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Junto a la Santina hay una "cuevona": 13 kilómetros de galerías subterráneas hasta ahora desconocidas

Tras diez años de exploraciones, el grupo de espeleología Gema logra documentar que la gruta del Trumbio es la cuarta cavidad más grande de Asturias, con 13 kilómetros: "Son las entrañas mismas de Covadonga"

Un espeleólogo, haciendo un descenso por la colada del Pozu Jaciosu. || Grupo de Espeleología Gema A. Rubiera

La cueva del Trumbio fue durante casi 50 años un enorme cañón en el valle de Huesera, en Covadonga, de 700 metros de desarrollo y cien metros de desnivel. Una cavidad bien conocida por los grupos de espeleología que campan desde hace mucho tiempo explorando el interior de los Picos de Europa. Y a todos les hacía toparse con el mismo muro.

Tras esos 700 metros de recorrido desde la entrada, el cañón forma una gran cavidad, de unos 35 metros de ancho y 110 metros de altura, y el recorrido queda ahí interrumpido porque el río se sumerge bajo la roca de forma abrupta formando un sifón imposible bajo una gran pared final. «Se convirtió en una clásica de los espeleólogos: entrar, llegar al sifón y darse la vuelta», cuenta José Antonio Carbajal, veterano del Grupo de Espeleología Gema, de Gijón.

La sala Alien. | Grupo de Espeleología Gema

Esa fue la travesía de menos de un kilómetro que ya en 1964 había documentado un grupo francés, el Speleo Club Alpin Languedocien, y así lo habían reflejado también en 1974 los espeleólogos del Oxford Univertity Cave Club, que topografiaron esa cueva. También fue la travesía que repitieron varias veces los del grupo gijonés Gema. Pero a Carbajal, posiblemente como a otros antes, le daba la espina de que aquello no podía acabar ahí.

«Cuando llovía mucho, sobre ese sifón caía una cascada preciosa y enorme. Además, se había comprobado que la resurgencia del río salía al lado de Covadonga, en una cueva que hay junto a la carretera de subida a los Lagos y que se conoce como el Güeyu Reinazu. Mi sensación siempre era que ahí había un mundo por explorar», cuenta Carbajal. Y estaba en lo cierto.

Aquella cavidad que acababa a los 700 metros tiene ahora 13 kilómetros de desarrollo documentado y 300 metros de desnivel. Y el Grupo Gema, fundado en Gijón hace más de 50 años, va a presentar en unos días los resultados de más de una década de exploraciones, en esta y en otras cavidades de la Sierra de Covadonga, hasta llegar a verla convertida en la cuarta mayor cavidad, por desarrollo, explorada en Asturias.

Cañón de entrada de la cueva del Trumbio. Pozo del charcón. | G. E. Gema

Quizá lo más singular y llamativo, como bien dice Carbajal, «es que todo ese sistema de pozos y galerías está en las entrañas mismas de Covadonga». Casi como si fueran los pasadizos que llevan a la Santina.

Punto de partida: Huesera

«A la cueva del Trumbio se entra por el valle de Huesera/Güesera, un valle ciego en el que se sume el río. Ahí se ha formado un gran cañón de entrada; y el agua subterránea que atraviesa la cueva sale en el Güeyu Reinazu, a unos 500 metros de Covadonga. Muy cerca de los sectores finales de la cueva, a solo 400 metros en planta, está la Cueva de Orandi, que lleva las aguas del valle de Orandi que van a manar bajo la gruta de la Santina cuando hay lluvias fuertes. Aunque algunos ensayos con trazadores –coloraciones– de los que se tiene información hasta ahora han dado como resultado que ambos sistemas son independientes, lo cual podría tener también su explicación geológica, no está del todo claro este extremo, por lo que habría que realizar estudios más exhaustivos para determinar las características hidrogeológicas de toda la zona», detalla Carbajal. No desisten. Nunca lo hacen. Cómo si no se explica que «llevemos casi diez años con esta exploración del Trumbio, añadiendo detalles y nuevas galerías», reconoce.

José Antonio Carbajal, en la espectacular sala Blanca. | G. E. Gema

Carbajal recuerda que el día que se pudo ir más allá de los 700 metros en Trumbio había llovido mucho y había una gran cascada. Los espeleólogos que iniciaron sus expediciones con luces de carburo, brújula, inclinómetro y cinta métrica ya habían dado paso a otra generación equipada ya con luces led y medidores láser. Y todo ayuda.

