El Sporting salvó ante el Reus un punto en el tiempo de descuento, gracias a un penalti más que dudoso al que no hizo ascos Carmona. Antes, justo antes del descanso, ya había dispuesto de otro no menos discutible, pero que no supo transformar Djurdjevic. Se entiende por ello el malestar del entrenador visitante en la rueda de prensa posterior al partido.

Sin embargo, toda la crónica del partido de este caluroso sábado gijonés se podría resumir en la música de viento con la que los hombres de Baraja fueron recibidos en El Molinón Enrique Castro 'Quini' y los constantes gritos contra el propio míster y el consejo en los minutos finales del encuentro. Coros que lejos de calmarse con el empate final, no hicieron sino avivarse aún más. Hay empates que saben a derrota.

Y lo cierto es que no era para menos a tenor de lo visto sobre el césped durante el tiempo que medió entre estas dos claras muestras del estado de ánimo de la afición sportinguista. O más bien de desánimo.

Si la afición de verdad fuese soberana, no cabría la más mínima duda sobre cuál habría de ser la siguiente decisión a tomar desde el club. Claro que algunas decisiones por más que se pidan se antojan imposibles. Pero otras no tanto. Lo que es ya indiscutible es que el sportinguismo ha dictado sentencia a este proyecto 'made in Torrecilla'. Y con él a sus máximos responsables.

Los cambios introducidos por el míster vallisoletano en el once titular, con la vuelta al mismo de Juan Rodríguez por un Peybernes claramente señalado por la debacle en el Wanda, así como el reubicación de Carmona a su posición natural, amén de la titularidad otorgada a Álvaro Traver, no sirvieron en absoluto para cambiar el rostro de un Sporting desdibujado, que sigue sin ofrecer el juego que se espera de un equipo supuestamente concebido para luchar por el ascenso. Más bien parecieron los intentos desesperados de un entrenador completamente perdido y que se sabe en la picota.

Desde el primer minuto se vio muy clara la intención del equipo visitante y que no era otra que la de aguantar el máximo tiempo posible con su portería a ceros. A partir de ahí contaba con que el nerviosismo en las gradas se trasladase a los jugadores rojiblancos. Después no quedaba sino esperar pacientemente para aprovechar cualquier oportunidad que se le presentase.

No pudo salirle mejor el plan a los catalanes cuando Linares adelantó a los suyos, para mayor escarnio de la afición local. El ex jugador carbayón no dejó pasar la ocasión como cabía esperar para celebrar ostensiblemente su tanto, ahondando así aún más en la herida por la que sangraba la afición sportinguista, que veía a los suyos incapaces de generar el más mínimo peligro en el área rival.

Con el marcador en contra Baraja miró a su banquillo y se encontró con que tras su primer cambio de Neftali por Álvaro Jiménez (por el que se llevó otra sonorísima reprovación), apenas tenía 'fondo de armario' con el que intentar arreglar el desaguisado. No le quedó sino que optar por dar entrada al único jugador por el que la mayoría de los presentes se hubiesen decantado: Nacho Méndez. Lo complicado tal vez hubiese resultado elegir al sustituto. Lo fue Cofie como lo podía haber sido Sousa.

Sobre el ghanés al que muy pronto algunos se atrevieron a encumbrar como el mejor heredero de Sergio Alvarez, comienzan a cernirse las mismas dudas que sobre el portugués, que a día de hoy no alcanza el nivel y mucho menos la regularidad que se esperaba de un jugador de su currículum. Tal vez porque éste en realidad no fuese tan dorado como se había presentado.

Porque si Torrecilla al inicio de la presente temporada había justificado este proyecto plagado de jugadores foráneos, en que con él el Sporting daría un salto de calidad, llegados a la novena jornada y sin ningún ánimo de "autodestrucción" (utilizando las palabras de Baraja), no se puede sino afirmar que la calidad brilla por su ausencia. Y si encima los resultados dejan de acompañar incluso en casa, apaga y vamos. O mejor dicho: que apaguen y se vayan al salir.

Post Scriptum: recordando al siempre presente maestro Don Julio Puente, si pregunto, ¿molesto? ¿Cuántos directores deportivos en Segunda hubiesen querido disponer para confeccionar media plantilla de su equipo, de lo que Torrecilla dispuso enteramente para fichar a un delantero centro y que en ocho partidos aún no se ha estrenado?