Asturias logra contener los datos sanitarios de la pandemia, pero vuelve a registrar otro pico de fallecimientos. El Principado ha contabilizado hoy 13 muertes por COVID-19, de las que 3 se han producido en centros geriátricos.

Pese a esa triste noticia, dentro de la tendencia esperada de que los fallecimientos puedan seguir siendo elevados cuando comienza a bajar el número de casos detectados (hemos visto cómo la muerte del escritor Luis Spúlveda se produjo semanas después de que fuese diagnosticado a finales de febrero), otros indicadores sí son positivos.

Descienden las hospitalizaciones en planta y la ocupación de Unidades de Cuidados Intensivos, y se incrementan en 30 las altas médicas, aunque aún no hemos llegado al escenario perfecto en el cual los casos detectados son menores que las altas (si bien la suma de altas y fallecimientos sí supera a la de nuevos contagios, lo que hace descender los casos activos).

Teniendo en cuenta que durante la jornada de hoy se han llevado a cabo casi 2.000 test (más de 1.200 mediante la técnica PCR y unos 900 rápidos), la detección de solo 42 nuevos casos supone una presencia muy baja de la enfermedad. No obstante, los servicios sanitarios estiman en unas 7.000 las personas con síntomas compatibles con el COVID-19 seguidas por los servicios de atención primaria en sus domicilios. Comprobar cuántos de esa gran bolsa de sospechosos son positivos tiene el inconveniente de que puede perturbar la contabilidad de casos, pero si se especificasen podría dar una mejor imagen de la realidad de la pandemia en Asturias.

Los matemáticos Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz, que diariamente analizan la tendencia de la pandemia en Asturias y otras comunidades autónomas, comprueban cómo la evolución se ajusta mejor a las previsiones después de los últimos altibajos. Eso ha retrasado el momento en que Asturias tocará fondo en la propagación de la pandemia, un hecho que podría producirse dentro de unos veinte días, según el modelo. El número total de infectados en Asturias se situaría ahora en el entorno de los 2.600 casos, la cifra que inicialmente ya apuntaron los investigadores de la Universidad de Oviedo.

En una jornada en la que el "ruido" de los datos se ha hecho tan evidente que el Gobierno ha decidido reformular cómo las comunidades reportan sus contagios, se aprecia que la tendencia en España cambia, seguramente por el incremento de pruebas y la incorporación de asintomáticos. Pero la falta de homogeneidad en la serie de datos dificulta aún más cualquier pronóstico. Esta es la evolución del COVID-19 según el modelo del catedrático Juan Luis Fernández y la profesora Zulima Fernández-Muñiz.

El Ministerio reajusta datos

El Ministerio de Sanidad ha decidido poner orden en su serie numérica de datos, después de las crecientes incongruencias en el reporte de las comunidades autónomas que convertían las estadísticas sobre el COVID-19 en una ensalada de criterios discordantes.

Esta decisión, que llega tarde, es seguramente necesaria para poder realizar con cierta objetividad el análisis de la evolución de la pandemia en España. No obstante, es arriesgado llevarla a cabo a solo una semana del momento en el que el gobierno central tiene que tomar una decisión sobre si prorroga el estado de alarma y, de hacerlo, en qué condiciones lo extiende.

La certeza y objetividad de los datos va a ser clave cuando haya que abordar el desconfinamiento y más aún después, ya que será necesario tener una rápida respuesta para detectar casos, evaluarlos correctamente y proyectar el escenario sanitario futuro ante nuevos riesgos de colapso. Por todo ello, debería ser importante tener claras las siguientes diferencias.

  1. Distinguir entre los casos positivos asintomáticos o leves y los que requieren hospitalización. Eso permitirá determinar las necesidades hospitalarias en función de los contagios computados. Hasta ahora, únicamente se contaban como enfermos positivos aquellos que ya estaban hospitalizados, ya que eran aquellos a los que se les realizaban pruebas.
  2. Especificar los fallecidos con confirmación de padecer COVID-19 y aquellos con sintomatología compatibles pero que no fueron diagnosticados. De este modo podremos tener una aproximación más real a la tasa de mortalidad de la enfermedad, con independencia de dónde se haya producido el fallecimiento.
  3. Reportar en cada caso cuál es la sintomatología. Ya hemos visto que hay cuadros médicos vinculados a problemas respiratorios en la mayor parte de los casos, pero también se informa de manifestaciones del COVID-19 que implican alteraciones digestivas o dermatológicas. Esto permitirá conocer mejor todas las formas en las que el virus actúa sobre los enfermos.

