacacuartos (recordemos que Stallone le prometió a Van Damme que ganaría mucho dinero cuando el belga le preguntó de qué iba el guión) que tantas nostalgias cosquilleará con su bufonada bum-bum es que el único «héroe» de acción que no da pena penita pena es Jason Statham. Aún no necesita botox.

Hay quienes dicen que es muy entretenida. Cómo les envidio. Yo me harté de mirar la hora.