La mejor noticia que se puede extraer del partido disputado este jueves por el Real Sporting en Pucela, sobre todo tal y como se había puesto el partido y la eliminatoria al descanso, es que el domingo el equipo de Baraja aún tendrá la oportunidad para intentar darle la vuelta a un resultado adverso, pero que visto lo visto, puede darse hasta por bueno.

Lo peor sin embargo es de nuevo esa sensación de fragilidad que el equipo ha vuelto a mostrar en esta recta final de la temporada. Y eso que el Sporting no había empezado del todo mal el partido. De hecho fueron suyas las primeras aproximaciones de peligro.

Sin embargo todo cambió a partir de ese primer gol logrado por los locales, cuando estaba a punto de llegarse a la primera media hora de juego. Desde ese momento y cual castillo de naipes, el entramado que había dispuesto Baraja sobre el Nuevo Zorrilla se vino abajo por completo.

Así, apenas había tenido el Sporting tiempo para buscar la reacción cuando recibió un nuevo mazazo seis minutos después del primero, en forma de lanzamiento directo al que Mariño no pudo llegar. Y por si fuera poco, tan sólo dos minutos después en una jugada tan mal defendida como absurda, llegó el tercer tanto vallisoletano, en forma de autogol de Calavera. Peor escenario imposible. Y más habida cuenta de los precedentes de este equipo a la hora de levantar resultados en contra.

Con la grada local encendida por el contundente resultado y pidiendo más sangre a los suyos, el Sporting como boxeador ‘sonado’ a borde del KO, lo que pedía a gritos era que sonase la campana, para poderse retirarse a los vestuarios a buscar alguna solución a semejante desaguisado que él mismo se había procurado.

En los más de 500 aficionados sportinguistas la sensación era de absoluto desconcierto ante lo que había presenciado, con un equipo simple y llanamente sin pies en lo físico ni cabeza en lo mental. Aun así La Mareona no dejó en ningún momento de creer y continuó alentando a los suyos para que intentasen conseguir al menos ese gol que pudiese meterles en la eliminatoria.

Y por fortuna más que por juego, ese gol que sirve para mantener un halo de esperanza encendido en el sportinguismo, llegó cuando se volvieron a juntar dos de los jugadores que han de juntarse si este equipo quiere generar peligro: Rubén García y Jony. Al cangués no le tembló la pierna cuando el levantino le puso una asistencia que el defensor de turno hizo aún mejor.

Pero con el 3-1 el Sporting lejos de irse claramente a un por un segundo tanto, volvió a mostrar todas sus carencias ofensivas ante un rival que decidió arriesgar aún menos que su oponente.

La prueba de que al equipo de Baraja le faltan recursos es que el propio entrenador renunció a cualquier cambio hasta el minuto 85, cuando dio entrada a Alex López, primer y única sustitución a la postre. De revulsivos para el ataque ni rastro.

Para el partido de este próximo domingo es obligado creer en que es posible la remontada, pero ciertamente será muy complicado si no se ve a un equipo muy distinto al que se vio en Valladolid. No se puede olvidar que son ya cinco derrotas en los últimos seis partidos disputados.

Habrá sin embargo que aferrarse a la buena trayectoria de resultados en El Molinón Enrique Castro ‘Quini’, con Baraja sentándose además de nuevo en el banquillo, tras haber cumplido sus cuatro partidos de sanción. Que la fe no decaiga, aunque tras partidos como el de Pucela se haga complicado mantenerla.

Post Scriptum: ¿cree Esuperio de verdad en la remontada o estará ya planificando su particular ‘moción de censura’? Próxima parada, El Molinón ECQ. Que no sea la última.