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Bárbara Hevia rompe los moldes

Victoria R. Gil recrea el Oviedo del siglo XIX con la historia de una mujer audaz

20,90 euros

La idea de Una ciudad bajo la lluvia llegó por casualidad a Victoria R. Gil. Fue cuando supo que Práxedes Mateo Sagasta "había visitado Oviedo en septiembre de 1892 para asistir a la inauguración del teatro Campoamor. Además, aquellos días ofreció un mitin en el teatro-circo de Santa Susana, del que nunca había oído hablar. Eso me hizo leer la prensa de la época y descubrir hechos y lugares del Oviedo de finales de siglo XIX que parecían esperar a ser novelados, como ese lago del Campo San Francisco, con grutas y cascadas y barcas para navegar, que ya no existe. Si a ello sumamos mi personal obsesión con la Fábrica de Armas de La Vega, frente a cuyos chalés he pasado casi cada día de mi vida, tenemos la ecuación completa que dio como resultado esta novela".

Oviedo es "el auténtico protagonista. No sólo por ser un escenario físico sino también por la tiranía con que impone sus normas sociales, de las que muy pocos logran escapar. Ocho años antes del tiempo en que transcurre la novela, la publicación de La Regenta provocó un escándalo tal que hasta el propio obispo Martínez Vigil se refirió a ella en una pastoral para calificarla de 'escarnio a las prácticas cristianas'. El modo en que la ciudad imponía su criterio encorsetaba la vida de sus ciudadanos hasta el punto de que algo tan simple como recorrer el Paseo de los Álamos debía hacerse en el sentido que dictaba la costumbre y de ninguna otra forma".

Clarín "intimida y mucho. Leopoldo Alas y La Regenta están tan estrechamente unidos a los ovetenses que los evocamos constantemente en expresiones, en estatuas, en los nombres de los comercios locales? Nunca aspiré a emular su obra, porque sería imposible, pero ni siquiera mis personajes escapan a su influjo y son habituales las alusiones a la novela o a sus protagonistas. Mi atrevimiento no ha pasado de convertir a Clarín en un personaje más".

En aquel Oviedo a punto de despedir el siglo XIX conviven dos ciudades: "La vieja, encerrada (aunque ya no exista) en la antigua muralla, aferrada a sus costumbres y recelosa de la modernidad que traerá el siglo XX, y la nueva, que se adueña del ensanche de Uría y levanta nuevos comercios y ostentosos palacetes. El teatro Campoamor simboliza esa nueva burguesía económica, innovadora, liberal y más interesada en progresar que asistir a las novenas de San Isidoro el Real. Mientras la casa de comedias de El Fontán fue el centro de la vida cultural de la ciudad vieja, tan achacosa y dolorida por las corrientes de aire como ella, el Campoamor es un edificio moderno, suntuoso, de gran aforo y con salones para el descanso, digno de los nuevos tiempos y de las nuevas élites sociales".

El personaje de Bárbara Hevia representa a una mujer adelantada a su tiempo, pero "gracias a las ventajas que tiene por ser hija de un oficial de la Fábrica de Armas, viajero y liberal, que consiente en ella unos niveles de instrucción a los que pocas mujeres podían acceder en aquella época; y de una noble inglesa que le muestra un modo de vivir permisivo y complaciente, que le enseña idiomas y pone a su alcance un capital moderna y avanzada (en comparación con Oviedo) como Londres. Por todo ello, también, se siente desubicada y no encuentra su sitio. Encajar en el molde que te adjudica la sociedad es siempre más fácil, no supone esfuerzo ni riesgo, lo difícil es encontrar ese lugar en el mundo que se ajusta a la perfección a ti, por más extravagante que sea".

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