El destino de un excepcional legado patrimonial

Los 20 años de orfandad del Tabularium

Tras el fallecimiento de Joaquín Manzanares, su excepcional colección de arte y patrimonio asturiano sigue en manos de la familia ante el desinterés de las administraciones

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

A sus cinco vástagos Joaquín Manzanares les dejó algo así como un sexto hermano, y les encomendó su cuidado. Él se refería así al Tabularium y su hijo, Fran Manzanares, puntualiza: "Un hermano que no da más que preocupaciones". El artífice del Tabularium Artis Asturiensis murió el 18 de junio de 2003. Su familia cree que la inquietud por el futuro de su colección afectó a su corazón, porque a pesar de sus 80 años tenía fortaleza y salud, y seguía siendo un gran caminante. En cuestión de meses coinciden el centenario de su nacimiento, un 23 de diciembre de 1922; el 20.º aniversario de su fallecimiento, el 18 de junio de 2003; y el 75.º de la creación de su adorado Tabularium, en 1947, un hito que Joaquín Manzanares decidió conmemorar cada 11 de mayo con una comida a los que reunía a sus amigos y a los del Tabularium. El 11 de diciembre volvían encontrarse por San Dámaso, el patrón de los arqueólogos.

Arriba, a la izquierda, un retrato de Joaquín Manzanares, en el despacho del Tabularium; al lado, parte de la colección, con el pórtico de San Juan al fondo. Sobre estas líneas, el ara de Octavio Augusto, y a la izquierda, un capitel del palacio de Alfonso II. | Luisma Murias

Un retrato de Joaquín Manzanares, en el despacho del Tabularium. | Luisma Murias / Elena Fernández-Pello

Han trascurrido 20 años y sus herederos siguen en las mismas, sin saber qué será del monumental archivo cuando ellos falten o no dispongan de recursos para seguir haciéndose cargo de él. Joaquín Manzanares comenzó su colección de arte asturiano en 1947 y a ella le dedicó la mayor parte de su tiempo. Se las arregló para compaginar su empleo de inspector del Instituto Nacional de Previsión y sus visitas, previamente planificadas con un método científico, por las parroquias de Asturias al rescate de patrimonio. Las visitó todas, solo un par de ellas le debieron quedar por andar. Los recorría, hablaba con la gente y en cuanto se enteraba de que había alguna obra de arte de interés, que Asturias podía perder, ponía en juego los recursos que tenía a mano, mostraba interés y conocimientos, y si estaba a su alcance lo compraba.

De izquierda a derecha, Virgen gótica de Belmonte, inscripciones pétreas, la campana de Corias, un detalle del pórtico de San Juan, tallas religiosas y una vitrina con piezas prehistóricas. | Luisma Murias

El ara de Octavio Augusto, y a la izquierda, un capitel del palacio de Alfonso II. | Luisma Murias / Elena Fernández-Pello

Fran Manzanares asegura, un poco quejoso, que su padre se gastó el dinero de la familia en el Tabularium y que aún siguen echando mano de sus recursos económicos para mantenerlo en el chalé del Prau Picón donde permanecen cuidadosamente almacenadas las piezas. Le preocupa, como a sus hermanos, dejar bien instalado al hermano incómodo que su padre les encomendó.

Los 20 años de orfandad del Tabularium

Los 20 años de orfandad del Tabularium / Elena Fernández-Pello

Antes de continuar hay que explicar quien fue Joaquín Manzanares Rodríguez-Mir y qué es el Tabularium. El fundador de la espectacular colección creció durante la Guerra y se quedó huérfano de padre en el 36; fue estudiante de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Oviedo; se licenció en Historia en Salamanca; había empezado a interesarse por el pasado de la mano de Juan Uría, catedrático de la Universidad de Oviedo, cuya tertulia de intelectuales –Emilio Alarcos, José María Fernández, Pepe Estrada, Tolivar, José Manuel González–, en Casa Noriega, frecuentó desde muy joven. Luego viajó a Múnich, en plena Guerra Mundial, para completar su formación y como profesor visitante de español. Ingresó por oposición en el cuerpo de interventores del Instituto Nacional de Previsión. En 1947 se casó, nació su primera hija Mari Paz y el mismo año fundó el Tabularium, bajo la divisa "Deus et nostrum" ("Dios y lo nuestro"). Sus investigaciones se concretaron en unas 40 publicaciones. En 1952 fue nombrado académico correspondiente de la Academia de San Fernando y automáticamente pasó a formar parte de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos.

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Virgen gótica de Belmonte. | Luisma Murias / Elena Fernández-Pello

En 1954 Joaquín Manzanares descubrió el templo prerrománico de Santa María de Bendones, en ruinas y a escasos cinco kilómetros del centro de Oviedo. Ese mismo año se publicó su nombramiento como director del Museo Arqueológico Provincial. Él había conseguido, a base de sus investigaciones, las primeras 40 piezas de la colección del Arqueológico. Nunca llegó a tomar posesión del cargo por tejemanejes políticos.

