El rey Bermudo III murió en 1037, en la batalla de Tamarón (Burgos), cuando su ímpetu y la velocidad de su caballo, "Pelayuelo", le situaron en medio de las filas enemigas cuando sus tropas aún iniciaban el avance. Ese es el relato histórico, sancionado por las crónicas, sobre el final del último rey de la dinastía asturleonesa y descendiente directo de Ramiro I. Pero el lugar de enterramiento de Bermudo III es objeto de una controversia historiográfica que enfrenta a las ciudades de León y Nájera (La Rioja), donde se localizan sendos sepulcros del monarca.

La primera de las dos tumbas se sitúa en la el Panteón de reyes de San Isidoro de León, el lugar en el que están enterrados la mayoría de los monarcas leoneses. El sepulcro no tiene inscripciones, aunque en otra parte del edificio se conserva la inscripción: "Aquí está sepultado Bermudo el Mozo, Rey de León, hijo del Rey Alfonso. Este tuvo guerra con su cuñado el gran Rey D. Fernando y fue muerto por él, peleando en Támara. Año de la Era 1075". En la "Era hispánica", el cómputo de años se inicia 38 años antes del nacimiento de Cristo, por lo que la fecha del enterramiento coincide con el 1037 en el que se documenta la muerte de Bermudo III.

La otra tumba se localiza en el Monasterio de Santa María la Real de Nájera, donde se conserva el panteón de reyes de Nájera-Pamplona, antecesor del Reino de Navarra. Este segundo sepulcro, mucho más ostentoso que el leonés, está tallado y tiene una estatua yacente en la tapa. También conserva la inscripción: "El rey don Vermudo de León".

Según la tradición, fue el cuñado del monarca y su sucesor en el trono, Fernando I, el que decidió su traslado a Navarra para evitar la pena de sus súbditos. Pero esto no aclara la duplicidad de las tumbas. Según recuerda el diario "El País", en 1997 se reordenaron los restos del panteón leonés, saqueado por las tropas francesas en 1808, y se concluyó que el esqueleto de Bermudo podía ser uno que registraba una lanzada en el ojo derecho, lo que habría sido la causa de su muerte. Se está a la espera de que una prueba de ADN aclare si realmente son esos los restos del monarca.