Un derroche de carisma

El sucesor de San Juan Bosco muestra empatía sincera, sin forzar

Fernando Canellada

Fernando Canellada

Ángel lo llaman sus hermanos salesianos. Y el nombre condiciona. Ángel Fernández Artime visitó Las Palmas de Gran Canaria el pasado 4 de mayo por el centenario de la llegada de los Salesianos a Canarias. Venía de Australia. En nueve años como décimo sucesor de Don Bosco ha recorrido 118 naciones para conocer la realidad de 800 obras de la Sociedad de San Francisco de Sales. Conoce la Iglesia católica en su dimensión universal, como pocos. Despacha con frecuencia con el Papa desde su conexión bonaerense. Francisco, con su rumbo firme en la creación de cardenales para elegir a su sucesor, aunque es figura de los jesuitas, se educó con los salesianos y en sus internados creció como hijo de inmigrantes italianos. Comparten formación salesiana no solo el papa Francisco y Fernández Artime, también José Cobo, flamante cardenal de Madrid.

El luanquín, que es un dignísimo sucesor de San Juan Bosco, el décimo y el primer español. Hace también el número diez de los cardenales salesianos, cinco con derecho a voto. Está unido al diez por algo. Es un hombre sobresaliente. En el patio del colegio salesiano de Las Palmas era aclamado por 1.500 alumnos cuando conocimos al Rector Mayor. Resultó impactante su espíritu esperanzado. Un derroche de carisma. Se fotografió con todos los cursos de los tres colegios de la Isla, mostraba sincera empatía, sin forzar, armonía, equilibrio, paz y frescura. Rodeado de una juventud esperanzada, contagiaba entusiasmo y ganas de vivir. Llega a los jóvenes con la guitarra y como maestro de fe y de vida; y a los no tan jóvenes con un magnetismo que cautiva. Es una personalidad eclesial, espiritual y humana extraordinaria. Don Bosco vivo.

En su estancia en Gran Canaria, como conocían su gusto por el pescado, se animaron a ofrecerle cherne, rica especialidad canaria. "Se han arriesgado mucho a poner pescado", bromeó el luanquín y aunque nada se parecía a los pexes de su Cabo Peñes, disfrutaron del almuerzo y de su compañía.

Encantador e insuperable en la distancia corta, estrecha la mano con sinceridad, escucha, pregunta, conecta al instante. Era el primer saludo entre dos asturianos y quedó la sensación de ser conocidos de toda la vida, como sus paisanos Artime de Gozón, que sobresalen por su don de gentes.

Suscríbete para seguir leyendo