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Premios | “Princesa de Asturias”

Esta es la pinta que tienen los científicos

Cuatro de los siete premiados por la vacuna contra el covid no están lejos del estereotipo escolar de los investigadores de laboratorio

Weissman, Karikó y Felgner, ante el dibujo que se pregunta qué pinta tienen los científicos. | Irma Collín

Los niños enseñaron su arte a los científicos, los científicos enseñaron su ciencia a los adolescentes y unos y otros pudieron verse las caras y las mascarillas, en presencial y en remoto, en La FPAbrica de La Vega de Oviedo.

Los creadores de la vacuna se presentaron ante la última población sin vacunar y esa rara proximidad entre unos y otros demuestra que, dado que los científicos tienen niños (y han venido con ellos a recoger el premio “Princesa de Asturias”), son los niños los que no tienen científicos.

De repente, cuatro científicos de primer nivel juntos y cerca. Katalin Karikó y Drew Weissman creyeron en el potencial del ARN mensajero hace 40 años, los mismos que perseveraron hasta que se convirtió en la solución para una pandemia que sobrevivimos gracias a la comunicación de millones de mensajes y a la distribución por mensajero. Philip Felgner aportó la partícula que protege a ese ARN que trabaja en mensajería y Derrick Rossi se encargó del sistema para replicarlo rápidamente y así fabricar millones de vacunas en un pispás.

Los cuatro, entre 50 y 70 años, llegaron de Estados Unidos y son de distintas nacionalidades. Karikó, húngara; Weissman y Felgner, estadounidenses; Rossi, canadiense de origen maltés. La carrera científica es internacional y los estudios de Primaria también. La clase de quinto que los vio bajar de cuatro Audis negros tenía españoles, mexicanos, polacos, marroquíes y dominicanos en todo o en parte. Son chavales de 9 y 10 años, de proximidad, kilómetro cero, del colegio Germán Fernández Ramos, de Pumarín. Formales y atentos, dedicaron a los premiados varios aplausos de talla pequeña, que son más rápidos y agudos que los que les darían después los adolescentes.

En estos intercambios los cuatro científicos venían en representación de los siete premiados por la vacuna, pero, según contestó Felgner a los alumnos de ESO, también de miles de científicos a lo largo de siglos. Weissman añadió que lo rápido fue el desarrollo, porque las farmacéuticas empezaron a fabricar las vacunas antes de conocer los resultados finales de los ensayos. El capitalismo puso el turbo a la ciencia, cargando el riesgo. A cambio de un inmenso beneficio.

La Fundación llama a los premiados “Los 7 Magníficos”. Les ha puesto el título de la película de Hollywood basada en “Los 7 Samuráis”, de Akira Kurosawa, que tardó en rodarse algunos meses más que en conseguirse la vacuna. Es una historia de Japón en la que un pueblo de campesinos, harto de ser asaltado por ladrones, contrata a unos samuráis para que los defiendan. Vale la metáfora. Refuerza la coincidencia con la versión original japonesa que el virus tenga un origen asiático y que el título del encuentro de La Vega, “Código Científico”, remita al “bushido”, el estrechísimo código por el que se regían los samuráis.

¿Qué pinta tienen los científicos? Ni de samuráis ni de pistoleros del Oeste. Se ve cómo los imaginan los críos en las representaciones que hacen en los trabajos que adornan este premio. Hay uno que juega con el estereotipo y la sorpresa: dibuja una especie de Mister Potato con bata que contrapone a la fotografía real de una científica en su laboratorio. El dibujo y la foto tienen razón. Este premio tiene tres mujeres y cuatro hombres, algunos algo Mr. Potato.

Los cuatro de La Vega parecía que habían dejado las batas blancas en los Audi negros.

Weissman, camisa de cuadros, pantalón tergal verdoso, podría llevar la misma ropa que en su primer día de laboratorio. Sus posturas sugieren un niño con problemas de coordinación motriz. Felgner va con americana y pantalón azul, camisa de cuadros, camiseta negra y playeros de “ya no me ato”.

Rossi, el más joven y dinámico, de oscuro deportivo y botines, con mochila de universitario, documenta todo con una cámara de fotos de buen teleobjetivo. Es la antítesis de Weissman. Los adolescentes le aplauden más porque les gusta su pinta, por lo bien que se siente y se sienta, por su voz grave de serie vista en versión original.

El equivalente a la científica de la foto en el trabajo escolar es Karikó, austera, encantadora, chaqueta azul de punto, camiseta negra, pantalón vaquero, zapatos marrones. La más alta. Le preguntan por la discriminación. Nunca la sintió. Limita la diferencia a la maternidad y cuando ocurrió los compañeros la ayudaron y su marido colaboró mucho siempre. Gestar, dar a luz, volver, tener una familia y un trabajo felices. Da un consejo científico a las chicas: tenéis que buscar buenos maridos. Y a los chicos: tenéis que ser buenos maridos.

Haga caso a la voz de la ciencia.

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