Mora silvestre, zarzamora o frambuesa negra, distintos nombres para un mismo fruto que en septiembre alcanza su máximo punto de maduración. En este mes, las zarzas de moras, de las que existen hasta trescientas variedades, están rebosantes de un fruto estrechamente ligado con la infancia, ya que recolectarlas es una práctica muy habitual de los niños, un entretenimiento que proporciona una sabrosa y sana golosina que se puede consumir sola o en compañía de otros alimentos, como leche, yogur, nata, cereales u otras frutas. Pero también sirve para elaborar mermeladas y una amplia variedad de postres (bizcochos, tartas, mousses, helados, cremas, macedonias...). Y, además, en las cocinas más vanguardistas se está utilizando para dar vistosidad y un contraste de sabor a algunas recetas, como ensaladas y platos de carne.

De las numerosas propiedades de este fruto silvestre cabe destacar su alto contenido en antioxidantes, convirtiéndolo así en un buen aliado del corazón, ya que ayuda a disminuir las probabilidades de sufrir afecciones cardiacas. Igualmente, ese poder antioxidante hace que sea un instrumento perfecto para prevenir el cáncer y también para mantener el organismo joven durante más tiempo.

Pero los beneficios que aporta el consumo de moras no terminan aquí. Su elevado contenido en agua hace de ellas un alimento refrescante y, al ser una importante fuente de fibra, su ingesta contribuye a un buen funcionamiento del tránsito intestinal. Además, su aporte calórico es muy bajo, por lo que ayuda a mantener la báscula a raya, y son ricas en vitaminas y minerales.

De sabor agridulce y color brillante, estos pequeños frutos redondos o ligeramente alargados que se cultivan en bosques y praderas soleadas de Europa, Asia y países latinoamericanos están formados por unos glóbulos que contienen diminutas semillas. Como fruta de temporada, las moras se consumen generalmente frescas, aunque debido a su corto período de conservación cada vez es más frecuente encontrarlas congeladas o en conserva. Es aconsejable guardarlas en la nevera, donde pueden permanecer aproximadamente tres días en buenas condiciones. A partir de ahí, su estado se va deteriorando, perdiendo su terso aspecto, así como ese sabor entre dulce y agridulce.