Apadrinado nada menos que por Robert Redford, Cretton despertó grandes esperanzas con Las vidas de Grace, una película que sabía ser dura y sensible en su justa y necesaria medida. El castillo de cristal está muy lejos de sus logros y el director apuesta por lo sensiblero hasta extremos dulzones. Se salva el trabajo formidable de Larson, Watts y Harrelson, y algún detalle de sutileza aislado.