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Antonio J. Rodríguez | Periodista y escritor, autor de “La nueva masculinidad de siempre. Capitalismo, deseo y falofobias”

“Ser trans es como ser mujer o migrante, no es un privilegio, y es justo tener leyes”

“La masculinidad se define por el estado de guerra permanente con otros hombres y la voluntad de control del cuerpo de las mujeres”

Antonio J. Rodríguez. | Pol Aregall

Antonio J. Rodríguez (Oviedo, 1987), periodista, escritor, autor de las novelas “Fresy Cool”, “Vidas perfectas” y “Candidato”, está considerado por la crítica como una de las voces literarias jóvenes más interesantes en lengua española. Dejó Asturias con tres años, estudió Periodismo e hizo un máster en Estudios Literarios. En la actualidad reside en Barcelona. En su último libro, “La nueva masculinidad de siempre. Capitalismo, deseo y falofobias” (Anagrama, 2020), se desliza entre las fronteras del ensayo, la narrativa y las memorias personales y se adentra en territorios que pocos se han atrevido a explorar.

–El feminismo está interpelando a los hombres. ¿Están ustedes a la altura?

–En una sociedad machista como la nuestra, sufren principalmente las mujeres y las subjetividades no normativas, pero los hombres también. Es una obviedad que los hombres tenemos privilegios por el mero hecho de nacer hombres, a pesar de que también somos víctimas de la violencia que nosotros mismos producimos. En este contexto, estar a la altura significa pensar una sociedad en donde los hombres no sean, como ahora mismo ocurre, los menos oprimidos por su propia cárcel, sino donde todo el mundo sea libre, y el género no condicione ningún tipo de violencia.

–El género es una elección, según la teoría queer. ¿Está de acuerdo? ¿Qué opina de la ley Trans? ¿El feminismo se está volviendo intolerante?

–Las estadísticas son bastante rotundas: con tasas de desempleo del 80% –por citar solo un número bastante conocido–, el colectivo trans no lo tiene nada fácil. Ser trans, como ser mujer o ser migrante, no es ni mucho menos un privilegio, y por tanto me parece justo que contemos con iniciativas legales que ayuden a la igualdad. Hasta no hace mucho, aún era un comentario popular asociar la homosexualidad con conductas “contranatura”: es la misma extrañeza que ahora produce a mucha gente oír hablar de trans.

–La de los derechos de las personas trans, ¿es la última batalla?

–Muchos de los debates del feminismo giran en torno a quién es el sujeto del feminismo, si los cuerpos natural o biológicamente identificados como tal o si va más allá. Todo lo que tiene que ver con las teorías feministas, las desigualdades de género, también afectan a los colectivos trans. El mundo no está hecho a medida de los colectivos trans, todas las leyes por la igualdad son bienvenidas. La escritora Laura Freixas se refería en un tuit a una mujer trans como “patriarcado con pintalabios”: me parece muy duro, excluyente. Hay que dar voz a otras sensibilidades, que hasta ahora han estado en los márgenes.

–¿Llegará el día en que dejemos de definirnos por el género?

–Estamos en un momento en el que estas cosas se ponen sobre la mesa. El filósofo Paul B. Preciado comentaba que tener que especificar el género para comprar un billete de avión tiene tan poco sentido como que te lo pidan para hacer la compra en el supermercado. El antropólogo italiano Salvatore Cucchiari habla de protohombres y protomujeres, antes de que las sociedades empezaran a configurarse, el sexo era solo rasgo anatómico. Ahora, ser hombre y ser mujer excede de largo la anatomía.

–¿Cómo se define la masculinidad?

–Por dos características: el estado de guerra permanente con otros hombres y la voluntad de control del cuerpo de las mujeres. Ha sido así históricamente y lo sigue siendo ahora, en las muchas facetas que vemos de la masculinidad, desde las más conservadoras hasta las más progresistas.

–Entre los más jóvenes no son raras las actitudes machistas. ¿El machismo tiene futuro?

–El machismo es nuevo como tema de conversación, en la medida que en los últimos años se ha convertido en un tema de debate: recordemos que, hasta no hace mucho, la violencia machista era llamada “violencia doméstica” y se consideraban asuntos íntimos, que debían arreglarse de puertas para dentro. Hoy mucha gente sabe que se trata de algo sistémico, que, por supuesto, no es nuevo, sino que lleva reproduciéndose milenios. No son comportamientos que se borren de un día para otro. Por tanto, es comprensible que el machismo siga existiendo y que el camino para su erradicación sea largo.

–Ha dicho que habrá machismo hasta que los hombres sean capaces de besar otro falo sin mayor problema. ¿Lo interpretamos literalmente?

–El enunciado puede interpretarse de manera libre, literal o metafóricamente. Sé que es una frase que ha traído mucha discusión y debate, y a este respecto me parece importante detectar el origen del escándalo. ¿Por qué causa tanto revuelo una sentencia así? ¿Cuál es el origen de la violencia que puede desatarnos esa imagen? Creo que, si rascamos más allá de la pirotecnia de la frase, encontraremos pistas sobre cómo se construye nuestra identidad sexual y de género, además de algunos de nuestros tabúes. En el imaginario masculino heterosexual, el cuerpo de otro hombre constituye siempre una amenaza. Ahí reside la violencia del enunciado.

–La masculinidad, con un modelo de convivencia basado en el dominio y la conquista, está siendo superado por la feminidad, basada en la cooperación y el cuidado mutuo. ¿Está de acuerdo?

–Desde luego, los últimos tiempos nos han dado motivos para ser optimistas: oímos hablar de sororidad, de cuidados, de igualdad… Pero la realidad es la que es y las condiciones materiales no han cambiado en pocos años. Además, asistimos a una contraofensiva de quienes no quieren que la realidad cambie.

–Libertad en las relaciones de pareja, ¿quién o qué nos obliga a renunciar a ella?

–La monogamia no es un acontecimiento natural. Surge, entre otras razones, como herramienta para legar las herencias en el momento en que aparece la propiedad privada, con la invención de la agricultura. Anteriormente, el ser humano no se relacionaba de esa forma y figuras como los padres biológicos no eran tan importantes, porque la crianza era colectiva. A partir de entonces, la historia de la humanidad está llena de figuras que ayudan a construir el orden social que conocemos: las religiones lo hacen, pero también la literatura, con figuras mitológicas como el amor romántico. Es lo que algunas teóricas feministas llaman “el pensamiento heterosexual”: la heterosexualidad entendida no como una inclinación romántica, sino como un orden social milenario que llega prácticamente intacto hasta nuestros días.

–Relaciones abiertas, poliamor… ¿Adiós al matrimonio y a la familia convencional?

–El matrimonio sigue siendo la forma principal de relación sexoafectiva en nuestro tiempo. Antes que un adiós a lo que conocíamos, saludamos a nuevas formas de relación que antes no existían, y que surgen como respuesta a algunas inquietudes naturales que aparecen con el cuestionamiento de la relación entre hombres y mujeres.

–Prostitución, porno… ¿Son producto de esa pulsión masculina de dominio? ¿Por eso las mujeres recurren menos a ellos o eso es un tópico?

–Son mecanismos diseñados por hombres que funcionan como liberación a un sistema de relaciones entre hombres y mujeres también diseñado por hombres. La cuestión aquí es cómo acabar con ello. No creo en los discursos abolicionistas sin más. Acabar con la prostitución no pasa por esconder, castigar o desproteger a las trabajadoras sexuales, sino por algo mucho más profundo que tiene que ver con cambiar la desigualdad entre hombres y mujeres y la percepción que los propios hombres tenemos sobre el significado de ser hombre. 

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