Vio la fiesta desde la distancia, como toda la temporada, y se despidió a toda prisa mientras el título de Segunda División lo levantaban otros en El Molinón. El Sporting tuvo ayer el castigo añadido de poner la casa y escuchar la fiesta desde el vestuario de al lado. El Huesca, ya ascendido, contó con la complacencia de un rival carente de intensidad para sumar una victoria, con gol de Cristo, que le permitió cerrar la Liga en Gijón como primer clasificado. Ni la posibilidad de ocupar el puesto más bajo de toda su trayectoria en la categoría de plata, ni la opción de verse superado en la tabla por el eterno rival, reactivó a los gijoneses, que tuvieron en Mariño el único freno para evitar una derrota más amplia. El calvario, al menos, acabó.