Zapico y "Forma Antiqva" cierran con éxito sus dos recitales en Madrid
El público dedicó una extensa ovación a los más de 400 protagonistas del concierto
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Orquesta y músicos reciben la ovación del público. | H. M. / Helena Montenegro
Helena Montenegro
Una extensa ovación resonó en el Auditorio Nacional tras el primer concierto –el martes– de Aarón Zapico en Madrid como parte del "Mesías Participativo" organizados por la Fundación La Caixa. Era el mejor colofón para que Zapico, sus músicos y cantantes, cogieran fuerzas para repetir ayer actuación y volver a conseguir un gran éxito.
Las tres horas de concierto y el viaje emocional que supone el "Mesías" de Händel provocaron las lágrimas de varios de los músicos. El mismo Zapico sacó un pañuelo antes de comenzar la tercera y última parte de la obra para secarse el rostro y cerrar el primero de los dos encuentros que le hacían sentir "muy emocionado", en palabras del langreano.
Bajo la batuta del asturiano estuvieron la orquesta Forma Antiqva –fundada por él mismo junto a sus hermanos Pablo y Daniel–, el coro de la Orquesta Ciudad de Granada y un grupo de más de 400 cantantes aficionados acomodados en los anfiteatros.
El langreano hizo suya una obra compuesta en el siglo XVIII por un Händel que había estado al borde de la muerte unos años atrás a causa de una apoplegía. Cuenta el alemán Stephan Zweig, autor de "Momentos estelares de la humanidad", que componer El Mesías en 24 días fue lo que ayudó al director a curar sus dolencias. Por aquel entonces, los registros vocales femeninos no estaban contemplados en ninguna de las piezas. Es una de características que Zapico incluye en su versión, a la que además añade instrumentos clásicos tales como el laúd, la trompeta barroca o los violines sin cuerdas de metal. Una versión "magnífica", en definitiva, para algunos de los asistentes.
Zapico hizo de todas las piezas un trabajo conjunto, pues no se limitó a trabajar con su coro. Cuando los aficionados tomaban partido, el asturiano alzaba la vista hacia ellos para dirigirles con el mismo ímpetu que al resto. Cuando llegaron los aplausos, Zapico los pidió también para los anfiteatros. Acto seguido, segundos después de despedirse, volvió a ocupar su lugar en el centro del escenario para concederle al público de nuevo la pieza más famosa de Händel, "Aleluya", que, entonada en la voz de más de quinientas personas, envolvió al recinto. El extenso viaje por el nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús que hace esta obra tomó la forma de "una bala que llegó al corazón de los presentes", en palabras del público.
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