La Cruz de la Victoria asturiana tiene "familia" en Toledo: "Estaba pintada en piedra y quizá simulara piedras preciosas"

Hallan en Casarrubios del Monte un relieve visigodo previo y similar al emblema astur pero sin categoría de precedente

A la izquierda, la cruz hallada en Casarrubios del Monte. A la derecha, la Cruz de la Victoria, en la Catedral de Oviedo.

A la izquierda, la cruz hallada en Casarrubios del Monte. A la derecha, la Cruz de la Victoria, en la Catedral de Oviedo. / E. P. / Miki López

T. Pertierra / Agencias

La Cruz de la Victoria asturiana tiene una "cara" con rasgos familiares en Toledo. Un parentesco iconográfico destacado aunque no llegue a alcanzar la categoría de precedente. Así lo matiza el historiador asturiano Lorenzo Arias una vez comparados ambos emblemas a petición de LA NUEVA ESPAÑA.

El hallazgo nace de un proyecto de investigación dirigido por los arqueólogos y académicos de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo Jesús Carrobles, Jorge Morín y Rubén Pérez, sobre la escultura decorativa monumental visigoda al norte de la provincia de Toledo. Un trabajo que permitió documentar en la localidad toledana de Casarrubios del Monte un relieve de época visigoda, probablemente del siglo VII-principios del VIII, que destaca porque se engarza estéticamente con la Cruz de la Victoria.

El relieve tiene una cruz griega anicónica –no porta a Cristo crucificado–, de brazos trapezoidales, ensanchados hacia fuera, rematados en media luna. De los brazos horizontales cuelgan las letras griegas alfa y omega, mientras que el brazo inferior se prolonga en un astil o empuñadura, representando así una cruz litúrgica portátil, que podía ser empuñada, puesta sobre un soporte en un altar o sobre un astil más largo para procesionar, según informa "Pequeños Arqueólogos".

Cuenta ya con las características iconográficas propias de la Cruz asturiana –empuñadura, letras griegas–, representada en bajorrelieve como escultura decorativa en los edificios de prestigio del Reino astur, salvo ser una crux gemmata –cruz decorada con piedras preciosas.

La Cruz de la Victoria, en la Catedral de Oviedo. | Miki López

La Cruz de la Victoria, en la Catedral de Oviedo. / Miki López

La iconografía de esta tipología de cruces continuó desarrollándose, entre los siglos X y XII, en la miniatura de los códices elaborados en los monasterios de los reinos cristianos hispano medievales. El rey Recaredo, impulsor de la conversión de los visigodos arrianos al catolicismo y de la unidad religiosa del reino, recibió en el año 599 del Papa Gregorio Magno, entre otras reliquias, una cruz con un fragmento del lignum crucis, de la cruz de Cristo, que pasó a tener un importante valor simbólico para el Regnum Gothorum, como símbolo de la gloria y poder divino de Cristo, de su victoria sobre la muerte y el mal, y como protección y victoria en la batalla.

A partir de ese momento se desarrolló en el reino visigodo de Toledo un notable culto a la cruz, que se manifestó en ceremonias de veneración, en la dedicación de iglesias bajo la advocación de la Santa Cruz, en la representación escultórica de cruces en bajorrelieve como decoración arquitectónica en edificios religiosos o en las cruces de orfebrería visigoda como las del tesoro de Guarrazar (Guadamur, Toledo), que eran entregadas a las iglesias a modo de ofrendas.

Tras la conquista islámica de la Península Ibérica y el nacimiento del Reino de Asturias, los monarcas astures cimentaron las bases del nuevo reino en una tradición legitimadora por la que se consideraban herederos del Reino visigodo de Toledo –ideal transmitido a su vez a los reinos cristianos de la Hispania medieval–, adoptando los atributos iconográficos visigodos, convirtiendo la cruz en el emblema del reino, en una fuente de legitimidad y en nexo de unión con el desaparecido Reino visigodo, representándola en los edificios de prestigio, civiles y religiosos, del prerrománico asturiano.

El historiador Lorenzo Arias matiza algunos aspectos del hallazgo toledano. Sin quitar valor al mismo, prefiere no hablar de "precedente". "Es muy bueno que aparezcan cruces latinas así, pero ya se conocen muchísimas en piedra, anteriores y posteriores, sobre todo en el Reino de Toledo", explica, "las corrientes artísticas fluyen y surgen influencias, parentescos en los talleres artísticos que sirven a la monarquía con sus mejores patrones para las imágenes. Toledo era una capital y había intensas relaciones, nexos. Esta cruz toledana estaba pintada en piedra, y quizá simulara piedras preciosas. El alfa y la omega tenían la función de representar el Apocalipsis, principio y fin, eso da una connotación fuerte a la cruz en aquel panorama estético, aunque la asturiana no lo tenía al principio, sino unas perlas. Decir precedente es como decir que la usaron como elemento de copia, y eso no puede ser, sería mucha coincidencia. Pero si es post 711 la cruz tiene un valor muy importante porque la de la Victoria es posterior. Hay, en definitiva, que pulir un muy buen hallazgo".

La Cruz de la Victoria, añade, tiene el gran valor de que "sabemos dónde se hizo: en el castillo de Gauzón. Allí se encontró el taller metalúrgico, y la propia Cruz lo dice detrás. Ella misma es un documento histórico".

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