Los alumnos de los cursos de verano de la Escuela Internacional de Música de la Fundación Princesa de Asturias, todo ojos y oídos, atendían a las palabras de Emilio Sagi. El gran director de escena asturiano les hablaba de la naturaleza del talento, de las claves para sobrevivir en el mundo de la música. Al hilo de esta reflexión, la Reina, invitada de honor a esa ponencia, se dirigió a Sagi y le planteó una cuestión que contenía también una dosis de realismo para esos chicos, esas jóvenes promesas, que luchan por abrirse paso en el mundo de la música.

"Les has dicho a los alumnos", comenzó doña Letizia, dirigiéndose a Sagi, "que no basta con una ejecución perfecta ni con un trabajo diario de esfuerzo y disciplina, que tienen que añadir esa emoción. Lo que les estás diciendo, en definitiva, es que encuentren, como todo artista, su propia voz y su mirada. Pero no les has dicho cómo". Se refería la Reina a que, tras muchos años de esfuerzo, "trabajando por alcanzar una técnica depuradísima, puede ser que no encuentren esa voz, no haya esa mirada que les diferencie de los demás. Conocemos casos así". Por eso, doña Letizia invitó al ponente a orientar a los jóvenes sobre la forma de encontrar esa singularidad, esa cualidad que les diferencie.

En su respuesta a la reflexión de la Reina, Sagi apuntó algunas claves: el valor y la preparación. Algo, esto último, sobre lo que también incidió la Reina al poner de relieve el que el director de escena "habla perfectamente inglés y francés, y esto es importante". A la receta añadió Sagi un último componente: preservar aquello que una persona, un artista, tiene de particular, de especial. Y habló en concreto de un joven intérprete que vio en Milán, que, sospecha, "se comía los discos de Ruggero Raimondi". Se llama Riccardo Fassi. Tras verlo sobre el escenario, con su melena rubia y el descaro de sus 22 años, y armado únicamente con tres frases, Sagi concluyó: "Aquí hay un artista".

"Hay figuras que tienen un aura", había dicho antes Sagi. Se refería al eterno Alfredo Kraus, quien, "sin ser un gran actor, tenía una entrada al escenario que el público no podía apartar la vista de él". Hablaba Sagi de la valentía necesaria para saltar al escenario y conquistarlo, para enamorar al público. Pero casi parecía hablar de la entrada de doña Letizia ayer en Oviedo.

La reflexión que la Reina planteó al director de escena Emilio Sagi

La reflexión que la Reina planteó al director de escena Emilio Sagi

Entre la bruma perenne de este año sin verano, la Reina llegó puntual a la plaza del Fresno. A las puertas del Auditorio Príncipe Felipe la esperaba un nutrido y animoso grupo de personas que la recibieron con vítores y aplausos. Aunque venía "escoltada" por una pléyade de autoridades que incluía al presidente del Principado, Javier Fernández, al ministro de Cultura y Deportes, José Guirao, y al nuevo presidente de la Fundación Princesa de Asturias, Luis Fernández-Vega, todos los ojos estaban fijos en doña Letizia. Y eso que el de ayer era un día especialmente propicio para reparar en las autoridades. Era el primer acto público con la Reina de Fernández-Vega como presidente de la Fundación tras su nombramiento, y también la primera vez que el nivel de representación del Ministerio de Cultura y Deportes en este acto lo ostenta el titular del Ministerio; normalmente, acompañaba a doña Letizia el Secretario de Estado.

Los aplausos también acompañaron a Doña Letizia a su entrada a la sala de cámara del Auditorio Príncipe Felipe, donde la esperaban los 143 alumnos de nueve países que participan en esta edición de los cursos de la Escuela Internacional de Música de la Fundación Princesa de Asturias.