Las primeras medidas en Wuhan

Las autoridades chinas han comenzado a realizar tests de anticuerpos en Wuhan, la localidad en la que se originó la pandemia mundial, para identificar a quienes estarían inmunizados. El porcentaje de personas con anticuerpos del virus SARS-CoV-2 es superior a la de enfermos declarados, lo que corrobora la existencia de personas asintomáticas, pero la cifra está bastante lejos de la esperada "inmunidad de grupo". Así, en el Hospital Zhongnan, entre un 2 y un 4 por ciento de los empleados tienen anticuerpos (sobre una muestra de 3.600 personas) Ese porcentaje es de entre un 2 y un 3 por ciento en el caso de pacientes o visitantes de la instalación (en un grupo de 5.000 personas).

Wuhan ha lanzado un plan para realizar tests a 11.000 residentes (incluyendo personal de seguridad y taxistas). Conviene recordar que un reciente estudio en Alemania, en uno de los municipios más castigados por el COVID-19, detectó que la inmunización se encontraba en un 14% de los residentes.

La misma piedra

Una de las cualidades humanas que ha permitido constatar esta pandemia es la capacidad de nuestra especie para tropezar no una, sino varias veces en la misma piedra. Con una pequeña diferencia temporal, los distintos países han caído en los mismos errores a la hora de valorar debidamente la gravedad del COVID-19. Ahora, muchos debates se repiten.

En Estados Unidos, por ejemplo, comienza a abrirse la discusión sobre la contabilidad oficial de enfermos y fallecidos. La constatación de que en algunas ciudades se está incrementando la mortalidad, sin que existan brotes destacados de la enfermedad causada por el coronavirus, lleva a pensar que existen fallecimientos fuera de los hospitales, no diagnosticados como COVID-19, y que podían deberse a la enfermedad.

En Boston se han contabilizado fallecimientos en viviendas muy superiores a la media de otros años; en Detroit se han multiplicado por cuatro las muertes en residencias, y en Nueva York se habla de hasta 200 muertes en viviendas al día, lo que sería seis veces superior a la cifra media.

También el plan para volver a la actividad lanzado por Trump despierta muchos recelos entre los expertos, que lo consideran precipitado. Carl. T. Bergstrom, profesor de Biología de la Universidad de Washington parece dar en el clavo cuando afirma que la cuestión no está en cuándo el número de contagios será lo bastante bajo como para abandonar el confinamiento, sino si entonces "estaremos dispuestos a hacer suficientes cosas de manera distinta a como las hacíamos en Febrero como para evitar un incremento de los casos".

Los niveles de verdad sobre la pandemia

La profusión de información sobre el COVID-19 hace que se den por ciertas informaciones científicas aún sujetas a revisión o que, simplemente, son una opinión. En un artículo publicado en "Scientific American", los epidemiólogos Bill Hanage y Marc Lipsitch sugieren diferenciar entre tres niveles de información:

(A) lo que sabemos que es cierto

(B) lo que creemos que es cierto

(C) opiniones o especulaciones.

Estas serían las informaciones respecto al COVID-19 según estas categorías:

(A) Incluye hechos como que la infección está causada por un beta-coronavirus, que las secuencias genéticas del virus son muy similares, o que la transmisión entre humanos ocurre de manera frecuente.

(B) Se incluyen muchas informaciones que deberíamos conocer sobre el virus, desde el punto de vista epidemiológico, pero que desconocemos aún por la falta de datos recogidos de manera sistemática o la verdadera contabilidad de casos. Por ejemplo, se desconoce cuánta ha sido la transmisión comunitaria fuera de China, la fracción de casos que ha permanecido indetectada, la verdadera proporción de enfermos con síntomas leves, asintomáticos o subclínicos, y cuánto pueden transmitir la enfermedad antes de presentarse los casos. Sobre esta cuestión, los expertos infieren basándose en otras enfermedades o en los datos que existen.

(C) Aquí entran muchísimas cuestiones sobre las que no hay evidencia científica, como cuál será el efecto del distanciamiento social para atenuar la pandemia e incluso numerosas cuestiones sobre cómo habrá que actuar después del confinamiento.

Pronóstico por comunidades autónomas

Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz continúan elaborando sus previsiones diarias sobre evolución de la pandemia en las diferentes comunidades autónomas y el conjunto de España. Su modelo permite además apuntar las necesidades hospitalarias de cada territorio. Precisamente ese es el valor de los modelos matemáticos para las autoridades sanitarias, que pueden prever si cuentan con los recursos suficientes para afrontar los escenarios inmediatos.

Esta es la previsión de evolución en las diferentes comunidades autónomas. Resulta llamativo que el modelo pierde la convergencia en algunas comunidades, como Extremadura o La Rioja, por el carácter errático de los últimos datos, por lo que pronostica un escenario futuro aún muy abierto para algunos territorios, probablemente debido a la falta de homogeneidad en los datos lo que empaña las predicciones.