El día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer

Josefina Velasco Rozado

Josefina Velasco Rozado

"No hay excusa para la violencia contra las mujeres y las niñas", proclaman este año las Naciones Unidas. Pero todavía hay muchos lugares del mundo donde reclamar la dignidad femenina exige un acto de heroísmo. Aquellos en los que las creencias sustentadas desde los poderes sitúan a la mujer en condición de inferioridad, sin derechos, solo con deberes, esclavas ninguneadas. Y son muchos. Miren los mapas. A veces, reivindicativas donde podemosnos olvidamos de dónde están las otras, las olvidadas.

No hace mucho la desigualdad y el maltrato tenían su particular lista negra que continúa: Afganistán, El Congo, Irak, Nepal, Sudán, Guatemala, Mali, Pakistán, Arabia Saudí, Somalia, Yemen, Chad, Irán... La violencia contra las mujeres es una lacra que permanece. Ningún país se libra de ella.

Desde 1981, las militantes en favor del derecho de la mujer observan el 25 de noviembre como el día contra esta violencia. La fecha fue elegida como recuerdo del brutal asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal, activistas políticas de la República Dominicana por orden del gobernante Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961). El dictador dominicano fue el paradigma del machismo, la prepotencia y la degradación moral, maravillosamente retratado por Mario Vargas Llosa en su novela "La fiesta del Chivo" (2000) en la que mancilla la dignidad de las mujeres e incluso de las hijas de sus más próximos colaboradores ¡Lástima que su ejemplo cunda tanto!

El 20 de diciembre de 1993, la Asamblea General aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. El 17 de diciembre de 1999, a través de la resolución 54/134, la Asamblea General declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y ha invitado a los gobiernos, las organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales a organizar en ese día actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública respecto al problema de la violencia contra la mujer.

La desigualdad existe y la denuncia no cesa en ningún país. Ni en el nuestro. Hay situaciones dramáticas en pueblos, barrios marginales o en colectivos desprotegidos, aunque afecta a todos. La situación ha mejorado mucho respecto de aquel 1997 cuando la granadina Ana Orantes pagó cruelmente con su vida la denuncia pública del maltrato sufrido durante cuatro interminables décadas en las que su marido la machacó. Su maltratador fue su verdugo. Las leyes cambian, la custodia policial mejora, la protección se va afinando, pero aún falta lo fundamental: que las leyes en igualdad de derechos sean realmente aplicadas a todos y la fuerza de cada cual se mida en parámetros diferentes a la violencia.

Y que eso, el avance no sea privativo de nuestro primer mundo, porque al final o todos ganamos o todos perdemos. La Tierra es un hogar común y los focos de injusticia, hambre, marginalidad o maltrato cruzan mares, saltan vallas, quiebran fronteras y a todos nos afecta.