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La campana de Corias. | Luisma Murias / Elena Fernández-Pello

En 1980 fue nombrado cronista oficial de Asturias y le pusieron una calle en Oviedo, todo aprobado por unanimidad, y en 1995 recibió la Medalla de Asturias. Ninguna de esas distinciones le compensó el no haber podido llegar a ningún acuerdo con las instituciones públicas para dar asiento a su Tabularium. Ahora vamos con él. Es, literalmente, un archivo de arte asturiano, un poco ecléctico, con cientos de objetos, que abarca desde la Prehistoria hasta el Barroco: lo mismo estelas romanas que útiles prehistóricos y tallas medievales. Habrá más de 500 piezas en total, más infinidad de miles de época prehistórica, además de decenas de miles de documentos. Solo en el archivo de imágenes, Fran Manzanares contabiliza unas 100.000 fotografías de Asturias desde el año 47 hechas por Joaquín, cerca de 10.000 diapositivas y unas 2.000 placas de cristal y otros soportes.

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Un detalle del pórtico de San Juan. | Luisma Murias / Elena Fernández-Pello

El Tabularium guarda tesoros, no tanto por su valor económico como por su importancia en el contexto histórico de la región. Ahí está el epígrafe dedicado a Octavio Augusto, del año 9 después de Cristo, que pesa 2.700 kilos y que Joaquín compró pagando poco más de lo que estaba dispuesta a desembolsar la Diputación Provincial y con un crédito que pidió al Banco Herrero. El texto sobre Octavio Augusto, indica el director del Tabularium, es "el primer testimonio documental fechado en Asturias", lo que viene a ser "la entrada de Asturias en la civilización romana". También salta a la vista la portada de la desaparecida (a principios del siglo XX) iglesia de San Juan, una de las escasas representaciones del románico en Oviedo; una Virgen gótica del monasterio de Belmonte, del siglo XIV, que había estado escondida en un hórreo, dentro de un saco, y por la que Joaquín esperó con paciencia infinita 30 años, hasta que la familia que la custodiaba decidió desprenderse de ella; hay una cabeza de un Cristo, una réplica de la del Calvario de la Cámara Santa; una singular estela discoide que se trajo de Cabañaquinta; la campana más antigua de Asturias –la Wamba de la Catedral de Oviedo es la más antigua en uso, pero esta es anterior, del siglo XI y del monasterio de Corias–; un capitel del palacio de Alfonso II, salido de las excavaciones de la calle Schultz, en Oviedo, y como esas muchas otras piezas, a cual más interesante y envuelta en anécdotas de lo más peculiares.

Los 20 años de orfandad del Tabularium

Los 20 años de orfandad del Tabularium / Elena Fernández-Pello

En los últimos años se han ido incorporando algunos objetos más, hallazgos fortuitos y donaciones: una pila bautismal, lápidas romanas, útiles prehistóricos encontrados en las playas del litoral y en las caleyas y tierras de labor asturiano. El Tabularium se mantiene vivo con esas nuevas piezas y alguna que otra investigación gracias a su empeño personal y al del secretario del archivo, Emilio Marcos Vallaure, quien fue director del Bellas Artes de Asturias y que Joaquín Manzanares nombró personalmente, y el arqueólogo de la familia, Vitorino Gutiérrez. Juntos, con algunos colaboradores puntuales, preparan una publicación monográfica sobre Joaquín Manzanares por sus tres aniversarios, que incluirá algunos artículos inéditos hallados entre sus papeles.

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Una vitrina con piezas prehistóricas. | Luisma Murias / Elena Fernández-Pello

Manzanares se queja de que todo ese trabajo de su padre no haya sido suficientemente reconocido. Se lamenta de que en los últimos 20 años ningún consejero de Cultura mostró interés alguno por conocer el Tabularium y que el actual Alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, hizo una visita apresurada. Cree que los políticos han preferido pasar de largo y solo el director general de Patrimonio Cultural, Pablo León, visitó hace unos meses el Tabularium para conocer la colección y hablar de posibles ubicaciones. El deseo de la familia es el mismo que el del creador de la colección, asegura el actual director: "Que se pueda exponer públicamente, sin salir de Asturias, lo mismo da que sea en Oviedo, en Gijón, Avilés o en cualquier otro sitio adecuado, y que la propiedad pase a la Administración y por ende a los asturianos, para que disfruten de la contribución que hizo a Asturias, y sigan investigando sobre los materiales".

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Parte de la colección, con el pórtico de San Juan al fondo. | Luisma Murias / Elena Fernández-Pello

Entretanto la familia Manzanares le dispensa la mejor atención que puede, con un mimo casi doméstico. "Hasta que perdió la vista era mi madre la que limpiaba el polvo al Tabularium", comenta Fran, y ahora es él el que baja y lo mantiene en orden. La herencia de su padre es "un tesoro", lo admite, aunque no de la forma que la gente puede pensar. Han tenido ofertas de coleccionistas particulares y hace muchos años el Metropolitan de Nueva York lo visitó y se interesó por él, pero la familia no se plantea vender, no mientras sea posible mantenerlo unido, como era el deseo de Joaquín, que les ha dejado un legado demasiado importante. "Es que lo de mi padre era una neurosis obsesiva, él estaba obsesionado con Asturias y con la defensa del patrimonio de Asturias", comenta Fran Manzanares.

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