Al cambio, como si el Sporting hubiera empatado en León y ganado anoche al ordenado Huesca de Rubi. Al cambio, los seguidores de la media inglesa se iban felices para casa porque el Sporting ha resuelto la semana de los nueve puntos con siete, que no es mal balance, pero que queda disminuido si se tiene en cuenta que de los tres partidos, dos se jugaron en casa, donde habíamos quedado que hay que ganar todos los partidos para regresar a Primera. Al cambio se pueden poner en el mismo plano la falta que originó el gol de Carmona con el penalti de Melero. No parecieron falta ninguna de las dos acciones, pero a la hora de los balances ya da lo mismo. Lo que no da lo mismo es el convencimiento de que el Sporting llegó ahogado a la segunda parte, períodos en los que, con partidos cada dos días o cada siete, da la impresión que se le atragantan a este Sporting. No hubo demasiadas rotaciones en prueba de que el entrenador, quizá con toda la razón del mundo, distingue entre titulares y reservas, como siempre se ha distinguido por más que las modas apunten a que las plantillas actuales son un modelo de equilibrio.

El partido había llegado hasta el gol de Carmona, con la colaboración especial del portero del Huesca, con la sensación de que bien podría irse al empate o que iba a ser cosa del que marcara primero. Y marcó el Sporting, que ha encontrado en Carmona un seguro balear para desatascar partidos. El Sporting, en casa y con ventaja, parecía que caminaba con paso firme hacia la tercera victoria consecutiva. Pero el equipo quizá por cansancio, quizá por mal calculada prudencia, le dejó el balón a un Huesca que empató pronto, en jugada por el centro de Melero, que terminó derribado en el área. O eso le pareció al árbitro. Melero lanzó el penalti sin frivolidades y empató ante un Mariño que volvió a ser el salvador rojiblanco en dos excelentes paradas, amén de la seguridad que ofreció a lo largo de todo el partido.

Tras el empate hubo un momento en el que pareció que el Huesca iba a dar la vuelta al resultado, pero entre el citado Mariño y alguna que otra torpeza oscense el marcador ya no se movió, ni siquiera en el descuento cuando en un contragolpe masivo del Huesca pudieron marcar, pero Barba salvó en el área pequeña.

El empate, distinguido público, es un frenazo en la carrerilla que había cogido el Sporting con su victoria en León. No es un drama, pero sí una decepción que queda aparcada, como tantas cosas estos días, a la espera de la evolución de los acontecimientos. Este Sporting no acaba de trazar una línea recta porque algo le falta para superar con claridad a los rivales medios.