Si la primera impresión es la que vale, el nuevo Sporting del Pipo Baraja entra bien por el ojo. La puesta en escena desvela un equipo bien plantado, con capacidad para gestionar la pelota, con ambición para buscar el gol con dos delanteros y con calidad individual para desnivelar la balanza cuando el partido lo requiere. Vamos, lo esperado durante el verano. Habrá que ver si el guiso coge sabor con el tiempo adecuado de cocción, pero la receta, tal cual se ha planteado, promete alegrar el paladar. El mayor éxito de Rubén Baraja se reflejó en la cara de los aficionados que abandonaron El Molinón con alegría por primera vez en meses.

No hubo grandes sorpresas, lo que ya es de agradecer. A Rubén Baraja no le tembló el pulso a la hora de confiar a Nacho Méndez el timón de la nave, aunque es cierto que contó con Bergantiños para guardarle la espalda. El técnico recuperó la mejor versión de Carmona, asustó con dos delanteros de renombre en la categoría y demostró que se puede ser valiente, mantener la portería a cero y apenas conceder ocasiones de gol. Ni siquiera con la prematura amonestación al guaje, Baraja se desvió del plan inicial.

Es cierto también, justo es decirlo, que al Sporting parece haberle cambiado la suerte. Más allá de las recuperaciones de futbolistas, un afortunado rechace premió la buena combinación de Carmona y Nacho Méndez en el primer gol. Luego la buena vista del asistente acertó a anular un gol de Casadesús por un ajustado fuera de juego de Longo que intentó desviar la pelota. Incluso tuvo la suerte, o quizá el acierto, de que los futbolistas que introdujo de refresco tuvieran una participación destacada en la jugada que cerró el marcador.

El Sporting formó con el equipo que había ensayado durante la semana y con los futbolistas en sus puestos naturales, con la única salvedad de Juan Rodríguez, adaptado de nuevo al lateral derecho, donde despachó un partido más que aseado. El Sporting de Baraja ha recuperado la solidez.

El entrenador nuevo cumplió con el dicho de la victoria segura, pero hizo mucho más. Alimentó la esperanza de una afición que había perdido la alegría. Quizá es pronto aún para hablar de ilusión, o para fijar objetivos después de la enorme ventaja concedida. La primera victoria de Rubén Baraja ha sido la de hacer reaccionar a un equipo sin alma que ayer, de nuevo, volvió a sentirse importante, a llevar el peso del partido y a tenerlo controlado en todo momento. Es cierto que allanó el camino el gol tempranero de Santos, pero el equipo logró que el resultado nunca se viese comprometido.

La imagen del primer partido de la era Baraja será la de unos futbolistas que de nuevo vuelven a tener cosas que celebrar con su afición. Conviene tener mesura en el análisis y valorar en su justa medida la fragilidad del Tenerife lejos de su isla, pero esto no resta mérito a la reacción del Sporting. Al primer intento, Rubén Baraja iguala la mayor goleada conseguida en casa por el Sporting en toda la temporada. La esperanza ha renacido.