La Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA) demostró ayer que, por más que le dedique un concierto extraordinario a la Noche de Difuntos, como formación musical está muy viva. Sobre todo cuando tiene a los mandos a un director con el nervio y la ductilidad del joven chileno Luis Toro, que demostró solvencia en una función que fue de menos a más. En un Auditorio con media entrada, la orquesta comenzó algo fría al afrontar la obertura de "El holandés errante" de Wagner, aunque no tardó en entrar en calor regalando buenas interpretaciones de piezas de "El aprendiz de brujo" de Dukas, el "Macbeth" de Verdi y el "Fausto" de Gounod. El público disfrutó con un concierto bueno aunque quizá algo corto (apenas hora y diez minutos) y dedicó sentidos aplausos a la orquesta y al director.