Intensos estudios de mercado realizados en EE UU desde hace una década han establecido que entre el 15 y el 20 por ciento del público potencial de los cines durante la Semana Santa acudirá con agrado a ver una película -también en familia- de lo que antes se llamaba "cine religioso" y hoy se etiqueta más bien como "cine religioso y de valores", fundamentalmente "cristianos" (protestantes, metodistas, baptistas, católicos, etcétera).

La alarma sobre la desatención a ese público potencial se desató en la Semana Santa de 2004, con "La Pasión", del director Mel Gibson, que ciertamente no era para todos los públicos -dada la brutal efusión de sangre-, pero sí atrajo a mucho público. Además era firmemente una película de confesión, o confesional, hecha por un tradicionalista que insinúa haber encontrado mucha verdad -más que en los Evangelios- en la Sábana Santa o en las obras de la mística Ana Catarina Emerich, que afirmó haber visionado en su mente todo detalle de la Pasión.

Pues bien, entre Emerich y Gibson montaron un lío destacable a causa de la interpretación maximalista y muy discutible de Jesús como estrella antijudía aplastada después por el pueblo deicida (y dejando muy a salvo a los romanos, ya que en Roma se estaban escribiendo o recopilando los Evangelios). Sin embargo, cada vez sobresalen más datos de que Jesús fue un perfecto rabino reformador y que, después de llevar a cabo una toma del templo -aunque se descarta que fuera un personaje violento-, su condena y ejecución fue una más entre las miles que acaecieron en aquellos años (¿miles de ejecuciones y ni un solo cadáver rescatado por la arqueología? Respuesta: la cal viva). Y un pozo de cal con ajusticiados -que le es evitado al cadáver de Jesús por intervención de José de Arimatea-, aparece en la película "Resucitado", que es la última entrega de ese plan de mercado de Semana Santa.

"Resucitado" ha cumplido su objetivo en el mercado pletórico de EE UU, con buena taquilla. ¿Y en Europa? Ya se pongan con Cristo o con cualquier entrega del diablo y sus exorcistas, los americanos siempre hacen cositas muy aseadas ("La Pasión" se salió de la norma, ciertamente), y muy diversas del "cine religioso" europeo: "Ordet", insuperable; "El festín de Babette", totalmente fresca; "La Misión", a mayor gloria de Francisco, etcétera. Es decir, que visitado el mismo argumento de "Resucitado" en el Viejo Continente nos saldría, por ejemplo, una evocación de Reimarus, primer estudioso "científico" del Nuevo Testamento y cuyas conclusiones no se atrevió a publicar en vida, sino que se las dejó a Lessing para que las diera póstumamente a las prensas. Así se publico "Los fines de Jesús y sus discípulos", en la que Reimarus afirma muy problemáticamente que lo único posible es que los discípulos de Jesús hubieran robado su cadáver y que después inventaran el cristianismo como forma de vida, para seguir viviendo sin trabajar (únicamente predicando).

Es decir, que el asunto del cadáver de Jesús presenta perfiles muy complejo e interesantes, pues su resurrección en alma y, sobre todo, en cuerpo es cuestión que algunos atribuyen a discípulos suyos que huyeron a Damasco, donde justo en esas décadas y por influencia de otras creencias, se estaba formulando una resurrección revolucionaria con respeto a las de la tradición hebraica y de otras tradiciones (San Pablo se cae a tierra camino de Damasco, pero ¿a cuánta distancia?). En todo caso, la resurrección en cuerpo, robado o no, implica -como nueva formulación- eso mismo: la necesidad de un cuerpo no devorado por la cal ni por nada, y muy material en primera instancia (Tomás y las heridas de Jesús), aunque luego se vaya reformulando como cuerpo espiritual.

Pero volviendo a "Resucitado", propiamente se trata de la película sobre un tribuno romano que se convierte a una nueva creencia después de no haber encontrado explicación al hecho de que el cuerpo de Jesús desapareciera de su tumba. De paso, hay un guiño -¿cómo no?- a la Sábana Santa, que en EE UU causa furor. Y, en efecto, un converso es aquel que confiesa su fe y origina un relato confesional. Así pues, desembocamos en aquel postulado de "la imposibilidad de un cine religioso neutral", del filósofo Gustavo Bueno en su artículo "¿Qué significa 'cine religioso'?", de 1993, Sin embargo, un enfoque "europeo" de la cuestión arrancaría probablemente de la conversión por antonomasia, la de San Pablo, sobre la que hoy caen preguntas terribles. ¿Cómo se puede hablar de conversión en un judío que sigue creyendo en Yahvé y que formula que un hijo suyo preexistente hará de Israel la guía de las naciones?