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Asturias exporta talentos

Gutiérrez Ordóñez: “Pelayo no regresará para solucionar los problemas de hoy”

“Las autoridades han de preocuparse, ante todo, de solucionar trabajo, pan y cultura; en orden de relevancia, la folixa viene mucho después”

Salvador Gutiérrez Ordóñez.

Salvador Gutiérrez Ordóñez (León). Nació en Bimenes en 1948. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo. Becario Juan March en París. Profesor de las universidades de Oviedo, Zaragoza y León. Catedrático emérito de Lingüística General de la Universidad de León. Desde 2007, miembro de la Real Academia Española (RAE). Doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca y premio Castilla y León de Ciencias Humanas y Sociales. 

Gutiérrez Ordóñez

–¿Cómo describiría Bimenes en un tuit?

–Lo resumiré en dos octosílabos: “Tan cerca como tus manos, tan bello como tus ojos”.

Salvador Gutiérrez Ordóñez, miembro de la Real Academia Española, se asoma al balcón de la memoria. ¿Y qué ve? “Me veo como un niño en medio de una Arcadia, en una idílica aldea perdida. Eran tiempos casi medievales en los que faltaban muchas cosas –no había ni carretera–; pero el pueblo estaba abarrotado de personas mayores, nuestros héroes. Éramos un enjambre de niños que bajábamos en grupo caminando a la escuela y que pasábamos mucho tiempo en juegos y travesuras. Ayudábamos en el campo y con los animales. Hoy lo veo con mucha nostalgia. Pero un día, a los 11 años, aquel niño travieso perdió a su madre y se le hundió el cielo. Pasó de coleccionar cromos a hacerse cargo de las riendas de su vida”.

Hay imágenes, sabores, olores de aquellos días “que permanecen en un sustrato profundo, pero que surgen cuando menos uno lo espera. Sé que no es el manjar más delicioso del mundo, pero ante un torto de maíz con leche pierdo la mesura. También con las castañas asadas. La vista imponente de Peña Mayor, por donde todos los días veía salir el sol, me sigue transmitiendo esperanza y mansedumbre. No es la mayor del mundo, pero es mi montaña mágica”.

La gran pasión que siente por Asturias y por su gente le lleva “frecuentemente a lamentar lo que ha podido ser y no es. En un momento tuvo carbón, industria pesada, ganadería, buena Universidad, buenas perspectivas de turismo…, pero ni se crearon industrias de transformación, ni hemos sabido aportar ideas de futuro, ni encontrar el apoyo del gran capital, ni desarrollar nuestras comunicaciones. Cuando vengo a Asturias por la autopista y me encuentro un año y otro año y otro año que la obra del AVE no se termina, me entra una pena infinita. Es uno entre muchos ejemplos”.

No le gusta dar consejos generales; pero, si tuviera que dar uno a los políticos asturianos “elegiría el mismo que me dieron cuando aprendía a andar en bici: mirar para adelante, nunca para los pedales. Y menos, para atrás”. Y a quien quiera buscarse un futuro fuera, “que salga sin temor, que se arremangue y trabaje con mucha inteligencia y denuedo, que se sienta muy asturiano, pero que se quite la boina”.

Realizó su primera salida fuera de Asturias “cuando me trasladé a estudiar a Valencia de Don Juan a los 12 años. Por el cambio que significaba en mi vida y por las circunstancias que lo rodearon, fue un viaje mítico. Íbamos en un viejo Fiat de época mi padre, mi abuela, el cura, mi amigo Joaquín y yo. El cura se sentía Cicerón y cicerone y ante cada monumento o paisaje del camino mandaba detenernos para dar rienda suelta a su facundia. El paso del Pajares fue mejor explicado que la travesía de Aníbal por los Alpes. Diez horas de jornada. Aunque me guiaba una gran ilusión, entonces no tenía conciencia de que en esos momentos comenzaba una etapa fundamental en mi vida, la que resolvía este dilema: estudiar o no estudiar. Todo lo que ha venido después es continuación de aquella decisión”.

El segundo viaje en importancia “fue cuando, recién casados, nos trasladamos mi mujer y yo en Alsa a la capital francesa. Mucho miedo, mucha incertidumbre, pero también mucha ilusión. Desde el punto de vista profesional, fue una estancia muy fecunda, no solo por lo que aprendí, sino también por las relaciones internacionales que pude establecer. Sentimentalmente, fue tan buena la experiencia que siempre nos quedará París”.

Echa de menos, sobre todo, “la familia y los amigos. Hay amistades antiguas y muy queridas a las que me gustaría visitar más a menudo. También necesito encontrarme con el paisaje, tanto la montaña como el mar. Sin embargo, mi vida se halla atada por tantas lianas que me es muy difícil desenredarme y encontrar horas de retiro o de sosiego”.

Cada etapa de la vida tiene sus retos y sus dificultades: “En mis estudios de Bachillerato permanecí alejado no solo de Asturias, sino de la familia, lo que fue muy duro. Durante la carrera simultaneaba mis estudios con clases particulares y en academias para sobrevivir. La elaboración de la tesis y, sobre todo, la preparación de las oposiciones (¡las antiguas oposiciones!) fueron asimismo períodos intensos. Ya en León, he tenido que compatibilizar mis obligaciones de docencia e investigación con cargos. La Academia me exige dedicación. Y, aunque estoy retirado, me es difícil encontrar minutos de vacación”.

Desde fuera, para un turista, “Asturias se ve como una autonomía preciosísima por sus paisajes, por su gente, por su gastronomía. Hasta la molesta lluvia y el orbayu pierden cada día su connotación negativa. Para quienes la examinamos por dentro, para quienes esperamos lo mejor para sus gentes, creo que deberíamos aprovechar más la investigación universitaria y la formación profesional del presente y del mañana, apoyar más las iniciativas de futuro y las inversiones con retorno, formar a la juventud en la creación de pymes, favorecer la exportación… Las autoridades han de preocuparse, ante todo, de solucionar el trabajo, el pan y la cultura. En el orden de relevancia, la folixa viene mucho después”.

Veamos ejemplos externos que seguir: “Pensar siempre en el futuro, que es lo único que podemos conquistar. Tenemos un pasado real y glorioso, pero el mañana no se soluciona con nostalgias. Aunque suene a irreverencia, Pelayo no regresará para solucionar nuestros problemas de hoy. ¿Qué nos ha ocurrido? Muchas cosas; pero entre otras, nos ha faltado educación con perspectivas ya desde la familia. Un ejemplo que puede ser ejemplar. Cuando un muchacho vasco entraba a trabajar como aprendiz, sus padres le decían: ‘Fíjate y observa, que un día montarás tu taller’. En situaciones homólogas, nuestros jóvenes recibían una recomendación muy distinta: ‘¡Que no te exploten!’. Las consecuencias están a la vista. No tienen más industrias porque hablen euskera”.

Tiene fama de preparar un arroz con leche para requetechuparse los dedos. ¿El secreto? “En la preparación son importantes el qué y el cómo. Tienen que estar el arroz, la leche entera (un litro por pocillo de arroz) y el azúcar, claro está; pero no pueden faltar algo de nata, canela en rama, cáscara de limón, anís y un poco de sal. Cada cosa en su momento. Luego, revolver, revolver, revolver hasta que duelan las pantorrillas. Tras una noche al fresco, se quema poco antes de comer. Todo, hasta la forma de degustarlo, ha de realizarse con mucho mimo y mucha suavidad. Es un postre perfecto. Sí, sí, oigo la voz de Sócrates recordándome que les debo, no un gallo, sino un arroz con leche a mis amigos de La Felguera”.

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