«Con las luces de carburo no alcanzábamos a ver mucho. Pero empezamos a usar led, más potente, y mirando hacia donde salía la cascada vimos por encima un gran agujero. Hicimos una escalada de 40 metros que nos llevó muchas horas, y a partir de ahí vino todo lo demás. Siempre nos parecía que la clave tenía que estar en algún paso superior por encima del sifón, y efectivamente, ahí estaba esa ventana que nos marcó por dónde seguir», rememora Carbajal. Dicen ellos, los expertos, que es factible interpretar que el agua que circula por la cueva procede de Vega Comeya. Y a Vega Comeya, además de las aguas superficiales, le llegan las procedentes de los lagos Enol y Ercina, «lo que explicaría la gran cantidad de agua que en ocasiones se observa en el interior de la cueva del Trumbio».

La entrada de la cueva del Trumbio. | G. E. Gema

Tras la difícil escalada de la pared del sifón, que llevó unas cuantas horas de ascensión, los espeleólogos llegaron a una pequeña plataforma y «siguiendo el curso del agua a través de un resalte escalonado de unos 10 metros de altura, se llegó al comienzo de un antiguo meandro de considerables dimensiones». Ahí nació la bautizada como galería Gema, que dio paso a todo un sistema de saltos, salas, pasos sifonantes, galerías... Más escaladas y auténticas bellezas naturales inexploradas, incluyendo un puente de piedra.

Ahora la Cueva del Trumbio tiene una sala de los Pinchos, una sala del Agua, una sala de la Niebla, una sala del Vivac, una sala Alien, otra espectacular sala Blanca... A veces el río discurre por meandros, otras se «encañona de forma espectacular», otras circula por una sucesión de resaltes y marmitas, hasta acabar en una cascada final de 40 metros «que conducen a una red de galerías activas y fósiles alrededor del sifón final. Según los datos topográficos, eso se encuentra 302 metros por debajo del punto más alto de la entrada del Trumbio», describen.

En su exploración, el grupo Gema ha localizado incluso otra conexión de entrada o salida a la cueva. Era solo una pequeña grieta medio obstruida por tierra y restos vegetales en el fondo de una dolina por la que se accede a un pequeño pozo, el Pozu Jaciosu, que comunica con una de las salas del interior con una gran colada. En la actualidad, el grupo Gema tiene toda la cueva instalada y mantiene mucha discreción en torno a su ubicación exacta y sus desarrollos porque se trata de una cavidad solo apta para expertos, con muchos requerimientos técnicos, que deberían evitar los curiosos y en la que la seguridad de las exploraciones que continúan allí depende de que no se alteren las instalaciones de apoyo.

La sala de los Gours, en el sistema de la cueva del Trumbio. | G. E. Gema

«Muchas veces los espeleólogos tenemos celo al contar las cosas que encontramos y es que no queremos que la presión de lo que se lleva ahora, que es la aventura rápida, inconsciente, del ‘yo lo hice’, se lo lleve todo por delante. Si damos a conocer todo esto es porque es nuestra obligación, debemos decir ‘esto está ahí, y es de todos’, pero debe quedar claro que ni está abierta al público ni es fácil que lo sea nunca. Esta cueva no es un parque de atracciones, es peligroso avanzar por ella y, además, al estar en el interior del Parque Nacional, en donde las actividades espeleológicas están restringidas, son necesarios los permisos correspondientes de exploración para el acceso», recalca Carbajal.

Él dice que ojalá se pudiera compartir sin riesgo ese mundo escondido lleno de maravillas que sigue siendo el mayor aliciente vital que encuentra este espeleólogo de 66 años. «Hay salas enormes, sitios que son preciosos... Es difícil contar todo lo que hay ahí en cuatro palabras. Y nuestra obligación es documentar todo eso haciendo el mínimo daño posible. Para que la gente se haga una idea, a la que llamamos la sala Blanca entramos descalzándonos porque nos da mucha pena entrar ahí con las botas llenas de barro».

Un Himalaya subterráneo

El sistema de la cueva del Trumbio es un nuevo ejemplo de lo que es bien sabido para los expertos, pero menos para muchos asturianos: que Picos de Europa, siendo de los mayores macizos calizos del mundo, es como una esponja llena de oquedades subterráneas. En Picos se encuentran el 14% de las simas con más de mil metros de profundidad que se han descubierto en el mundo por parte de los espeleólogos. Ahí está el caso de la Torca del Cerro del Cuevón, una sima que se encuentra muy cerca del Refugio de Cabrones y que con sus 1.589 metros de profundidad es la mayor de España y la novena del mundo. Otras 55 cavidades llegan a profundidades entre los 500 y los 1.000 y hay 250 más que tienen entre 100 y 500 metros de hondura. Además de simas, hay impresionantes galerías subterráneas que llegan a prolongarse hasta 18 kilómetros. Por toda esa singularidad, a Picos se le conoce como el Himalaya subterráneo. 

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