La crítica de los "Oscar": El estado de la Unión

Las nominaciones reflejan la salud del cine estadounidense y permiten tomar el pulso a su industria

Pablo Álvarez-Hornia

Pablo Álvarez-Hornia

¿Cuáles son los referentes estéticos de una industria que tiende a confundir clasicismo con invisibilidad, en la que sólo la originalidad del texto o la exageración vacía de sus imágenes garantiza destacar a películas indistinguibles en sus formas?

La internacionalización de la Academia –literal y figuradamente, pues ha ampliado su base de votantes tanto o más que su selección de largometrajes–, orientada inicialmente a mantener una relevancia industrial (y cultural) que se les escapaba, ha forzado un tímido cambio de paradigma. Hollywood se descentraliza para recibir ya no sólo a quienes heredan su tradición desde dentro ("Los asesinos de la Luna", "Los que se quedan") sino también desde fuera ("Vidas pasadas", "Anatomía de una caída"), reuniéndolos con ejercicios que disputan ese clasicismo ("La zona de interés").

Y en medio, la victoria de "Oppenheimer".

Más que una referencia de la situación que atraviesa el cine en general, los "Oscar" representan siempre el particular Estado de la Unión de Hollywood. Conocer los nominados, las películas que atraviesan ese primer corte y pasan a reflejar la salud del cine estadounidense, resulta a menudo más revelador que los nombres de los ganadores de la gala: nos permite tomar el pulso a su industria.

En ese sentido, la selección ha sido relevante en la medida en que ha encaminado la visión titubeante de las anteriores, encontrando una forma de encauzar su pérdida de identidad. En un año en el que las huelgas de actores y guionistas, el hundimiento de los servicios de streaming y la debacle del cine de superhéroes han sido protagonistas, la película de Christopher Nolan ha sido un espaldarazo a ese cine "propio" que temían insalvable.

La victoria para el diseño de sonido de "La zona de interés" sobre "Oppenheimer" es probablemente una de las más significativas (más aún que su otro galardón, mejor película de habla no inglesa), porque devuelve el sentido a una de tantas categorías mal llamadas "menores". La película de Jonathan Glazer da al sonido una importancia extraordinaria para plantear la incapacidad del cine de dar imágenes a la altura –o incluso de dar respuesta– a lo que considera irrepresentable.

El tiempo dirá si la Academia ha asumido estos logros como suyos, o si quedará en anécdota. Como decía John Ford: "Hollywood es un lugar que no se puede definir geográficamente. En realidad, no sabemos dónde está".

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