Sokolov, un mago al piano

El intérprete de origen ruso deleita al público ovetense en un gran concierto marcado por un repertorio diferente y atractivo

Sokolov, durante su concierto de ayer. | Luisma Murias

Sokolov, durante su concierto de ayer. | Luisma Murias / J. Mallada,

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

No se trataba de un recital más. La cita de anoche en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo es de esas que aparece desde meses marcada en rojo en el calendario de los melómanos asturianos. Fieles a la doctrina del gran Grigory Sokolov, pianista de origen ruso y nacionalizado español el verano pasado, acudieron entusiasmados a esta nueva entrega del ciclo "Jornadas de Piano Luis G. Iberni", organizadas por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, hasta llenar por completo el templo ovetense.

Sokolov, que genera devoción en Oviedo, llegó a la capital con un programa diferente pero muy atractivo, compuesto por dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas, monopolizada por obras para teclado del compositor británico Henry Purcell. La segunda, algo más convencional, formada por la "Sonata número 13 en si bemol mayor" y el "Adagio en si menor" de Mozart. Sorprendente repertorio que no fue obstáculo para vivir una velada mágica.

Sokolov, un mago al piano

El público del Auditorio, momentos antes del concierto. / J. Mallada,

En la primera parte, Sokolov lució una pulcritud en la pulsación y unos fraseos elegantes y bien entendidos con los que solventó cualquier atisbo de duda ante las escasamente programadas piezas de Purcell. La segunda mitad, también interpretada íntegramente de memoria, siguió la misma tónica. Tan solo unos rotundos aplausos al término de la sonata mozartiana devolvieron a la realidad al maestro que, automáticamente, se puso en pie para recibir, apenas un instante, el reconocimiento del público antes de volver a acomodarse y ejecutar el "Adagio".

Pero la austeridad en los gestos y alardes de Sokolov no está para nada reñida con su carácter pródigo y tras la segunda, vino una improvisada "tercera parte" en forma de propinas. Una, dos, tres... Hasta media docena de regalos musicales que incluso habrían sido más a juzgar por el entusiasmo de un público que despidió con en pie y con gritos de "¡Bravo!" al pianista ruso, tras dos horas de recital a un nivel excelente.

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