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China se crece con la epidemia

El gigante asiático exhibe su capacidad de reacción, su potencia tecnológica y su cohesión social en la contención del contagio, y sale reforzado como gran potencia mundial

China se crece con la epidemia

China, foco inicial y mayor damnificado de la pandemia de coronavirus en curso, con 3.100 fallecidos y 80.956 personas contagiadas ayer a media tarde, ha conseguido ralentizar la expansión de la epidemia con medidas de excepción implantadas por el Gobierno y asumidas por una población acostumbrada a acatar órdenes sin rechistar. El gigante asiático ha exhibido músculo en el manejo de una de las mayores crisis sanitarias de la historia reciente. La sociedad china, educada en la sumisión y en valores como el sacrificio de la individualidad en aras del bien común, ha respondido como un solo hombre a las prescripciones de su Gobierno. El país ha desplegado toda su capacidad tecnológica, apabullante, construyendo hospitales para tratar a los enfermos por coronavirus en cuestión de días y desarrollando aplicaciones móviles de monitorización y consulta médica. China se ha revuelto con la rapidez y la sagacidad de un tigre, un animal venerado en el país, y está saliendo reforzada de una crisis, que no es solo sanitaria y que, hace apenas unas semanas, amenazaba su liderazgo económico mundial.

China se enfrentó a otra grave crisis sanitaria por un brote de coronavirus, distinto al actual COVID-19 y también muy agresivo, en el año 2003. El 2019-nCoV -así se denomina- emergió en la provincia de Cantón, en 2002, y obligó a poner en cuarentena a una región con 40 millones de habitantes, se extendió por varios países asiáticos y es el causante del síndrome respiratorio agudo grave, más conocido como SARS, por sus siglas en inglés, que ha infectado a más de 8.000 personas en una docena de países y ha causado más de 900 muertes. Los dos coronavirus son muy similares e incluso se especula con que el que protagoniza la actual pandemia sea una evolución del de hace 17 años. Las consecuencias del que ahora está asolando el mundo son más leves para la salud.

En los dos brotes el Gobierno chino empezó minimizando la gravedad de la situación e intentando acallar a los médicos y los profesionales sanitarios, pero en esta ocasión, a diferencia de lo sucedido hace 17 años, China ha publicado rápidamente el mapa genético del virus para facilitar el trabajo de los investigadores de la comunidad internacional para la creación de una vacuna.

Con el brote de SARS el sistema sanitario chino se reforzó, se modernizo y creó un sistema centralizado, en línea, que conecta clínicas y hospitales en todo el país y les permite informar de los casos de contagio en tiempo real. "Lo que tomó meses durante el tiempo de SARS ahora es cuestión de semanas o días", explicó el jefe de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, Gabriel Leung, hace unos días.

En diciembre de 2019, cuando se declaró el actual brote, China ya contaba con todo ese arsenal sanitario para combatir el nuevo coronavirus. A finales del pasado mes de enero, el Gobierno chino puso en cuarentena la ciudad de Wuhan, en la que se declaró el brote de COVID-19, y lo hizo unos días antes de las celebraciones del Año Nuevo Chino, que son multitudinarias. Se clausuraron centros de trabajo, fábricas y oficinas; colegios; el aeropuerto, estaciones de tren y de autobús y se prohibió el tráfico por carretera.

El jueves 22 de enero, a las diez de la mañana, Wuhan había quedado cerrado a cal y canto. Hasta ese día y esa hora, se habían registrado en la ciudad, en la que viven casi 12 millones de persona, 18 muertos y cerca de 634 infectados por coronavirus. Al comienzo de su reclusión los ciudadanos rellenaron un formulario con sus datos de identidad, su temperatura al comienzo de la cuarentena, sus posibles síntomas, los lugares que habían visitado y los contactos mantenidos durante los catorce días anteriores.

Las autoridades sanitarias no se limitaron a mantener enclaustrada a la población sino que emprendió una ofensiva contra la epidemia, cuya eficacia redoblan la centralización del poder y las estructuras del estado comunista. Durante la cuarentena, los comités vecinales y las empresas deben enviar informes diarios a las autoridades, con datos precisos de cada individuo. Cada día se toma la temperatura corporal a los empleados que continúan acudiendo a su centro de trabajo y se hace dos veces: a las diez de la mañana y a las tres de la tarde. También hay mediciones de temperatura al entrar al metro o a los pocos bares y restaurantes que hay abiertos en ciudades como Shangai, incluso para hacer al edificio donde se reside.

Las autoridades chinas han echado mano de todos los recursos tecnológicos a su alcance. Ha implantado un sistema QR, de modo que al acceder a determinados lugares, una zona residencial o un centro de trabajo, hay escanear un código que permite al Ministerio de Sanidad, al de Transporte y a la Policía cruzar los datos con la información de los comités vecinales y los del empleador. Cada ciudadano está monitorizado permanentemente y en tiempo real, si transita por una zona en la que ha estado una persona enferma o en riesgo de estarlo se le asigna un código de color diferente. La gradación va del verde (sin peligro) al rojo, que le envía a la cuarentena automáticamente, pasando por el naranja. La vigilancia es tan eficaz que hay casos en los que los agentes de la Policía se personan en casa de quienes deberían estar en cuarentena para conducirlos al hospital.

El 24 de enero fueron suspendidas las clases en los colegios, enseñanzas medias y universidades, pero los alumnos siguen las clases desde casa, con una plataforma digital y por videoconferencia. También se ha extendido la sanidad online. El Hospital de Xuhui fue el primer centro sanitario público de Shanghai en ofrecer asistencia sanitaria e incluso tratamiento a distancia, con consultas telemáticas, a través de una aplicación móvil. De las doscientas consultas diarias que recibíamos antes del coronavirus, ha pasado a tres mil.

El país ya tenía lista la tecnología y el nuevo coronavirus ha acelerado su implantación en todos los ámbitos de la vida. La epidemia, que empezó amenazando la supremacía china, le ha dado un empujón hacia el futuro.

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